Entrevistado por Emrah Akkurt, Turkey-Association for Liberal Thinking. Se publicará en un próximo número especial de la revista económica Piyasa on socialism.
Akkuert: ¿Cómo llegaste a ser libertario y qué pensadores fueron los más importantes en la formación de tu pensamiento?
Hoppe: Cuando todavía era joven, estudiante de secundaria alemán, yo era un marxista. Más tarde, como estudiante en la Universidad de Frankfurt, me encontré con la crítica de Böhm-Bawerk a Marx, y aquello aniquiló la economía marxista para mí.
En consecuencia, después de eso, me hice un poco escéptico, atraído por la metodología positivista y especialmente falsacionista de Popper y por el programa gradual de ingeniería social de Popper. Como el propio Popper, en ese momento yo era un socialdemócrata de derecha.
Y luego las cosas comenzaron a cambiar rápidamente. En primer lugar, descubrí a Milton Friedman (muy bueno), entonces Hayek (mejor), luego Mises (mucho mejor debido a su metodología explícitamente antipositivista y a priori) y, por último, el sucesor teórico más importante de Mises, Murray N. Rothbard.
Akkurt: ¿En qué medida tu educación formal coincidió con tu transformación libertaria?
Hoppe: No aprendí nada de libertarismo o de mercado libre en la universidad. Mis profesores eran socialistas o intervencionistas. De vez en cuando (muy raramente), los nombres de algunos libre mercadistas eran mencionados: Böhm-Bawerk, Mises, Hayek, y también como un sociólogo Herbert Spencer. Sin embargo, eran descartados inmediatamente como anticuados y obsoletos apologistas del capitalismo, indignos de la atención de cualquier «intelectual serio». Así que tuve que averiguar todo por mi cuenta, a través de mucha lectura. He leído casi todo lo relacionado con la economía; y hoy, mirando en retrospectiva, la mayor parte del material leído fue una pérdida de tiempo total.
Akkurt: En los primeros años del siglo XX, los economistas «capitalistas» estaban en posiciones más defensivas. Esto fue particularmente explícito antes de que Mises empezara a criticar el socialismo en sus obras. Los escritos de Mises fueron fundamentales en que los socialistas adoptaran su posición defensiva actual. Los escritos de Mises también allanaron el camino para una economía diferente, fuera del paradigma neoclásico.
Durante tu educación formal, ¿tu opinión de la economía austriaca era, o debía ser, distinta del pensamiento neoclásico? ¿Cómo fue el proceso de dejar de ser apenas crítica para convertirse en un enfoque alternativo?
Hoppe: Hasta los 1950, la mayoría de los economistas compartían la misma visión de Lionel Robbins acerca de la naturaleza de la economía. Robbins, quien había sido fuertemente influenciado por Mises, presentó en su famoso libro An Essay on the Nature and Significance of Economic Science (1932), la economía como una especie de lógica aplicada (la «praxeología» de Mises). El análisis económico debía basarse en algunas suposiciones simples y verdaderas evidentemente (axiomas) y llegar, a través de una deducción lógica, a varias conclusiones irrefutables (teoremas económicos).
Estas conclusiones o teoremas, a condición de que ningún error se hubiera cometido en el proceso de deducción, deben de ser lógicamente verdaderas, y sería un error si alguien quisiera «probar empíricamente» tales teoremas. (Nosotros tampoco probamos «empíricamente» verdades y argumentos lógicos, o incluso proposiciones matemáticas. Por ejemplo, no probamos empíricamente la ley de Pitágoras; podemos probarla deductivamente. Y el que quiera «probarla» empíricamente, midiendo ángulos y longitudes, no será considerado «científico», sino alguien totalmente confundido). Hoy en día, solo los austriacos todavía defienden este punto de vista (correcto) de la economía como una lógica aplicada.
Desde los 1950, debido en gran parte a la influencia de Milton Friedman, la mayoría de los economistas comenzaron a adoptar la visión «positivista» de que la economía debe tratar de emular los métodos utilizados en la física. Como resultado, la economía moderna fue transformada en unas simples matemáticas de bajo nivel, carente de cualquier significado empírico y de cualquier aplicación práctica. Los economistas de hoy en día se limitan a hacer dos cosas, ambas una pérdida de tiempo total: construir y probar «modelos» para (en la mejor de las hipótesis) probar lo que ya es obvio para cualquier ser humano mínimamente inteligente —como el hecho de que el agua corre hacia abajo— y demostrar por medios empíricos lo que se puede comprobar a través de la lógica (como confirmar la ley de Pitágoras empíricamente).
