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Gastar más dinero de los pagadores de impuestos en tonterías de política exterior no ha resuelto nada

Tanto si eres conservador como libertario, la noción de cierre del gobierno ya no es un concepto extraño, teniendo en cuenta que Washington consiguió añadir la friolera de 1 billón de dólares a la deuda nacional bruta en cuestión de tres meses, un gran porcentaje procedente de por gastos de intereses. Se ha vuelto a batir otro récord de nuestra deuda nacional, con 275.000 millones de dólares añadidos a la deuda nacional en un solo día.

Cómo resolver este problema es una pregunta que seguirá sin respuesta. Después de todo, el viejo y fiable Grand Old Party no tiene inconveniente en tirar más dinero de los pagadores de impuestos a cualquier problema que perciba que existe. Si la lección para los populistas de derecha es que el gobierno está gastando el dinero en las «causas equivocadas» —combinado con la visión demócrata del gasto— esperen que tarde o temprano se produzca un impago. Cuando el ex presidente de la Cámara de Representantes Kevin McCarthy impidió que saliera adelante un proyecto de ley general de gastos que incluía más fondos para Ucrania, la derecha antiguerra se mostró escéptica. Teniendo en cuenta que el hombre de McCarthy en política exterior era Michael McCaul y el propio historial de McCarthy antes de ser destituido, ¿por qué no iba a tener esa respuesta la derecha antiguerra?

Sin embargo, los intervencionistas liberales-progresistas se derritieron. Aunque el asunto de Ucrania es una fuente de diferencias entre los dos bandos, donde América debe permanecer unida es en su objeción a McCarthy. Con las tensiones entre los Estados Unidos y el «bloque» autocrático de Rusia y China aumentando dramáticamente, McCarthy fracasó en su intento de llevar a los Republicanos a un acuerdo con los Demócratas sobre política exterior y gasto.

Si no dispones de varios minutos para leer esos artículos, he aquí un desglose. Ante la mayor competencia con Beijing y Moscú, los intervencionistas liberales-progresistas creían que McCarthy estaba simplemente complaciendo al ala «aislacionista MAGA» del Partido Republicano. Esta complacencia era a expensas de mantener el gobierno funcional mediante la prevención del «gasto ineficiente» a través de un presupuesto real diseñado «estratégicamente» que aliviara problemas como la actual crisis migratoria en la frontera sur de los EEUU. Asimismo, según estos intervencionistas, debería dedicarse más dinero a resolver el cambio climático, aliviar la pobreza en el Sur Global, asumir más compromisos con el mundo y salvar la cara del desastre de relaciones públicas que supone no ser capaz de resolver un proceso legislativo básico.

Sin embargo, si «estratégicamente» significa dar fondos a regímenes con corrupción masiva —ya sea para contrarrestar la afluencia de migrantes que pasan por la frontera sur de los EEUU o para revertir el cambio climático— entonces «estratégicamente» significa «ineficientemente». Cuando China criticó a Japón por verter aguas residuales nucleares tratadas en el océano Pacífico, ¿tuvo en cuenta Beijing el hecho de que ella misma también vierte aguas residuales nucleares? A Beijing no le importó. Lo mismo puede decirse de su compromiso extremadamente vago de reducir las emisiones de dióxido de carbono. Del mismo modo, DC ya ha dado miles de millones a América Central, pero el ultraliberal New York Times documentó que cuando la ayuda fue enviada la mayor parte desapareció sin dejar rastro y no alivió la crisis migratoria.

El problema se aplica también a otros lugares. Mientras Biden y el Beltway más amplio montan una nueva política exterior «sobrealimentada» hacia África, los regímenes africanos piden financiación por valor de 650.000 millones de dólares para combatir el cambio climático y ayudar con el alivio de deuda del Fondo Monetario Internacional, respaldado por Occidente. Se trata de los mismos países que recibieron préstamos chinos por valor de 170.000 millones de dólares, combinados con la anterior ayuda exterior respaldada por Occidente, y ahora exigen más dinero de los contribuyentes americanos a pesar de que no pueden devolver nada de ese dinero. En conjunto, África ha recibido ayuda por valor de 1,2 billones de dólares, según una estimación. Beijing ha tenido que ampliar los vencimientos de los préstamos o borrar grandes cantidades de la deuda africana, y África sigue siendo tan pobre como siempre.

