La Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) del Gobierno federal publicó nuevos datos sobre la inflación de precios la semana pasada y, según el informe, la inflación de precios durante agosto se aceleró, alcanzando el mayor incremento interanual en tres meses. Según el BLS, la inflación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) aumentó un 3,7% interanual en agosto, antes del ajuste estacional. Es el vigésimo noveno mes consecutivo en el que la inflación del IPC supera el objetivo arbitrario de la Reserva Federal del dos por ciento. (Más concretamente, la Reserva Federal tiene como objetivo una tasa del dos por ciento en el IPC subyacente). En agosto, la variación interanual del IPC subyacente duplicó el objetivo, situándose en el 4,2%).
Por su parte, la inflación intermensual del IPC aumentó un 0,6% (desestacionalizada) de julio a agosto. Es la mayor variación intermensual en 16 meses. La tasa de crecimiento interanual de agosto es inferior a la de agosto de 2022, que fue del 8,3%.
(Todo ello suponiendo que las cifras del IPC federal sean fiables y exactas. Para más información sobre la dudosa fiabilidad de estas cifras en la práctica, véase el artículo de Jonthan Newman de la semana pasada: «La inflación actual del IPC es peor de lo que se dice»).
La aceleración de las tasas de inflación en agosto puede sugerir que las recientes predicciones sobre el «fin» de la inflación de precios son prematuras. Por supuesto, la idea de que la inflación de precios ya ha desaparecido nunca ha sido acertada. La inflación de precios no ha desaparecido, sólo se ha ralentizado. Además, tras meses de máximos de casi 40 años en la inflación de precios durante la mayor parte de 2022, una mera ralentización de la inflación no hace nada para invertir los crecientes problemas de coste de la vida a los que siguen enfrentándose muchos consumidores americanos.
La creciente inflación de precios en agosto refleja el crecimiento continuado de los precios de los alimentos, la atención médica, la vivienda, etc. Los precios de los alimentos subieron en agosto un 4,3% interanual. Los productos sanitarios subieron un 4,5% en el mismo periodo. Los servicios —menos la energía— subieron un 5,9% interanual. Los precios de la energía cayeron un 3,6% interanual, y los de la gasolina un 3,3% en el mismo periodo.
Los precios de los alojamientos han experimentado uno de los mayores crecimientos de los últimos años, y los aumentos se han mantenido entre los más altos desde la década de 1980. En agosto, sin embargo, el crecimiento interanual de los precios de los alojamientos se ralentizó ligeramente, ya que aumentaron un 7,3%. Esta cifra es inferior al aumento interanual del 7,9% registrado en julio, y fue el quinto mes de ralentización de los aumentos de los precios de la vivienda.
Por su parte, los salarios reales se mantuvieron prácticamente estables en agosto, con un aumento interanual del salario medio por hora de aproximadamente el 0,6%. Agosto fue el cuarto mes consecutivo en el que los salarios reales fueron ligeramente positivos, tras 25 meses de descensos. Según los nuevos datos de empleo del BLS publicados a principios de este mes, los salarios nominales crecieron con un aumento de los ingresos por hora del 4,3% interanual en agosto. Pero con una inflación de precios del 3,7%, el crecimiento real de los salarios fue inferior al 1%.
Además, si miramos más allá de los alimentos y la energía —los dos componentes más volátiles del IPC—, la inflación de precios sigue duplicando el objetivo oficial arbitrario del dos por ciento de inflación de precios. Esta tasa de aumento de la llamada «inflación subyacente» cayó al 4,3% en agosto, pero no ha bajado mucho desde la tasa de crecimiento del 4,7% de julio, ni desde el máximo de 40 años del 6,6% alcanzado el pasado septiembre. En términos intermensuales, el IPC aumentó un 0,3% en agosto (desestacionalizado). Se trata del mayor crecimiento intermensual de la inflación de precios en tres meses, y de la primera vez en seis meses que la medida aumenta mes a mes.
Tras la publicación del informe, los medios de comunicación se vieron obligados a admitir que la inflación de precios no está desapareciendo como insisten los pronosticadores de Wall Street y un sinfín de expertos. La NBC declaró que la inflación de precios «avanzó». The New York Times concluyó que «la presión sobre los precios sigue siendo obstinada». Barron’s declaró que el aumento del crecimiento del IPC muestra que «la Fed aún no está tranquila».
Todo esto es bastante cierto. La última vez que los EEUU se enfrentaron a un gran aumento de la inflación de precios —es decir, en los 1970— el crecimiento del IPC se ralentizó en general desde el máximo alcanzado en 1973 durante 1975 y 1976. Sin embargo, gracias a la continua falta de voluntad de la Reserva Federal para dejar que los tipos de interés se reajustaran de acuerdo con las realidades del mercado, la inflación de precios se disparó a niveles aún más altos a lo largo de 1977 y 1978.
No obstante, muchos economistas, inversores de Wall Street y expertos de los medios de comunicación utilizaron la ligera desaceleración de la inflación de precios durante el verano para justificar más recortes de tipos por parte de la Reserva Federal. Desesperadas por impulsar los precios de los activos con otra explosión de dinero fácil, las «élites» de Wall Street y sus aliados en Washington exigen recortes en el tipo de interés objetivo de la política monetaria.
Sin embargo, está claro que la Reserva Federal sigue temiendo las consecuencias políticas de la inflación de precios, ya que se negó a bajar el tipo objetivo de la política monetaria en su reunión del FOMC de esta semana. El tipo objetivo se mantiene en el 5,5%.
Esto no quiere decir que el 5,5% sea el tipo «correcto». La Reserva Federal no tiene ni idea de cuáles serían los tipos de interés del mercado sin su constante intervención. La mayoría de los tipos de interés serían probablemente bastante más altos que el 5,5% si se dejaran al mercado, pero la Reserva Federal sigue forzando los tipos a la baja para mantener los tipos de interés de la deuda pública relativamente bajos mientras la deuda nacional se dispara.
En otras palabras, un tipo objetivo del 5,5% es lo que conviene políticamente a la Reserva Federal en estos momentos. Y en eso consiste la política de la Reserva Federal: en la conveniencia política. La Reserva Federal teme que las altas tasas de inflación se descontrolen y provoquen inestabilidad política. Por lo tanto, la Fed sabe que tiene que hacer algo contra la inflación. Pero tampoco puede dejar que el mercado determine los tipos porque eso podría desencadenar finalmente la inevitable caída que debe venir tras años de un auge alimentado por la inflación. La Reserva Federal sabe que esto debe ocurrir en algún momento, pero también trabaja diligentemente para evitar que suceda en un año de elecciones presidenciales.
Por lo tanto, cuando vemos la política de la Fed en materia de inflación, debemos tener en cuenta que «gestionar la economía», tal y como la ve la Fed, es secundario a gestionar el servicio de la deuda pública y las expectativas del público. Lo que se desprende de la aceleración de la inflación de precios el mes pasado, junto con la inacción de la Fed, nos dice que la Fed sigue temiendo que la inflación de precios no esté desapareciendo rápidamente como los expertos y las reinas del bienestar de Wall Street nos quieren hacer creer. Por otro lado, la Fed también espera que la inflación se haya estabilizado lo suficiente, por ahora, para ser políticamente tolerable para el régimen.