Las sanciones de EEUU contra Venezuela son bárbaras e inmorales. Pero no son responsables del colapso económico que se ha producido en Venezuela en los últimos veinte años. Sí, las sanciones han reducido aún más el nivel de vida en Venezuela, y la carga del empobrecimiento relativo causado por las sanciones ha recaído con mayor dureza en los que se encuentran en el extremo más bajo de la escala socioeconómica.
Sin embargo, los efectos de estas sanciones impuestas por EEUU no han sido lo suficientemente amplios como para ser responsables del colapso general de las condiciones económicas que vemos ahora en ese país.
Es importante hacer esta distinción porque los defensores de las políticas económicas socialistas de Venezuela han intentado repetidamente afirmar que las sanciones son la razón principal del colapso económico del país.
¿Por qué afirman esto los apologistas socialistas? Para poder argumentar —como siempre hacen los socialistas— que el socialismo sería una bendición para el nivel de vida de todos si no fuera por la interferencia de Estados extranjeros como EEUU.
La verdad, sin embargo, es que las políticas socialistas como las practicadas en Venezuela —expropiación generalizada de empresas privadas junto con una amplia redistribución de la riqueza y el dominio gubernamental de los principales sectores industriales — son más que suficientes para destruir la economía de cualquier sistema político. No es necesario que Washington intervenga.
Por qué culpan a las sanciones
No obstante, la táctica de culpar de la pobreza de los Estados socialistas a los de fuera es una táctica trillada. Esta táctica se utilizó repetidamente para explicar por qué la economía socialista de la URSS no había superado a las economías de los países ricos de Occidente. Por ejemplo, el colapso económico de la Unión Soviética se achacó a una serie de causas que iban desde la carrera armamentística hasta la caída de los precios del petróleo, pasando por los saboteadores burgueses. Por su parte, el régimen cubano, que empobrecía a su población con una desastrosa planificación central, pretendía que el semi-embargo de los EEUU era el culpable de la falta de desarrollo económico del país.
Es cierto que el desplome de los precios del petróleo en la década de 1980 contribuyó al declive de la economía soviética. Pero también es cierto que las economías de mercado productoras de petróleo sufrieron el mismo problema. Sin embargo, esas economías de mercado resistieron mucho mejor el impacto. Del mismo modo, es cierto que los soviéticos dedicaron una parte cada vez mayor de su PIB a la carrera armamentística con Occidente, lo que supuso que quedaran menos recursos disponibles para usos domésticos como la producción de bienes y servicios para el hogar. Los americanos también gastaron enormes sumas en la carrera armamentística. Sin embargo, al tener una economía relativamente libre, los EEUU podía permitirse fácilmente su obsesión (innecesaria) por gastar cada vez más en armamento.
Del mismo modo, los problemas de la economía cubana no se debieron principalmente al cuasi embargo de los EEUU, sino por la negativa del régimen cubano a liberalizar el comercio y la inversión con las docenas de países ricos que tenían relaciones abiertas con la economía cubana.
Nada de esto sugiere que las sanciones de EEUU contra Cuba estuvieran justificadas. No lo estaban. Tampoco la participación de los EEUU en la carrera armamentística entre los EEUU y la Unión Soviética fue nunca sensata ni necesaria. Sin embargo, el hecho es que la pobreza que sufren las víctimas residentes de los regímenes socialistas es, en su inmensa mayoría el resultado de las políticas del — régimen nacional, y no se debe a las políticas adoptadas por el régimen de EEUU.
Causas del colapso de Venezuela
Es cierto que la economía venezolana no está socializada ni planificada centralmente en el mismo grado que las economías soviética o cubana. Sin embargo, en los últimos veinticinco años, el régimen venezolano ha aumentado repetidamente su grado de intervención en la economía privada, llegando a menudo a robar millones de hectáreas de tierra y a expropiar cientos de empresas privadas.