Sin embargo, en muchos casos, y con los mismos métodos, ellos también se esfuerzan por «demostrar» empíricamente que, en algunos casos, el agua puede subir y la ley de Pitágoras puede que ya no sea válida. Esto sucede cuando los economistas defienden, por ejemplo, los controles de precios para combatir la hambruna o el aumento del gasto público para combatir la recesión, siempre bajo el argumento de que «esta vez será diferente». Y nunca lo es. En resumen, la economía convencional moderna se encuentra en una situación de desastre total.
Cuando empecé a estudiar economía, me enseñaron una metodología positivista. Sin embargo, desde el principio, nunca me convenció. La ley de la utilidad marginal, o la teoría cuantitativa del dinero, o la afirmación de que un aumento en el salario mínimo de 1000 dólares cada día daría lugar a un desempleo masivo no parecían ser suposiciones cuestionables que necesitaran algún tipo de prueba empírica, sino obvias verdades lógicas. Me tomó un tiempo darme cuenta de que este era en realidad el punto de vista clásico, más explícitamente defendido por Robbins y Mises. El descubrimiento de Mises y Robbins, por lo tanto, fue un gran alivio para mí intelectualmente, y eso es lo que me hizo tomar (y estudiar) la economía en serio.
La actual economía convencional, llamada mainstream, es totalmente irrelevante. Peor aún: está siempre abierta a la peligrosa idea de la experimentación y de la ingeniería social (¿qué otra forma hay para probar hipótesis?), una verdadera tentación para los políticos demagogos. Por eso, el Estado intervencionista moderno se muestra siempre plenamente dispuesto a financiar toda una serie de economistas. El Estado sabe que ellos crearán justificaciones para cualquier programa de intervención. Por otra parte, la economía austriaca no es de gran importancia práctica, y también se opone rigurosamente a cualquier tipo de intervencionismo por ser contraproducente. No es de extrañar, pues, que la escuela austriaca no reciba ninguna ayuda o apoyo financiero.
Sin embargo, soy optimista sobre el futuro de la economía convencional: creo que va a desaparecer por su propia irrelevancia (los artículos académicos publicados en famosos periódicos prácticamente no tienen lectores) y será desplazada por la escuela austriaca. Una buena indicación de esto es la proliferación espontánea de Institutos Mises en todo el mundo, los cuales tienen más lectores que cualquier web de economía convencional.
Akkurt: En su versión moderna, la escuela austriaca, con su énfasis en los derechos de propiedad, el emprendimiento y la libertad, tiene aliados naturales entre las diferentes escuelas de pensamiento económico. Por ejemplo, el enfoque de los derechos de propiedad desarrollados por Coase y Alchian es muy similar a las posiciones de los austriacos. ¿Crees que los escritos de Mises ejercieron alguna influencia en el énfasis en los derechos de propiedad y soluciones de mercado en las otras escuelas? ¿Hay algún vínculo visible entre Mises y algunas de estas personas?
Hoppe: Ignoro cualquier vínculo intelectual entre Mises y la escuela de Chicago moderna, tanto económico como legal. Tampoco existe ninguna relación entre el pensamiento de Mises y las ideas de Coase y su sucesor, Richard Posner. Por otra parte, Hayek fue uno de los profesores de Coase en la London School of Economics.
La semejanza entre la visión austriaca y la visión de Chicago acerca de la economía y el derecho no es más que superficial. De hecho, estas dos tradiciones intelectuales son esencialmente opuestas entre sí. Es un error común, pero muy grave, pensar que la escuela de Chicago es una defensora de los derechos de propiedad. De hecho, Coase y sus seguidores son los enemigos más peligrosos de los derechos de propiedad. Sé que esto puede sonar increíble para algunas personas. Así que permítanme explicar esta posición, usando uno de los ejemplos que ofrece Coase en su famoso artículo sobre «Costo social».
