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Las políticas de la Fed producen cosas muy malas

La Fed se dedica a generar inflación. Puede intentar detener los efectos de la inflación, es decir, el aumento de los precios. Pero según la antigua definición de inflación —un aumento artificial de la oferta de dinero y crédito— la razón de ser de la Fed es generar más inflación, no menos. -—Ron Paul, End the Fed (Eliminar a la Fed) (el subrayado es mío)

Probablemente sea injusto comparar la comedia negra de Peter Berg de 1998 Very Bad Things con las actividades de la Reserva Federal de los EEUU, pero el banco central comparte los rasgos de incompetencia y resultados desastrosos con la torpe fiesta de bodas de la película. Cuando uno considera el legado de la Fed desde su creación en 1913, puede que nada se acerque al daño que la Fed ha hecho a la vida de las personas. Y está claro que no tiene nada de gracioso. Uno podría pensar que la economía monetaria es un arte arcano más allá de la comprensión del hombre, y lo mejor que podemos hacer es lo que estamos haciendo: Contratar a tipos listos para que hagan conjeturas sobre lo que hay que hacer. Sin embargo, su misterio es puramente obra del hombre.

En su sentido más amplio, la economía puede considerarse el estudio de los intercambios. Así la define Robert Murphy, autor de un libro de texto inusual titulado Lessons for the Young Economist (lecciones para el joven economista). Es inusual en el sentido de que es metódico sin ser tedioso. De hecho, es francamente fascinante.

Los economistas que se vieron sorprendidos por la crisis de 2008 estaban metidos hasta el cuello en gráficos, agregados y malas teorías en las que creen hasta el día de hoy. Nos dicen que nadie vio venir el tren, así que si todos estaban ciegos, nadie estaba ciego. Insisten en que el choque de trenes fue sólo un desafortunado recordatorio de que la economía es algo difícil. Es mejor dejársela a los expertos de la Fed, donde los altos coeficientes intelectuales campan a sus anchas.

El problema es que los economistas de la Escuela Austriaca, como Murphy, vieron venir el tren en cuanto salió de la estación. Cada tren que sale de la estación intervencionista tiene su destino escrito en la ley económica, como se expone en las obras de Mises, Hayek, Rothbard, Paul y otros. Todo lo que ha ocurrido desde 1913 ha tenido para los austriacos todo el suspense de una mala novela.

¿Infló la Fed antes del colapso financiero de 2008-2009? Como loca. Tal vez por sugerencia de Paul Krugman, Alan Greenspan creó una monstruosa burbuja inmobiliaria para sustituir a la burbuja de las puntocom. ¿Se infló en respuesta a la quiebra? Bernanke disparó la base monetaria. ¿Los inversores pedían aún más bombeo monetario? Los que pedían el QE3 sí. Y hay innumerables otros nerviosos rondando el botón del pánico listos para unirse a ellos.

El libro de Murphy —aunque dirigido a alumnos brillantes de secundaria— proporciona las herramientas para entender lo que la multitud intervencionista parece incapaz de comprender, que es esto: los mercados sin trabas tienen mecanismos reguladores incorporados que mantienen el tren en las vías. Y la cuestión en juego no podría ser más crítica. Como leemos en la primera lección del libro de Murphy:

A diferencia de otras disciplinas científicas, las verdades básicas de la economía deben enseñarse a un número suficiente de personas para preservar la propia sociedad. No importa que el ciudadano de a pie piense que la mecánica cuántica es un engaño; los físicos pueden seguir investigando sin la aprobación del ciudadano de a pie. Pero si la mayoría de la gente cree que las leyes de salario mínimo ayudan a los pobres, o que los tipos de interés bajos curan una recesión, entonces los economistas formados no pueden hacer nada para evitar el daño que estas políticas infligirán a la sociedad.

Los responsables políticos del mundo, así como las personas que los sufren, podrían beneficiarse enormemente de memorizar ese pasaje. En esencia, hemos cambiado principios económicos sólidos por otros muy malos —falacias antiguas enmarcadas en una jerga moderna— y ahora nos preguntamos por qué el panorama económico es tan amenazador.

La idea de «intercambio», sin embargo, no se limita a las actividades comerciales de los individuos en las que se cambian bienes y servicios por dinero o por otros bienes y servicios. En todos los aspectos de nuestra vida nos enfrentamos a la posibilidad de cambiar el statu quo por otra cosa. El intercambio puede ser realizado por un individuo aislado, como el náufrago de ficción Robinson Crusoe, que debe construir una economía unipersonal, o el cambio puede ser provocado por personas que actúan juntas… como hicieron recientemente los votantes americanos.

Cambiar la educación por el adoctrinamiento estatal

A principios del siglo XIX, los reformadores educativos empezaron a «cambiar» el sistema jeffersoniano de educación voluntaria de los padres por un enfoque más colectivista inspirado en el despótico sistema prusiano. Jefferson era un firme defensor de las escuelas públicas para los pobres, pero un opositor igualmente acérrimo de la compulsión en la educación. Sin embargo, a finales del siglo XIX casi todos los estados tenían escuelas públicas obligatorias, en las que se inculcaban, a veces violentamente, las «virtudes» de la obediencia, la igualdad y la uniformidad, mientras se desalentaba o castigaba el pensamiento independiente.

Dado el sistema educativo, ¿debería sorprendernos que las incursiones del gobierno en la economía y en nuestras vidas privadas se produzcan sin mucha resistencia?

En 1913, cambiamos un arancel elevado por el impuesto sobre la renta, luego volvimos a tener un arancel elevado en 1921.

En 1917, cambiamos la paz por la guerra y, una generación más tarde, de nuevo la paz por la guerra. Después, paz por guerra perpetua.

En 1933, cambiamos la libertad económica por una forma de fascismo económico . Sin embargo, todavía lleva el nombre de «capitalismo de libre mercado», que es útil para confundir a la gente cuando los fascistas en el poder meten la pata.

Después de 2001, cambiamos libertad por seguridad y estamos recibiendo menos de ambas.

Pero el mayor desastre ha sido el cambio del dinero del mercado por el dinero político, iniciado en 1933 y completado en 1971. Cada americano y poseedor de dólares está ahora a la merced de los burócratas en lugar del mercado .

En economía, todos los intercambios voluntarios son acuerdos en los que todos salen ganando en el momento de la transacción. Ambas partes creen que mejoran su situación, de lo contrario no aceptarían el intercambio. Sin embargo, cuando los políticos realizan intercambios en nuestro beneficio, casi siempre salimos perdiendo. Alguien tiene que ganar, pero al final no está claro quién.

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