Jim Manzi es un experto en análisis estadístico del sector privado. Es mi comentarista favorito sobre la economía del cambio climático, porque se zambulle en los informes del IPCC y descubre que los “remedios” legislativos propuestos (leyes de derechos de emisión o impuestos al carbono) puede decirse que son peores que la enfermedad, incluso de acuerdo con las cifras del “consenso”.
Últimamente Manzi ha estado desafiando a los economistas ortodoxos a que defiendan sus modelos, que se ocupan de los beneficios del «estímulo» fiscal y monetario. Manzi ha preguntado repetidamente por qué debería poner alguna fe en las predicciones de estos modelos.
En este artículo destacaré la hilarante respuesta del oponente de Manzi en el debate, Karl Smith. En un próximo artículo, documentaré otro ejemplo de confidencia equivocada en los modelos keynesianos, cortesía de (lo han adivinado) Paul Krugman.
Manzi frente a los economistas ortodoxos
Hay varios artículos en los archivos de Manzi en los que aborda a economistas con respecto a la defensa empírica del estímulo Este artículo más largo es una buena introducción a su perspectiva. Manzi no es un economista, y menos un economista austriaco, pero sin embargo ofrece una perspectiva refrescante para los sorprendentemente frágiles cimientos sobre los que gobiernos y bancos centrales han basado sus políticas.
Más recientemente, Manzi ha estado discutiendo con Karl Smith, un economista profesional (ver 1, 2, 3 y 4). Cuando Smith afirmó que sus modelos —que prescriben déficits públicos y moneda débil como forma para ayudar a una economía enferma— eran fiables, Manzi dijo: «Demuéstralo».
Smith respondía admitiendo que, por supuesto, no podemos demostrar nada en ciencias. Sin embargo, Smith decía que teníamos una buena razón para pensar que los modelos económicos ortodoxos dan buenas predicciones acerca de los efectos de diversas políticas, indudablemente mejores de lo que sería adivinar al azar. He aquí la primera parte del alegato de Smith:
Hay dos líneas básicas de razonamiento que puedo ofrecer.
Una es la evidencia y la lógica. Podemos hablar acerca de por qué en este caso tiene sentido el estímulo, por qué la evidencia parece apuntar en la dirección en lo que lo hace y por qué parece estar diciéndonos algo distinto que una mera sabiduría popular.
A lo largo de la historia humana, la evidencia y la lógica se han mostrado útiles. No son en modo alguno omnipotentes. La gente más inteligente comete errores. Los alegatos más cuidadosamente argumentados a veces son erróneos. Sin embargo, como guía general la evidencia y la lógica son útiles.
Así que deberías «confiar» en mi [predicción] porque sigues mi evidencia y lógica. Y, si no sigues mi evidencia y mi lógica, entones deberíamos hablar de ello. Hablo de esto para ganarme la vida y estoy más que dispuesto a dedicar tanto tiempo como quiera Jim o cualquier otro. Quiero la oportunidad de ofrecer evidencia y lógica para estas posturas. Es lo que espero hacer con este blog.
Por supuesto, nadie discute la utilidad y fiabilidad de la evidencia y la lógica por sí mismas. Todo lo que dice Manzi es que no está claro —no es lógico— que debamos tener fe en lo que los constructores de modelos keynesianos nos han estado diciendo durante los últimos dos años.
Pero ahora llegamos a la parte para partirse de risa. He aquí la segunda línea de razonamiento de Smith para justificar sus predicciones de modelos:
La segunda línea que ofrezco es la de la experiencia. La de que cuando los economistas tuvimos el timón realmente fuimos capaces de producir resultados. En los 1980, los bancos centrales fueron en buena parte entregados a sus economistas, que produjeron baja inflación y bajo desempleo manipulando el tipo de préstamos overnight.
De hecho, los dos grandes fracasos de ese periodo, Japón y la actual recesión, coincidieron con el tipo de préstamos overnight llegando a cero y por tanto dejando de estar bajo el control de los economistas. Así que nuestro argumento básico de que podemos sujetar la economía mientras tengamos control sobr la tasa overnight parece ser válido.