Un ferrocarril pasa junto a una granja. El tren motor emite chispas y las chispas dañan las cosechas de los agricultores. ¿Qué se debe hacer? Desde el punto de vista austriaco (y también clásico, y también de sentido común), lo que se debe establecer es quién estaba allí en primer lugar: ¿el agricultor o el ferrocarril? Si era el agricultor, entonces podría obligar al ferrocarril a suspender sus actividades (a través de una orden de cesión), o dejar que emitan chispas y entonces exigir compensación. Si el ferrocarril fue el que se asentó allí en primer lugar, entonces podría continuar emitiendo chispas, y el agricultor tendría que pagar al ferrocarril si quisiera estar libre de chispas.
Pero la respuesta de Coase y Posner es totalmente diferente. Según ellos, es un error pensar en el agricultor y el ferrocarril en términos de «correcto» o «incorrecto», «agresor» y «víctima». Permítanme citar el inicio del famoso artículo de Coase:
El problema se suele considerar como: «A causa daño a B», y la decisión a tomar es «¿Cómo debemos restringir a A?». Pero esto está mal enfocado. Se trata de un problema de carácter recíproco. Evitar el daño a B sería infligir daño a A. La verdadera cuestión que debe decidirse es: ¿debe permitirse que A dañe a B o sería B quien debería tener permiso para hacer daño a A? El problema es cómo evitar el daño más grave.
En otras palabras, el problema es el de maximizar el valor de la producción o «riqueza». Según Posner, cualquier cosa que aumente la riqueza social es justa y cualquier cosa que no la aumente es injusta. La tarea de los tribunales, por lo tanto, sería la de determinar los derechos de propiedad (y responsabilidad legal) de los denunciantes para que la «riqueza» sea máxima.
Para el ejemplo anterior considerado, esto significa que, si el costo de evitar las chispas es menor que la pérdida de la cosecha, el tribunal debe proteger al agricultor y responsabilizar al ferrocarril. Por otro lado, si el costo de evitar las chispas es mayor que la pérdida de la cosecha, entonces el tribunal debe estar de lado con el ferrocarril y declarar al agricultor responsable. Posner ofrece otro ejemplo. Una fábrica emite humo y, por lo tanto, disminuye el valor de las propiedades en los barrios residenciales. Si el valor de propiedad de las casas cae 3 millones de dólares y el costo de reubicación de la fábrica es de 2 millones de dólares, la planta debe ser condenada y obligada a reubicarse. Sin embargo, si los números se invierten —el valor de la propiedad cae 2 millones y los gastos de traslado son de 3 millones— la fábrica que emite humo puede continuar allí.
Más importante aún, todo esto también significa que los derechos de propiedad (y las responsabilidades civiles) ya no son estables, constantes y fijos; se han convertido en variables. Los tribunales designarían derechos de propiedad de acuerdo con los datos variables de mercado. Si los datos cambian, los tribunales pueden reordenar estos derechos. Es decir, las diferentes circunstancias conducen a una redistribución de los títulos de propiedad. En este escenario, nadie estaría jamás seguro de su propiedad. La inseguridad jurídica se convertiría en permanente.
Eso no parece justo ni eficiente. Además, ¿quién en su sano juicio usaría un tribunal que ha anunciado que, con el tiempo, puede reasignar los títulos de propiedad existentes en función de las condiciones variables del mercado? Esta forma de asignación de los derechos de propiedad ciertamente no conduce a la maximización de la riqueza en el largo plazo.
Akkurt: En algunos de tus trabajos, subraya que Hayek destaca el papel del conocimiento e ignora o descuida la propiedad privada. ¿Cree que Hayek ha ignorado deliberadamente y ha infravalorado el lugar crucial de la propiedad privada? ¿Podría describir brevemente a nuestros lectores su visión de la propiedad y el conocimiento en una economía empresarial?
Hoppe: En efecto, Hayek siempre se interesó, desde sus años de estudiante, por la psicología. Escribió un interesante libro sobre ella (Orden sensorial). Esto puede explicar su especial énfasis en el conocimiento y su relativo abandono de la propiedad. Por ejemplo, Hayek escribió un famoso artículo sobre el “Uso del conocimiento en la sociedad”. Mises nunca habría escrito un artículo con ese título. Su título habría sido “El uso de la propiedad en la sociedad”.
