Hace dos semanas, escribí sobre los problemas que plantea el argumento de Joe Manchin de que el Congreso debe rechazar el «extremismo» en sus filas si quiere resolver los numerosos problemas a los que se enfrentan los americanos.
Argumenté que lo cierto es lo contrario. Que el Congreso está casi totalmente unificado detrás de un ritmo específico de intervencionismo progresivo en el que las consecuencias previsibles de las intervenciones anteriores se utilizan perpetuamente para justificar más intervención. En este ciclo, el gobierno crece, la economía se tambalea y los que tienen conexiones políticas se enriquecen.
La semana pasada, como para demostrar mi punto de vista, la senadora Demócrata Elizabeth Warren (D-MA) y el senador Republicano Mike Braun (R-IN) enviaron una carta al Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) implorando a la agencia que abordara una de las consecuencias de la Ley de Asistencia Asequible de Obama.
La carta respondía a una investigación de Joseph Walker, del Wall Street Journal, quien descubrió que algunas compañías de seguros pagaban precios significativamente más altos por determinados medicamentos genéricos. Algunos, como la versión genérica del medicamento contra el cáncer Gleevec, eran cien veces más caros cuando se pagaban a través de planes de seguros.
Las compañías de seguros están dispuestas a pagar estos precios absurdos porque son las propietarias de las farmacias del otro lado de la transacción. Y en muchos casos, también son propietarias de los llamados gestores de beneficios farmacéuticos —las entidades que negocian los precios de los medicamentos con las compañías farmacéuticas.
Esa revelación supuestamente llevó a los senadores Warren y Braun a escribir su carta al HHS. Sin embargo, como explicó el sábado el consejo editorial del Wall Street Journal, todo esto es una consecuencia previsible de una disposición de la Ley de Asistencia Asequible llamada ratio de pérdidas médicas (MLR), que fue defendida por la senadora Warren.
La MLR trata de imponer un tope a los lucros de las compañías aseguradoras. Les exige gastar al menos el 80% u 85% de los ingresos procedentes de las primas en reclamaciones médicas. Demócratas como Warren afirmaron que la MLR frenaría los lucros de las aseguradoras y «haría más transparente el gasto sanitario».
En su lugar, las compañías de seguros empezaron a fusionarse y a adquirir farmacias y gestores de beneficios farmacéuticos, que han utilizado para aumentar indirectamente sus propios lucros al obligar a sus clientes a pagar precios más altos por los medicamentos, todo ello sin dejar de cumplir las MLR.
Así que, para repasar, cuando la administración Obama siguió el ejemplo de Mitt Romney y obligó a todos los adultos americanos a comprar un seguro de salud, también impuso un límite a los lucros de las compañías de seguros. Pero el límite solo llevó a las compañías de seguros a comprar farmacias y gestores de beneficios farmacéuticos y a subir los precios que los americanos tienen que pagar por los medicamentos genéricos, canalizando ese dinero hacia sus propios bolsillos.
En otras palabras, las mismas intervenciones que nos dijeron que harían más asequible la asistencia sanitaria sólo han permitido a las farmacias, los proveedores de seguros y las compañías farmacéuticas extraer aún más dinero de los consumidores americanos. ¿Y cuál es la solución en la que Demócratas como Warren y Republicanos como Braun parecen estar de acuerdo? Aún más intervenciones. Esta vez, nos dicen, las intervenciones realmente harán que la sanidad sea más asequible.
Así funciona Washington. Las dolorosas consecuencias de una intervención anterior se utilizan para justificar más intervenciones que dan aún más poder a los políticos y burócratas y que enriquecen a las compañías con conexiones políticas que los financian y presionan, al tiempo que empeoran el problema original —lo que vuelve a justificar más intervenciones.
Este es el ciclo que sólo los llamados extremistas quieren detener. Los socialistas, aunque peligrosamente equivocados, son al menos coherentes. Si el gobierno realmente tiene la benevolencia y la capacidad de eliminar la pobreza, ¿por qué esperar? Aunque equivocada, es una creencia mucho más coherente que la idea de que estamos perpetuamente a un puñado de intervenciones bipartidistas selectivas de la felicidad económica.
Pero como la mayoría de los lectores de este sitio ya sabrán, la verdad es que lo que se necesita es el otro tipo de extremismo. Los mayores problemas económicos y políticos del pueblo americano requieren soluciones radicales basadas en una economía sólida y en el compromiso con nuestros derechos naturales. Servicios como la sanidad son demasiado importantes para confiárselos a quienes ya nos han fallado tanto.