Sabios aleccionadores de los medios de comunicación social observaron con satisfacción cómo Beto O’Rourke afirmaba recientemente que los seres humanos sólo tenían diez años para actuar contra el cambio climático, superando así a Alexandria Ocasio-Cortez, que anteriormente se había arriesgado al poner la fecha límite en doce años. Dejando a un lado el sarcasmo, es importante señalar que la «ciencia del consenso» codificada, por ejemplo, en los informes periódicos de las Naciones Unidas, no apoya en absoluto esta mentalidad de «colapso de los acantilados».
Nuestras figuras políticas ignoran al IPCC
La manera más rápida de hacer esta observación es reproducir algo que destaqué hace varios años en un artículo de la IER en el que atrapé a Paul Krugman inventando cosas sobre el cambio climático. Específicamente, la siguiente tabla proviene del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el IE5 (Tabla SPM.2):
Source: IPCC AR5, Working Group III, Summary for Policymakers
Para que sea más fácil de leer, voy a citar las partes izquierda y derecha de la tabla de abajo:
FUENTE: Adaptado de IPCC AR5, Grupo de Trabajo III, Resumen para Responsables de Políticas, Tabla SPM.2
Hay mucha información en la tabla, pero permítanme resumir los elementos importantes con respecto a las recientes afirmaciones de O’Rourke y Ocasio-Cortez. Las celdas beige de la tabla adaptada anterior muestran los incrementos porcentuales en los costes totales (no descontados) de mitigación necesarios para alcanzar las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero de la extrema izquierda (celdas blancas) en el año 2100, para los años 2030-2050 y también para los años 2050-2100, para dos escenarios diferentes de emisiones totales (ya sea por debajo de 55 gigatoneladas de CO2 equivalentes o por encima).
En otras palabras, las celdas beige nos muestran hasta qué punto un retraso de la acción gubernamental hasta el año 2030 aumentará el coste necesario para alcanzar las concentraciones atmosféricas especificadas para el año 2100 (celdas blancas). Específicamente, las células beige muestran que al «no hacer nada» sobre el cambio climático hasta el año 2030, incluso en un escenario de referencia de altas emisiones, la mejor estimación del IPCC sobre el coste de lograr un resultado agresivo aumenta en un 44 por ciento en los años 2030-2050 y en un 37 por ciento en los años 2050-2100.
Ahora, para estar seguros, el punto retórico de la tabla anterior en el IE5 era fomentar el apoyo a las políticas de mitigación del cambio climático. La gente que preparó esta mesa para los políticos quería mostrar: «Oye, como es obvio que vamos a tener que lidiar con el cambio climático en algún momento, más vale que nos pongamos en marcha, porque cuanto más nos demoremos, más caro será».
IPCC: Una verdad incómoda
Mi modesto punto aquí, sin embargo, es mostrar que esta mesa ahora representa un obstáculo incómodo para aquellos —como O’Rourke y Ocasio-Cortez— que intentan asustar a la gente para que apoyen propuestas ridículamente caras y agresivas para «luchar contra el cambio climático». Si O’Rourke y Ocasio-Cortez estuvieran cerca de estar en lo cierto cuando emiten sus ventanas de acción, entonces en la tabla del IPCC de arriba, todas las celdas beige deberían tener signos de infinito, y en una nota a pie de página se explicaría: «Si esperamos hasta 2030 para comenzar los esfuerzos de mitigación, todos moriremos».
Pero eso no es lo que nos dijo el informe de la ONU. En cambio, informó que sí, los costos de alcanzar varios objetivos climáticos (medidos por las concentraciones atmosféricas de CO2 en el año 2100) serían más altos debido al retraso, pero incluso en un escenario pesimista, la mejor estimación del aumento de los costos fue del 44%.
Conclusión
En este post, destaqué una tabla particular del informe más reciente de la ONU sobre la ciencia del cambio climático para mostrar cuán infundadas son las recientes afirmaciones de que los seres humanos tienen x años para actuar sobre el cambio climático. En Reason, Ronald Bailey reúne más pruebas —una vez más, de los mismos documentos de «ciencia de consenso» en los que se supone que debemos confiar— para demostrar que estas afirmaciones son absurdas.
Todo este episodio es otro ejemplo más de la farsa del debate político sobre el cambio climático. Siempre que un crítico discrepa con las propuestas más radicales que transforman la sociedad occidental, según sus propios proponentes, se le reprende como un negador de la ciencia. Y sin embargo, incluso un examen superficial de los informes técnicos reales muestra que los profetas de la fatalidad son los que están diciendo afirmaciones sin fundamento.