En el famoso debate entre socialistas y planificadores, Hayek solía transmitir la impresión de que el problema central del socialismo era la “imposibilidad” de centralizar en una sola mente (la del planificador central) todo el conocimiento que existía disperso en las cabezas de una multitud de individuos distintos. Lo que señalé en cambio, de acuerdo con Mises, es que el problema central del socialismo es el de centralizar (concentrar) una multitud de propiedades físicamente dispersas y de propiedad individual en la propiedad de una sola agencia (del Estado socialista). Es esta concentración de toda la propiedad en una sola mano la que hace imposible el cálculo económico. Porque donde hay un solo propietario de todos los bienes de capital, no hay compra y venta de dichos bienes; por lo tanto, no existen precios de los bienes de capital y el cálculo monetario es imposible.
Y en cuanto al conocimiento especial e individual del tiempo y del lugar, subrayado por Hayek, es importante tener en cuenta que este conocimiento es esencialmente el resultado —o el epifenómeno— de una diversidad subyacente de la propiedad privada. Es nuestra propiedad y la exigencia de tener que actuar continuamente dentro de las limitaciones de nuestra propiedad, lo que influye primero en qué conocimiento (de una abundancia de conocimiento general) es importante que conozcamos y lo que además dirige, moldea e individualiza nuestros intereses y búsqueda de conocimiento.
Un empresario arriesga su propia propiedad en el intento de satisfacer alguna demanda futura de los compradores mejor que otros. Si tiene éxito, obtendrá un beneficio, lo que indica que ha prestado un buen servicio a los consumidores. Si fracasa, tendrá pérdidas, lo que indica que ha prestado un mal servicio a los consumidores. Dado que arriesgan su propia propiedad, los empresarios suelen ser cuidadosos y circunspectos en sus inversiones e intentan evitar cualquier despilfarro. Los empresarios “malos” (con pérdidas) tarde o temprano quebrarán y se convertirán en asalariados (en lugar de ser empresarios), y sus bienes de capital mal invertidos serán comprados (a precios debidamente rebajados) por otros o nuevos empresarios.
Por cierto: Por el contrario, los funcionarios del gobierno no producen nada que los consumidores demanden (de lo contrario, no necesitarían impuestos para financiarse; simplemente venderían cualquier “bien” que tuvieran para ofrecer y vivirían de los ingresos de las ventas). Los funcionarios del gobierno gastan sus ingresos fiscales en lo que creen que es bueno, no en lo que los consumidores creen que es bueno. Además, los funcionarios del gobierno, que no gastan su propio dinero, sino el dinero tomado coercitivamente de otros en forma de impuestos, suelen ser descuidados y despilfarradores en la gestión de dichos fondos.
Akkurt: ¿Cuál es tu opinión sobre la escuela de elección pública? Si no me equivoco, criticas a James Buchanan por defender el Estado. ¿Podrías describir brevemente su punto de vista sobre esta cuestión? ¿Por qué hay una tensión entre tu pensamiento y la elección pública?
Hoppe: A la escuela de la Elección Pública —sobre todo a Buchanan y Tullock— se le suele atribuir la idea de que la gente dentro del gobierno tiene tanto interés propio como la gente fuera del gobierno, es decir, en los negocios privados. La gente no cambia su naturaleza y se vuelve menos interesada al convertirse en funcionario del gobierno.
Esta es, por supuesto, una idea fundamentalmente correcta. Pero esta idea no es nueva. Se puede encontrar en toda la literatura. Ciertamente, sociólogos políticos “realistas” como Gaetano Mosca y Robert Michels lo sabían, y los “austriacos” también, por supuesto.
Lo nuevo de la escuela de Buchanan-Tullock es su teoría del Estado y de la acción política (en contraste con la económica). Sin embargo, esta innovación es claramente falsa.
Buchanan y Tullock piensan que el Estado es esencialmente una institución voluntaria, al igual que las empresas privadas. Afirman que “tanto el mercado como el Estado son dispositivos a través de los cuales se organiza y hace posible la cooperación”. (Calculus of Consent, p. 19) Y dado que el Estado es como una empresa, Buchanan concluye entonces en su Limits of Liberty, que todo lo que ocurre en política, todo statu quo, “debe ser evaluado como si fuera legítimo contractualmente”.
