Es difícil decir qué conmemoran o celebran hoy en día la mayoría de los estadounidenses en el Día de la Independencia. Muchos parecen pensar en alguna vaga noción de “América”. Otros incluso llegan al chauvinismo haciendo equivaler el gobierno de EEUU con la misma nación de “libertad”.
Perdido entre todo esto se encuentra el hecho de que la Declaración de Independencia (el documento que se supone que recordamos hoy) es un documento que promueve la secesión, la rebelión y lo que los británicos de ese tiempo consideraban como traición.
Por otro lado, quienes sí recuerdan la naturaleza radical de la declaración a menudo tienden a idealizar la Revolución Americana de una manera que hoy no es ni instructiva ni útil.
¿Qué debería entonces recordarse acerca del Día de la Independencia y qué puede enseñarnos? Para empezar, he aquí tres cosas acerca de la historia y el contexto de esta festividad que deberían continuar afectándonos hoy y en el futuro.
Uno: Si no puedes independizarte, no es realmente libre
Lo dice la primera frase de la Declaración de Independencia. A veces “es necesario que un pueblo disuelva los lazos políticos que le han relacionado con otro”.
El documento continúa explicando con detalle por qué la ley concreta de secesión de 1776 estaba justificada y era necesaria para preservar los derechos de los colonos.
En el siglo XIX, la filosofía de la autodeterminación se convertiría en un elemento fundamental de la ideología ahora conocida internacionalmente como liberalismo (o “liberalismo clásico” en Estados Unidos).
No es sorprendente que encontremos esta idea en los escritos posteriores de liberales como Ludwig von Mises, quien, escribiendo en Viena en 1927, concluía:
Siempre debe ser posible cambiar las fronteras del estado si se ha expresado claramente la voluntad de los habitantes de un área de formar parte de un estado distinto de aquel al que pertenecen. (…)
Siempre que los habitantes de un territorio concreto (…) hagan saber (…) que ya no quieren permanecer unidos al estado al que pertenecen en ese momento (…) sus deseos han de respetarse y cumplirse.
Mises, como Jefferson, entendía que sin este derecho de autodeterminación no hay libertad.
Aun así, los opositores modernos a la autodeterminación y la secesión afirmaran que esta última no puede tolerarse porque no es “legal”.
Esto apenas es relevante. Después de todo, el levantamiento colonial contra el rey no era “legal” y difícilmente importa si los políticos vencedores consideran legal cualquier movimiento independentista de secesión. Los tiempos y las sociedades cambian y nada es para siempre ni está escrito en piedra.
Para Mises, la secesión debe tolerarse por razones pragmáticas. Es la única manera viable y eficaz de impedir revoluciones y guerras civiles e internacionales”. Pero para Jefferson y sus compañeros secesionistas, era un imperativo moral, fuera “traición” o no.
Dos: El Día de la Independencia no es una festividad militar
Por razones evidentes, las instituciones públicas tienen pocos motivos para destacar la Declaración de Independencia o la filosofía que esta representa. Esto equivaldría a que el gobierno de perjudicara a sí mismo. Por consiguiente, muchos han tratado de convertir el 4 de julio en una festividad que incluye vagas nociones de celebración de “América”.
A pesar de estas interpretaciones ahistóricas, el Día de la Independencia recuerda la resistencia y la eliminación del vasallaje a un poder político hostil. No deberíamos transformarlo en una celebración de nuestros gobernantes actuales en Washington, el gobierno federal o las tropas que trabajan y representan al gobierno federal.
Debería ser una fiesta en contra del gobierno y un recordatorio de que los estadounidenses pueden de nuevo abandonar la tiranía, aunque haga falta usar las armas.
Esto no es difamar ni insultar a las tropas estadounidenses, sino más bien recordarnos que somos una nación civil y el gobierno (y sus tropas) se supone que es nuestro servidor en lugar de nuestro amo. Las muestras serviles de patriotismo y lealtad al estado van en contra del significado real de la festividad.
Tres: La revuelta armada es un acontecimiento grave y raro
Entre aquellos que sí quieren conmemorar la verdadera resistencia ofrecida por los revolucionarios, hay un error distinto: pensar que la resistencia armada está siempre a la vuelta de la esquina.
En algunos rincones de Estados Unidos, se ha convertido en un lugar casi común escuchar afirmaciones acerca de que sin duda la Segunda Revolución Americana se producirá con solo unas pocas más barbaridades cometidas contra la vida, la libertad o la propiedad. Todo lo que hace falta es unos pocos asaltos sin previo aviso contra familias pacíficas durmiendo plácidamente en sus camas. O tal vez el gobierno solo tenga que apropiarse de algunas armas más antes de que el pueblo estadounidense “se levante”. O tal vez una vez alguien revele el grado en que el gobierno de EEUU nos espía a todos (como ya ha hecho Edward Snowden) los estadounidenses simplemente rechacen tolerarlo más.
En realidad, la resistencia armada solo tiende a materializarse en medio de la pobreza o de una invasión extranjera. No es sorprendente que a lo largo del siglo pasado, a pesar de décadas de inmenso crecimiento en el poder público, impuestos en aumento y regulaciones públicas opresivas, prácticamente ningún estadounidense ha tomado las armas contra el Estado.
Algo de esto puede derivar de una prudencia admirable. Después de todo la Revolución Americana fue un conflicto excepcionalmente sangriento y esos conflictos no deberían iniciarse a la ligera. Como señala la Biblioteca del Congreso, “La Revolución (…) fue, después de la Guerra de Secesión, el conflicto más costoso en la historia de Estados Unidos en términos de proporción de población muerta en servicio. Fue tres veces más letal que la Segunda Guerra Mundial”. La pobreza, destrucción de propiedad y pérdida de vidas fueron inmensas dado el diminuto tamaño de la población americana en esos tiempos.
La mayoría de los estadounidenses no es consciente de estos detalles, pero la mayoría de la gente sabe instintivamente que un conflicto armado puede tener un precio muy alto.
Esto no significa que la resistencia armada sea imposible, por supuesto. Sencillamente merece la pena darse cuenta de que mientras los estadounidenses disfruten de uno de los niveles de vida más altos del mundo muy pocos estarán motivados para tomar las armas.
Las ideas siempre importan
También es útil recordar que un conflicto armado puede ser especialmente desastroso cuando viene motivado por ideas e ideologías erróneas. ¿Quién puede decir con seguridad que si el gobierno de EEUU fuera eliminado hoy no sería remplazado con algo todavía peor? Bajo esas circunstancias, nunca debemos abandonar la importante tarea de poner primero los cimientos para una revolución en las ideas. Sin un verdadero respeto por las libertades incluidas en la Declaración de Independencia, la resistencia política tiene poco valor. Además, en una sociedad en la que se valore la verdadera libertad (y en la que una mayoría adopte ideas liberales), la violencia resultaría totalmente innecesaria. Y este sería el mejor resultado de todos.