El actual frenesí de expropiaciones y la planificación económica centralizada comenzó en los primeros años del régimen de Hugo Chávez, cuando el Estado inició una campaña de expropiación de bancos, empresas de propiedad extranjera y explotaciones agrícolas nacionales. Estos robos se utilizaron después para financiar planes de redistribución masiva de la riqueza con el fin de comprar votos y apuntalar el apoyo político de los aliados.
Estas políticas continuaron bajo el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, y, como era de esperar, el caos económico condujo a un colapso del ahorro interno, la inversión y la producción económica en general.
Además, estos repetidos ataques al sector privado hicieron que la economía venezolana dependiera aún más del sector petrolero, y esta «desdiversificación» de la economía ha hecho que la economía nacional sea aún más frágil. El sector petrolero venezolano —que es propiedad del Estado— también ha estado plagado de corrupción, lo que ha provocado una falta de inversión en las infraestructuras y el capital necesarios. No es de extrañar que la producción petrolera venezolana se haya desplomado, paralizando aún más la economía.
Sin embargo, es importante señalar que todo esto ocurrió antes de que la administración Trump impusiera sus sanciones de 2017 a Venezuela y al sector petrolero del país.
Como Dani Fernández dijo en abril de 2017:
Venezuela está sufriendo el colapso típico de un país sometido durante años a todo tipo de intervenciones políticas. La caída del precio del petróleo es el shock externo que saca a la luz el vergonzoso resultado de años de controles de precios, controles de divisas, nacionalizaciones, creación monetaria descontrolada y dirigismo económico.
Los desequilibrios económicos acumulados a lo largo de los años se ocultaron bajo la afluencia de dólares procedentes casualmente de unos ingresos petroleros que crecieron en valor, y no en volumen. La falta de inversión y la baja productividad por trabajador son la tónica habitual de Petróleos de Venezuela (PDVSA). La capacidad de aumentar la producción para contrarrestar la caída del precio del petróleo es nula.
En 2019, tras dos años de las sanciones de Trump, seguía estando claro que las sanciones no eran la causa fundamental de los males de Venezuela. Un informe de la Institución Brookings concluyó en mayo de 2019:
Independientemente del indicador socioeconómico que se elija, está claro que el fuerte deterioro del nivel de vida de los venezolanos comenzó mucho antes de agosto de 2017. El mayor deterioro observado desde 2017 —ya sea causado por las sanciones o por factores alternativos— no constituye en modo alguno el grueso del colapso que ha causado sufrimiento generalizado, muerte y desplazamiento a millones de venezolanos.
Sí, es cierto que la producción de petróleo en Venezuela se ha visto afectada por las sanciones de EEUU, pero los recientes descensos también reflejan problemas constantes en el sector que se remontan a veinte años atrás. Después de todo, como señala el informe de Brookings, «la producción diaria de petróleo de Venezuela disminuyó un 24% entre 2005 y 2016.» Esto fue impulsado por la intervención venezolana —no de los EEUU— en la industria.
La tragedia de las sanciones
La economía venezolana nunca se ha recuperado de estas crisis, y las sanciones de Washington sin duda comparten parte de culpa por ello. Sin embargo, también es innegable que las políticas que han paralizado la economía venezolana en las últimas décadas han sido en su inmensa mayoría autoinfligidas.
La estrategia de sanciones de los EEUU se basa en la premisa de que las sanciones desencadenarán una oposición generalizada al régimen en cuestión a medida que las sanciones empobrezcan a la población local. Al menos, ése es el objetivo declarado públicamente. Si ese es el verdadero objetivo, ha fracasado repetidamente en todos los lugares donde se ha intentado, incluidos Irán, Rusia, Cuba y otros lugares. Esto hace que la política de sanciones del gobierno americano sea aún más inmoral y desastrosa. El pueblo de Venezuela, ya victimizado por su propio gobierno, se ve aún más privado de bienes y servicios por el régimen de EEUU, que podría haber optado simplemente por ocuparse de sus propios asuntos y no inmiscuirse en los asuntos venezolanos. Después de todo, contrariamente a la propaganda estadual de los EEUU, el régimen de Caracas no representa ninguna amenaza creíble para los Estados Unidos o su pueblo.