Ahora bien, considero que todo esto es un peligroso disparate. Hasta Buchanan y Tullock, existía un acuerdo casi universal, independientemente de si uno era un Estado-apologista o un crítico anarquista del Estado, en cuanto a la naturaleza del Estado, es decir, lo que era realmente un Estado. Los Estados fueron reconocidos como formas de organización categóricamente diferentes a las empresas: a diferencia de las empresas, todo Estado se basaba fundamentalmente en la coerción. La afirmación de Buchanan en sentido contrario se habría considerado un error intelectual infantil.
El gran economista austriaco Joseph Schumpeter (él mismo miembro de la escuela de Lausana y no de la de Viena o escuela austriaca) comentó una vez sobre opiniones como la de Buchanan: una “teoría que interpreta los impuestos por analogía con las cuotas de un club o la compra del servicio de, por ejemplo, un médico, sólo demuestra lo alejada que está esta parte de las ciencias sociales de los hábitos científicos de las mentes”. Estoy totalmente de acuerdo con este veredicto.
Akkurt: Profesor Hoppe, ahora queremos pasar a cuestiones más políticas. ¿Cuál es tu opinión como libertario sobre la intervención estadounidense en Iraq? ¿Crees que los acontecimientos iniciados con el 11 de septiembre han supuesto un giro desafortunado para el pensamiento libertario?
Hoppe: Los libertarios siempre han sabido que las crisis, en particular las guerras, son buenas para el Estado y malas para la libertad. Al amparo de una emergencia se incrementa el poder del Estado y se restringe la libertad individual. Esto es exactamente lo que ha sucedido en los EUA después del 11 de septiembre, con la aprobación de la llamada Ley Patriota, el establecimiento de una oficina de Seguridad Nacional, la cuasi-nacionalización de los aeropuertos y la seguridad aeroportuaria, etc.
Además, como las crisis son buenas para el Estado, los Estados a menudo, si no siempre, las fabrican. Por ejemplo, las pruebas parecen ahora bastante convincentes de que el presidente de EEUU Roosevelt sabía del inminente ataque de Japón a Pearl Harbor. Sin embargo, no hizo nada al respecto, porque quería que el acontecimiento se produjera, para poder presentar una “razón” a al público americano que le permitiera entrar en la Segunda Guerra Mundial, que era lo que quería hacer desde hacía tiempo.
En cuanto a Irak, aún no se sabe todo. Lo único cierto es que el presidente Bush y sus secuaces son una pandilla de mentirosos desvergonzados. Pero eso no es ninguna sorpresa. Desde hace bastante tiempo, tengo la costumbre de esperar que los pronunciamientos del gobierno (en los EEUU como en cualquier otro lugar) sean mentiras, hasta que se demuestre lo contrario. Cada vez es más evidente que los hombres de Bush habían decidido ir a la guerra contra Irak mucho antes del 11 de septiembre. Pero sin el 11 de septiembre, habría sido imposible hacerlo, debido a la falta de apoyo a la guerra en la opinión pública de EEUU. El 11 de septiembre proporcionó la “razón” para llevar a cabo el ataque planeado. Naturalmente, esto hace que uno se pregunte si los hombres de Bush —al igual que Roosevelt— sabían de antemano del evento y decidieron utilizarlo en su beneficio. No pretendo saber la respuesta a esta pregunta. En publicaciones alemanas, por ejemplo, se ha informado de que la “inteligencia” alemana proporcionó a los EEUU advertencias detalladas por adelantado. Puede pasar mucho tiempo antes de que sepamos lo que realmente ocurrió.
En cualquier caso, el ataque contra Irak ha sido el resultado de una extraña mezcla de celo misionero evangélico, sionismo y duro imperialismo económico (petróleo) que confluyen en el gobierno de los Bush. Irak era simplemente el objetivo perfecto. Inicialmente, hubo un considerable apoyo a la guerra de Irak en los EEUU, incluso aunque obviamente no existía ningún vínculo entre Saddam Hussein y Osama bin Laden. Por supuesto, es triste para los libertarios ver cómo tus vecinos pierden la cabeza y claman por el asesinato de personas, y la destrucción de sus hogares, que no conocen y que no les han hecho ningún daño. Sin embargo, lenta pero seguramente, los americanos se están recuperando de esta pérdida temporal de cordura y empiezan a reconocer que han sido traicionados.