Un argumento así de delicioso pide a gritos una buena analogía. Cuando publiqué los comentarios de Smith en mi blog, el lector Andrew DePompei bromeaba:
Me parece entender lo que está diciendo. Quiere decir, realmente soy un buen conductor y hago un excelente trabajo gestionando distintas condiciones de ruta, evitando peatones, otros vehículos y todo eso. Sin embargo hay dos ejemplos en los que mi automóvil cayó por un precipicio mientras yo estaba al volante. Pero en ese momento, estando en el aire, realmente no tenía control sobre el automóvil, así que no puedo ser responsable de lo que pasó en el fondo del precipicio.
En un comentario más serio, hay varios defectos en la argumentación de Smith. Para empezar, no es que los economistas no estuvieran implicados con la política del banco central antes de 1980. Por ejemplo, Irving Fisher pensaba que la Reserva Federal había hecho un trabajo maravilloso estabilizando los precios (del consumidor) a finales de la década de 1920, lo que le llevó a sus comentarios nefastamente optimistas justo antes de que se produjera el desastre de la bolsa (ver las páginas 8-9 en este trabajo descargable). Décadas después, la alta inflación de precios y desempleo de la década de 1970 fue seguramente el resultado del keynesianismo ortodoxo e hidráulico del tipo del promocionado por Paul Samuelson en su cartilla.
Así que, incluso bajo sus propios términos, cuando los economistas se dan palmaditas en el espalda por dar paso a la «Gran Moderación» de baja inflación de precios y crecimiento económico constante, todo lo que están diciendo en realidad es esto: «A partir de aproximadamente 1983, los economistas hicimos un gran trabajo dirigiendo la economía, comparado con el horrible trabajo que hicieron los economistas antes de entonces, con la Gran Depresión y la estanflación de los 1970. Pero luego resbalamos de nuevo en 2008, cuando se produjo la segunda peor crisis económica en la historia mundial bajo nuestra supervisión. Vamos a tomarnos unas cervezas».
Recordemos que la única justificación para crear la Reserva Federal (en 1913) era ostensiblemente impedir los pánicos financieros salvajes del mercado libre, como el crash de 1907. Utilizando el último trabajo de los economistas ortodoxos (es decir, ni siquiera austriacos), se puede hacer un alegato convincente de que la Reserva Federal ha sido una fuente de inestabilidad a lo largo de su historia.
Finamente, incluso en medio de la supuesta edad dorada —cuando Karl Smith piensa que los economistas hicieron un gran trabajo dirigiendo la economía— el mercado bursátil de los EEUU experimento la peor caída diaria de su historia, cayendo más 1987 incluso de lo que lo hizo a finales de 1929.
Conclusión
Antes de acabar, debería mencionar que Karl Smith parece un tipo estupendo y su debate con Manzi es muy cordial. Aun así, su autodenominada «defensa de la economía» (quiere decir macroeconomía ortodoxa) no reconoce que la historia empírica es completamente coherente con el hecho de que esos modelos sean horribles.
Dejadme que lo exponga con otras palabras: La crítica austriaca de los tipos de interés artificialmente bajos es que alimentan un auge insostenible, plantando las semillas para un crash final. Sí, después de un desplome concreto, es posible que el banco central haga todo de nuevo. Esto podría parecer dar un “aterrizaje suave” y de hecho la gente podría alabar al Maestro por su por su diestra manipulación del tipo de los fondos federales.
Pero toquetear las reservas bancarias electrónicas no expande la oferta real de bienes de capital. Los pollitos inflacionistas acabarán convirtiéndose en gallos. La quiebra definitiva de la prima de inyección monetaria —de inundar los mercados crediticios con dinero impreso de la nada— se produce cuando los tipos de interés a corto plazo llegan a cero y no pueden ir más allá.
Pero es verdad, Smith y otros pueden decir: «Bueno, una vez lleguemos al límite cero, hay otras herramientas que puede usar la Fed —¡no está sin munición!» En respuesta, los austriacos simplemente sugieren que el banco central deje de disparar a la economía.
¿Qué haría falta para que los intervencionistas admitieran que están empeorando las cosas?