Las causas y consecuencias económicas de la inmigración están entre los temas más importantes que enfrenta hoy el mundo. Tanto los partidarios pro como antiinmigración se mantienen en sus trece y parece cada vez más improbable que alguno de los bandos se rinda. Sin embargo, a pesar del sombrío panorama, sigue habiendo esperanza de una discusión pacífica y comprensiva de la economía de la inmigración.
Con eso en la cabeza, quiero considerar los pensamientos de Mises sobre el tema. Para Mises, emigración e inmigración está motivadas por un hecho económico sencillo: las condiciones de producción no son las mismas en todos los lugares. Las condiciones naturales y humanas cambian constantemente y, como consecuencia, la productividad de tierra, trabajo y capital también lo hace. Por tanto, para aprovechar las ventajas de las condiciones cambiantes y producir de las formas más eficientes posible, la gente debe migrar constantemente a aquellos lugares en los que sus contribuciones sean más valiosas (1919, pp. 84–85).
El deseo de mudarse de regiones de baja productividad a regiones de alta productividad es para Mises la explicación fundamental para la migración de pueblos y limita la superpoblación (1919, p. 85). Podemos decir que un país está relativamente superpoblado cuando la misma cantidad de capital y trabajo es menos productiva allí que en cualquier otra nación. Reducir la superpoblación significa reducir esta «desproporción» al permitir la movilidad de personas y bienes (1919, p. 86). En opinión de Mises, la movilidad era un logro del liberalismo:
Los principios de la libertad, que han estado ganando terreno gradualmente en todas partes desde el siglo XVIII, dieron a la gente libertad de movimiento. (…) Sin embargo ahora (como consecuencia de un proceso histórico del pasado), la tierra se divide entre naciones. Cada nación posee territorios concretos que están habitados exclusiva o predominantemente por sus propios miembros. Solo una parte de estos territorios tiene la población que (…) también tendría bajo una completa libertad de movimiento, de forma que no hay ninguna entrada ni salida de gente. El resto de los territorios están establecidos de tal forma que bajo una completa libertad de movimientos tendrían que perder o ganar población. Así que las migraciones llevan a los miembros de algunas naciones a los territorios de otras. Eso da lugar a conflictos particularmente característicos entre pueblos (1919, pp. 86–87).
Mises tiene en mente dos tipos de conflictos: económico y social. El conflicto económico se produce porque los trabajadores nacionales se molestan por el hecho de que la inmigración hace bajar sus salarios:
En territorios de inmigración, esta deprime los salarios. Ese es un efecto colateral necesario de la emigración de trabajadores y no, por ejemplo, como quiere que se crea la doctrina socialdemócrata, una consecuencia accidental del hecho de que los emigrantes vienen de territorio de baja cultura y bajos salarios (1919, p. 87).
También puede generarse conflicto social. Sin embargo, Mises destacaba que en la mayoría de los casos los inmigrantes están obligados a renunciar a su identidad nacional y a adaptarse a la cultura de su nuevo hogar. Solo en casos relativamente extremos, como el imperialismo europeo, fue históricamente posible para los inmigrantes remplazar a los habitantes originales y sus culturas (1919, p. 89). De hecho, según Mises, las culturas fuertes no tienen que recurrir al gobierno para protegerse:
Una nación que crea en sí misma y en su futuro, una nación que quiera destacar el sentimiento seguro de que sus miembros están comprometidos entre sí, no por el accidente del nacimiento, sino por la posesión común de una cultura que es valiosa por encima de todos ellos, tendría que ser capaz sencillamente de permanecer imperturbable cuando vea que hay personas que se mudan a otras naciones. Un pueblo consciente de su propia valía evitará detener por la fuerza a quienes quieran irse e incorporar por la fuerza en la comunidad nacional a quienes no se unan a ella por propia voluntad. Dejar que la fuerza atractiva de su propia cultura se muestra en libre competencia con otros pueblos: solo es digno de una nación orgullosa, solo eso sería una verdadera política nacional y cultural. Los medios del poder y del gobierno político no serían en modo alguno necesarios para eso (1919, pp. 103–104).
Sin embargo, para Mises, las consideraciones culturales son principalmente algo aparte. En general, veía conflictos sobre la inmigración ocasionados principalmente por el proteccionismo en lugar de diferencias insuperables en seres humanos o culturas (1935). En particular, los sindicatos nacionales apoyan políticas públicas para restringir la inmigración y así mantener la competencia de salarios bajos fuera del mercado laboral:
La opinión pública se ha perdido por la pantalla de humo creada por la ideología marxista que habría hecho creer a la gente que el “proletariado de todas las tierras” organizado en sindicatos tiene los mismos intereses y que solo empresarios y capitalistas son nacionalistas. La dura realidad, que es que los sindicatos en todos esos países que tienen condiciones de producción más favorables, relativamente menos trabajadores y por tanto salarios más altos, buscan impedir la llegada de trabajadores desde tierras menos favorecidas, ha pasado en silencio (1935).
Como señala Per Bylund, esto es precisamente lo que está pasando en Suecia, donde los sindicatos impiden la integración de inmigrantes para mantener altos los salarios. El proteccionismo en casa también alimenta el proteccionismo en el extranjero, ya que las demás naciones tratan de atender la menor productividad a través de sus propias regulaciones pensadas para compensar la competencia «injusta» en el mercado mundial. Como las condiciones económicas empeoran en aquellos países en los que el Estado impide la inmigración, los conflictos se vuelven inevitables:
[La gente en estos países] indudablemente seguirá teniendo tantas causas para quejarse como antes, no sobre la distribución desigual de las materias primas, sino sobre la erección de berreras a la emigración en torno a las tierras con condiciones más favorables de producción. Y puede que algún día lleguen a la conclusión de que solo las armas pueden cambiar esta situación insatisfactoria. Así que podemos afrontar una gran coalición de las tierras de los presuntos emigrantes en oposición a las tierras que levantan barricadas para dejar fuera a los presuntos inmigrantes. (…) Sin el restablecimiento de la libertad de emigración en todo el mundo, no puede haber paz duradera (1935).
De esta manera, las políticas proteccionistas llevarían inevitablemente al conflicto y la destrucción de vida y bienestar humanos. De hecho Mises incluso da a entender que las políticas públicas dirigidas a controlar el movimiento y empleo de personas sufren del mismo problema que tiene la planificación centralizada socialista (1919, p. 85). Al mismo tiempo, el emprendimiento y la división del trabajo son las bases para un orden social racional y ninguno de ambos es posible son mercados laborales libres.
La principal amenaza que afronta la sociedad es por tanto la ideología iliberal y la única solución para este «principio de violencia» es desarrollar una filosofía liberal coherente para que sirva como base para una sociedad pacífica (1951, p. 49).
Mises creía que cualquier sociedad que rechazara los valores del liberalismo estaba condenada. En una época de nacionalismo, proteccionismo y guerra, es fácil ver qué quería decir.