También ha habido supuestos libertarios, afiliados a varias organizaciones que llevan el nombre de la novelista Ayn Rand, que han apoyado con entusiasmo la guerra de Iraq e incluso han exigido que los EEUU sigan adelante y “liberen” a todo el mundo musulmán. La posición genuinamente libertaria es diferente. Los libertarios no son pacifistas. Pero desde su punto de vista, la violencia sólo se justifica para defenderse, no para atacar, y seguramente los EEUU no actuaron en defensa propia contra un Irak atacante. Es cierto que Saddam Hussein era un “tipo malo”. Pero esto no convierte la invasión y ocupación de Irak por parte de EEUU en un acto de liberación. Si A libera a B, que es rehén de C, es un acto de liberación. Sin embargo, no es un acto de liberación si A libera a B de las manos de C para tomar él mismo a B como rehén. No es un acto de liberación si A libera a B de las manos de C matando a D. Tampoco es un acto de liberación si A toma por la fuerza el dinero de D para liberar a B de C. Por consiguiente, a diferencia de la auténtica liberación, que es recibida por los liberados con un asentimiento unánime, la ocupación de EEUU ha sido recibida con un entusiasmo mucho menos que universal por los iraquíes “liberados”.
Akkurt: ¿Qué piensas sobre el papel del Estado en la sociedad? ¿El Estado es una necesidad práctica o es un mal necesario? ¿Cómo describirías la transición de un modelo estatista, como Turquía, hacia una sociedad clásica liberal?
Hoppe: Antes es necesario definir rápidamente qué es el Estado. Puedo adoptar lo que podría llamarse la definición estándar: un Estado es una agencia que tiene el monopolio de la toma última de decisiones jurídicas en todos los casos de conflicto, incluidos los conflictos relacionados con el Estado mismo. Por lo tanto, también tiene el derecho a gravar impuestos sin enfrentar resistencia.
En microeconomía aprendimos que los monopolios son malos desde el punto de vista de los consumidores. Monopolio, en su sentido clásico, se entiende que es un privilegio exclusivo concedido a un solo productor de un bien o servicio, es decir, es una prohibición de la libre entrada de la competencia en una determinada línea de producción. En otras palabras, sólo una agencia, A, puede producir un determinado bien, X. Todo monopolio de este tipo es malo para los consumidores, ya que, por el hecho de estar protegido contra la entrada de competidores potenciales en su área de producción, el precio del producto X del monopolista será mayor y la calidad de X será menor de lo que sería en un entorno competitivo.
¿Por qué este razonamiento debería ser diferente cuando se aplica al monopolio estatal de la jurisdicción obligatoria de su territorio? El Estado tiene el monopolio de los servicios jurídicos y policiales. ¿Por qué esta ley económica no se aplicaría a él? Dado que el Estado es un monopolio clásico, se espera que el precio de sus servicios (cuya aceptación es obligatoria) sean más altos y de menor calidad de lo que serían en un entorno competitivo. Para empeorar las cosas, ya que el Estado es el juez incluso de los conflictos en el que él mismo está implicado, se espera que el Estado tenga un interés en provocar conflictos para que él «resuelva» de acuerdo a sus propios intereses. Esto no es justicia (un bien), sino que es injusticia (un mal).
Así que para responder a su pregunta: ¡No! Creo que el Estado es un mal innecesario. En un orden natural, con una variedad de agencias de seguros y de intermediación, el precio de los servicios de justicia caería y la calidad de estos servicios aumentaría. Mi libro Monarquía, democracia y orden natural y mi artículo The Private Production of Defense explican en detalle cómo las sociedades sin Estado —sociedades autónomas, dirigidas por sí mismas— funcionarían y generarían una prosperidad sin precedentes.
Ahora, sobre los objetivos para la transición a la libertad para países como Turquía. La respuesta es la misma para cualquier país, ya sea Turquía o Alemania, Francia o China, Colombia o Brasil. La democracia no es la solución —como tampoco fue la solución para los países del antiguo imperio soviético. Ni la centralización —como ocurre en la Unión Europea, sería la respuesta.
