Es un honor para la profesión económica que la teoría del valor trabajo haya quedado en buena medida pasada de moda. Sin embargo, hay un sector de la economía en el que continúa tomándose en serio: los deportes.
El último ejemplo de esta falacia económica apareció cuando A’ja Wilson, jugadora de Las Vegas Aces de la WNBA acudió a Twitter para darle un toque al nuevo contrato de Lebron James con Los Angeles Lakers. “154M. must.be. nice” [“154 millones deben estar bien”] escribía Wilson. “Aquí estamos pidiendo [un millón] pero, Señor, me vuelvo a la cola”. Cuando se le hizo recular por comparar su valor con el deuno de los mejores jugadores de todos los tiempos, respondió: “Ohh, ¿se trata de capacidades? Porque he oído hablar de un jugador de banquillos al que le pagan más de… no importa”.
En su defensa, Wilson es una deportista de 21 años que probablemente no ha pensado mucho en economía. Es comprensible que alguien en su situación envidie las nóminas que se consiguen en las grandes ligas profesionales deportivas. Por desgracia, los pensamientos de Wilson reflejan una creciente tendencia de los comentarios deportivos fijándose en las penalidades de la “mal pagada” jugadora de la WNBA. Lisa Borders, presidenta de la WNBA, incluso ha señalado al sexismo como razón esencial para las discrepancias entre las ganancias de los jugadores hombres y mujeres.
Por supuesto, la razón no tiene nada que ver con el sexismo y todo que ver con el hecho de que la WNBA no es muy popular entre los estadounidenses.
Por ejemplo, el mes pasado, la WNBA tuvo de media 250.000 espectadores por partido, con un máximo de 378.000. En relación con la historia de la liga, este es un éxito extraordinario, un 39% más que el año pasado. En comparación la Professional Bowling League (bolos) tuvo de media 650.000 espectadores en la ESPN.1 Así que, incluso en relación con otras ligas menores no profesionales, la WNBA está peleando por ser relevante.
¿Es posible, sin embargo, que esto sencillamente muestre una sesgo inherente sexista por parte de los consumidores contra el baloncesto femenino?
Por desgracia, la explicación de la “culpa del patriarcado” no se sostiene cuando se compara la WNBA con el deporte universitario. El campeonato femenino de la NCAA de este año consiguió 3,5 millones de espectadores en ESPN, un 9% menos que en 2017. Entretanto, las series finales del campeonato de la WNBA tuvieron de media 487.000 espectadores. Con un máximo de 597.000 para el primer partido. Estas cifras han sido presentadas por la liga como las más altas desde 2003.
Por supuesto, los ratings de TV son por sí mismos menos importantes que los dólares asociados a sus contratos televisivos y hay que reconocer a favor de la WNBA que ESPN dobló el importe de su contrato hasta los 25 millones de dólares por año en 2016. Esto ha llevado a David Berri, de Forbes, a argumentar que, como los salarios de la WNBA suponen menos de un cuarto de los ingresos de la liga, frente a la división del 50% de la NBA, la WNBA está claramente explotando a sus jugadoras. En contra de la postura de Berri está la sencilla observación que ingreso no es lo mismo que beneficio, otra medición contra la que ha luchado constantemente la WNBA. Como informaba el New York Times en 2016, solo la mitad de los equipos de la WNBA han conseguido ser rentables 20 años después de la fundación de la liga.
Realmente puede defenderse que las jugadoras de la WNBA cobran en exceso en relación con lo que quieren realmente los consumidores. Después de todo, la WNBA está subvencionada por la NBA de distintas maneras, incluyendo apoyo financiero directo, publicidad gratuita y el hecho de que muchas franquicias de la WNBA son propiedad del dueño de la NBA de la ciudad. De hecho, el gran contrato televisivo de la WNBA fue él mismo un derivado de la revisión del canal de su contrato con su equivalente masculino.2 Así que en lugar de gruñir acerca de los salarios de los que disfrutan los jugadores hombres, tal vez A’ja Wilson debería agradecer que el producto masculino ayude a aumentar su propia nómina.
Al final del todo, igual que cualquier otro artículo centrándose en cómo los deportistas están ganando poco (o mucho), todo deriva de la falsa opinión de que su compensación es un producto propio de su trabajo, en lugar de los valores subjetivos de los consumidores.
El éxito financiero de los deportistas profesionales no tiene casi nada que ver con su talento y todo que ver con la diversión que recibe el público. LeBron James es uno de los mejores deportistas de la historia mundial, pero si su deporte elegido generara el interés público que tiene la WNBA no estaría firmando un contrato de 154 millones de dólares. Esto también explica por qué los jugadores de deportes electrónicos están ganando más dinero que las mejores en el WNBA. Sin dolor, también se puede ganar dinero.
Por supuesto, las preferencias de los consumidores pueden cambiar. Tal vez el público estadounidense llegue a apreciar los fuertes fundamentos de la WNBA y, como consecuencia, mejoren sus salarios. Hasta entonces, las jugadoras de baloncesto tal vez deberían buscar mercados que den más valor a sus habilidades. Como Rusia.
- 1En notable señalar que el salario máximo de la PBA es aproximadamente el doble de la media de las jugadoras de la WNBA. Jason Belmonte ganó 238.912$, mientras que el salario más alto de la WNBA es de 110.000$.
- 2El intervencionismo público también beneficia al deporte, ya que los requisitos del Título IX han obligado a las universidades a mantener programas de baloncesto femenino si quieren mantener su equipo masculino.