Mientras nos distraía la guerra entre Rusia y Ucrania —y la creciente implicación de Washington en ella—, los tremendos acontecimientos en Oriente Medio han puesto fin a décadas de injerencia de los EEUU en la región. Está estallando la paz en Oriente Medio y Washington no está nada contento con ello.
Tomemos, por ejemplo, la reciente recomposición de las relaciones entre Arabia Saudí y sus otrora enconados adversarios Irán y Siria. Los ministros de Asuntos Exteriores de ambos países se reunieron en Pekín la semana pasada. Se trata de la reunión de más alto nivel entre los dos países en siete años. Se trata de la reunión de más alto nivel entre ambos países en siete años.
Además, se espera que Riad invite de nuevo a Siria a la Liga Árabe y que el presidente sirio Assad asista a la próxima cumbre de la Liga Árabe. Siria fue suspendida de la Liga Árabe hace 12 años, cuando los entonces aliados de los EEUU en Oriente Medio suscribieron la política de Washington de «Assad debe irse», que causó estragos en toda la región.
Y la guerra de casi una década en Yemen, que ha devastado a esa población, parece que por fin va a terminar, ya que se espera que Arabia Saudí anuncie el fin de su guerra contra ese país, respaldada por los EEUU. Las tropas de Emiratos Árabes Unidos están abandonando Yemen y una delegación saudí está llegando para negociar un acuerdo de paz.
Para la gente normal, la idea de que estalle la paz en Oriente Medio es algo maravilloso. Pero Washington es cualquier cosa menos normal. El presidente Biden envió a su director de la CIA, William Burns, a Arabia Saudí en una visita sorpresa la semana pasada. Según informes de prensa, Burns fue enviado para expresar la sorpresa y frustración de Washington por los acuerdos de paz en marcha. El equipo de política exterior de Biden «se ha sentido sorprendido» por el repentino movimiento de Arabia Saudí de llevarse bien con sus vecinos.
Washington está enfadado porque Arabia Saudí va a empezar a comerciar con Siria e Irán porque esos dos países siguen sometidos a las «paralizantes» sanciones de EEUU. Uno por uno, a medida que estos países empiezan a ignorar las sanciones exigidas por los EEUU, toda la política exterior de EEUU queda al descubierto como un tigre de papel: sólo bravatas y amenazas.
Los acontecimientos en Oriente Medio han revelado un sucio secreto de la política exterior de EEUU. Washington ha utilizado durante mucho tiempo una estrategia de «divide y vencerás» para mantener a los países de Oriente Medio —y de otros lugares— enfrentados entre sí. Las sanciones, las operaciones encubiertas y las revoluciones de colores se han utilizado para asegurarse de que estos países no se lleven bien entre sí y de que DC controle quién dirige el espectáculo.
Por improbable que pueda parecer a algunos, China ha entrado en la región con una política diferente. China busca socios comerciales, no manipular la política interna de Oriente Medio. Puede que sean despiadados a su manera, pero de repente está claro que los países de esta región están cansados de la intromisión de los EEUU y buscan nuevos socios.
A los no intervencionistas se nos suele tachar de «aislacionistas», pero, como siempre he dicho, son los neoconservadores y los intervencionistas de Washington quienes realmente nos aíslan del resto del mundo. En ningún lugar es eso más evidente estos días en Oriente Medio. No tenía por qué ser así, pero si éste es el fin de la intromisión de los EEUU en los asuntos de Oriente Medio, en última instancia es algo bueno para el pueblo americano... y para la paz.