Al contrario, la mayor esperanza de la libertad se produce justamente en los países pequeños: Mónaco, Andorra, Liechtenstein, e incluso Suiza, Hong Kong, Singapur, Bermuda, etc.; uno como liberal debería animar y hacer todo por la aparición de decenas de miles de estas pequeñas entidades independientes. Por qué no una ciudad libre e independiente de Estambul e Izmir, que mantienen relaciones amistosas con el gobierno central turco, pero que ya no hacen pagos de impuestos a este último ni reciben pagos de él, y que ya no reconocen la ley del gobierno central sino que tienen su propia ley de Estambul o ley de Esmirna.
Los defensores de un Estado centralizado (y de superestados como la UE) alegan que tal proliferación de unidades políticas independientes conduciría a la desintegración económica y empobrecimiento. Sin embargo, no sólo la evidencia empírica contradice esta afirmación —todos los pequeños países antes mencionados son más ricos que sus vecinos—, también así un análisis teórico muestra que esta afirmación es un mito estatista más.
Los gobiernos tienen varios pequeños competidores geográficamente cercanos. Si un gobierno pasa a tributar y regular más que sus competidores, la población emigrará, y el país sufrirá una fuga de capitales y de mano de obra. El gobierno se quedará sin recursos y se verá obligado a revocar sus políticas confiscatorias. Cuanto más pequeño sea un país, mayor será la presión sobre él para adoptar un auténtico comercio libre y mayor la oposición a las medidas proteccionistas. Cualquier interferencia gubernamental sobre el comercio exterior conduce a un empobrecimiento relativo, tanto en el país como en el exterior. Sin embargo, cuanto menor es un territorio y su mercado interno, más dramático sería este efecto. Si los EEUU se dedicaran al proteccionismo, el nivel de vida medio de los EEUU bajaría, pero nadie se moriría de hambre. Si una sola ciudad, por ejemplo Mónaco, hiciera lo mismo, habría una hambruna casi inmediata. Consideremos un solo hogar como la unidad secesionista más pequeña posible. Al participar en el libre comercio sin restricciones, incluso el territorio más pequeño puede integrarse plenamente en el mercado mundial y participar en todas las ventajas de la división del trabajo. De hecho, sus propietarios pueden convertirse en las personas más ricas de la tierra. En cambio, si los mismos propietarios decidieran renunciar a todo comercio interterritorial, se produciría una pobreza abyecta o la muerte. En consecuencia, cuanto más pequeño sea el territorio y su mercado interior, más probable será que opte por el libre comercio.
Además, como sólo puedo indicar pero no explicar aquí, la secesión también promueve la integración monetaria y llevaría a la sustitución del actual sistema monetario de monedas nacionales de papel fluctuantes por un estándar monetario de productos básicos totalmente fuera del control del gobierno. En resumen, el mundo sería uno de pequeños gobiernos liberales integrados económicamente a través del libre comercio y de un dinero mercancía internacional como el oro. Sería un mundo de prosperidad, crecimiento económico y avance cultural sin precedentes.
Akkurt: ¿Qué tienes que decir sobre el pensamiento libertario en los países en desarrollo? Bajo la influencia de [el] FMI y el Banco Mundial, ¿crees que pueden encontrar el camino hacia una economía de mercado más libre? ¿Eres optimista sobre el futuro de estos países, incluida Turquía, con respecto a los valores liberales clásicos?
Hoppe: La humanidad se ha dotado de esta espléndida facultad como es la razón. Por lo tanto, siempre se puede esperar que la verdad se impondrá al final. Ahora, si es posible ser optimista acerca de un determinado país, dependerá enteramente de la siguiente pregunta: ¿cuántos miembros (en proporción) de la élite intelectual de este país tienen un buen conocimiento acerca de los fundamentos económicos? Una de las tareas centrales de un think tank liberal que promueve ideas económicas es producir y multiplicar el número de estas personas, y así crear razones para el optimismo.