Del mismo modo, el objetivo general de aumentar la influencia americana para contener a China en todo el mundo a través de la financiación de estas naciones africanas es poco realista e ignora por qué estos mismos países eligen no alinearse. No quieren alinearse abiertamente ni con los EEUU ni con China para poder maximizar las inversiones de ambos países. Al mismo tiempo, los países no alineados suelen cargar con un bagaje ideológico heredado del socialismo, obstaculizando su crecimiento. Los contribuyentes pagan por proyectos que probablemente fracasarán sin garantías de que el dinero sea devuelto, ya que los regímenes africanos parecen tratar los préstamos extranjeros como subvenciones. Desde 2016, los préstamos chinos a África han disminuido y se han visto superados por las instituciones lideradas por Occidente. Sin embargo, cada céntimo (extraído de los impuestos) cuenta, así que ¿por qué no iban a comerciar también con China?

Al mismo tiempo, e irónicamente, la participación americana no ayuda al Indo-Pacífico a contrarrestar el comportamiento imperialista de China en la región. Por el contrario, la implicación americana incentiva a los países de esta región a dejar que los americanos hagan lo que quieran en su defensa (incluso en el Mar de China Meridional) mientras la influencia de China se expande por toda la región a través de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta. Si hay algo bueno que salió de las luchas internas republicanas sobre el neoconservadurismo y la moderación, es que esos países tienen que volver a tomar su defensa en sus propias manos. La razón por la que Japón duplicó su gasto en defensa con gran aprobación es porque un cerco a Taiwán convertiría a la fuerza a Japón en casi un vasallo de Beijing, y una garantía de defensa de DC podría estar en la tabla de cortar. Del mismo modo, una invasión de Taiwán es casi imposible gracias al implacable clima y el terreno, una defensa casi impenetrable, y la posibilidad de una intervención japonesa.

De todos modos, ¿por qué debería importarnos la retórica de los demás sobre el sistema americano? A pesar de ser el principal rival geopolítico de los EEUU, los rendimientos económicos nunca podrán alcanzar a América. Aparte de la represión en Xinjiang y Tíbet, la razón por la que los intelectuales americanos alaban el modelo chino es que, mucho antes de la actual rivalidad entre ambos, a muchos de ellos les gustaba el autoritarismo chino aferrándose al mito de que hacía a China más rica y más capaz de resolver los problemas sociales. América es mucho más productiva que China, con un producto interior bruto de unos 70.000 dólares, frente a la cifra oficial de 12.000 dólares para China, y el entonces primer ministro chino Li Keqiang admitió que el 40% de la población china vivía con menos de 141 dólares al mes. Dado que China se considera un modelo para muchos países del Tercer Mundo, ciertamente estos países nos importan un bledo.

Por último, unas palabras sobre política interior, dado que el gobierno americano no tiene bastante con el marco ambiental, social y de gobernanza. Por ejemplo, las «infraestructuras verdes», como las estaciones de carga para vehículos eléctricos o el objetivo de California de abandonar por completo los combustibles fósiles. Los precios del combustible subiendo de nuevo y Joe Biden sólo exacerbará aún más estos precios al prohibir el fracking a pesar de rogar a los saudíes para aumentar la producción de petróleo. Ahora también se habla de regular la inteligencia artificial (IA). Teniendo en cuenta que el Rusiagate ha sido desacreditado ¿por qué querríamos regular la IA?

La única conclusión a la que puedo llegar es que repartir más dinero de los contribuyentes a los países del Tercer Mundo, así como aumentar el compromiso en la escena mundial, son propuestas para sentirse bien, pero medidas vanas. En cuanto a la narrativa progresista, puedo asegurar que es permisible aferrarse al hecho de que Moscú está gobernado por un déspota brutal, pero la realidad que DC inició los acontecimientos que condujeron a la actual invasión de Ucrania no se puede ocultar. Del mismo modo, no se puede echar la culpa al «extremismo» cuando las políticas del bando progresista son un fracaso y un despilfarro del dinero de los contribuyentes.

El mundo actual no existe en bloques, por muy ideológicamente similares que sean las naciones. China ya está pagando el precio de su retirada de la liberalización parcial, mientras que Rusia tiene que lidiar con Asia central que intenta alejarse de su esfera de influencia, lo que ya viene ocurriendo desde hace tiempo. América no necesita ser el policía del mundo ni una reencarnación a escala de un país de San Francisco de Asís.

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