Lo que un país «en desarrollo» tiene que entender es lo siguiente: hay razones por las que algunos países son ricos y otros son pobres; y esas razones tienen poco que ver con la «explotación» de los pobres por los ricos (aunque tal cosa, sin duda, también ocurre). Sólo hay un camino a la prosperidad general: la división del trabajo, el ahorro y la inversión. Los países ricos son ricos porque, a través de sus ahorros y sus inversiones —ambos posibles gracias a la división del trabajo—, han acumulado una gran cantidad de bienes de capital per cápita. Los países pobres son pobres porque han acumulado poco capital. ¿Por qué hay una gran cantidad de ahorro, inversión y capital acumulado en algunos países y poco o nada en los demás? Debido a que en algunos países hay, o hubo en el pasado, un grado relativamente elevado de protección y garantías a la propiedad privada, mientras que en otros países, la propiedad privada está o ha estado bajo constantes ataques, ya sea a través de impuestos, regulaciones o confiscaciones directas. Donde la propiedad privada no esté protegida, habrá pocos ahorros e inversiones.
Además, es esencial que un país «en desarrollo» entienda que una moneda fuerte y un sistema monetario sólido son también una característica esencial de seguridad. Los países con un historial de alta inflación no atraen inversiones y no permiten la formación de riqueza. Por tanto, es de suma importancia entender la siguiente ley: un aumento en la cantidad del papel moneda creado por el gobierno no puede —nunca, jamás— aumentar la riqueza social. Esto es una imposibilidad física. Después de todo, la impresión de dinero sólo significa aumentar el número de hojas de papel impreso en la sociedad. Esta medida no crea un bien de capital o de consumo individual. Esta medida no aumenta el nivel de vida en su conjunto. Si fuera así de fácil, si más papel moneda pudiese producir más riqueza, simplemente ya no habría ni una persona pobre en todo el mundo.
Lo único que puede hacer la inflación —y de hecho lo hace— es una redistribución sistemática de la riqueza social ya existente, redistribución que se produce a favor del gobierno (que es el productor de dinero) y sus clientes más inmediatos (estatistas, funcionarios públicos y empresarios con buenas conexiones políticas), y a costa de los que reciben este dinero en último lugar; y que, al recibirlo, ya están con su poder de compra reducido, pues los precios de los bienes y servicios de la economía ya han aumentado como resultado de esta inflación monetaria. La inflación monetaria es el equivalente al robo y a la confiscación de los ingresos, y los gobiernos de estos países «en desarrollo» tienen fama de ser los peores agresores de la seguridad monetaria de ciudadanos e inversores.
Mi consejo a los países subdesarrollados: adquieran la reputación de ser un lugar que respeta la propiedad privada, un lugar donde se garantiza que la propiedad, incluyendo el dinero, está a salvo (piensen en Suiza, por ejemplo). Así habrá una oportunidad de prosperar. De lo contrario, no hay nada que hacer.
En cuanto a la ayuda del FMI o del Banco Mundial, no cuenten con ella. Por el contrario, estas instituciones son una importante fuente de malicia económica y desinformación. Han sido creadas por los gobiernos occidentales, sobre todo el de los EEUU, para promover sus intereses. Están dotadas de miles de burócratas “expertos” en puestos bien remunerados que requieren poco trabajo y ofrecen exóticas prebendas. Si son economistas, lo más probable es que los “expertos” sean keynesianos; es decir, para ellos no existe ningún problema que el papel moneda no pueda curar. Esta burocracia está dotada de papel moneda que los EEUU y sus gobiernos aliados han “creado de la nada” (impreso). Negocia préstamos a los gobiernos de los países con problemas financieros, presumiblemente para sacarlos de sus problemas.
De esta constelación se puede derivar la siguiente predicción: Dado que no es su propio dinero ni el de los inversores privados el que prestan los burócratas internacionales, tienen poco o ningún interés en que sus propuestas políticas funcionen realmente y en que los préstamos sean devueltos. Y lo que es peor, como son los “gobiernos con problemas” los que son rescatados con préstamos, se fomentan los problemas económicos y las políticas que conducen a dichos problemas (¡pensemos en Zimbabue y Mugabe!). Perversamente, entonces, el fracaso de sus propias prescripciones políticas proporciona una razón para la propia existencia y crecimiento de las instituciones. ¿Qué haría el FMI si los gobiernos no causaran problemas económicos?
Por lo tanto, hay que temer y evitar la cooperación con el FMI y el Banco Mundial.