Apenas se había secado la tinta de la firma del presidente Biden transfiriendo otros 61.000 millones de dólares al agujero negro llamado Ucrania, cuando los principales medios de comunicación dieron la noticia de que no se trataba del disparo de despedida de una política de los EEUU fracasada. Las élites no tienen ninguna intención de detener este tren de la salsa, que transporta la riqueza de la clase media y trabajadora a la clase rica y conectada. Reuters escribió justo después de que se aprobara el proyecto de ley de ayuda que «el salvavidas de 61.000 millones de dólares para Ucrania no es suficiente». El líder de la minoría en el Senado, Mitch McConnell, fue a los programas dominicales tras la aprobación del proyecto de ley para decir que 61.000 millones de dólares «no es mucho dinero para nosotros...» Bueno, eso es fácil para él decirlo — ¡después de todo siempre es más fácil gastar el dinero de otros! El ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, no estaba nada agradecido por los 170.000 millones de dólares que hemos enviado hasta ahora a su país. En una entrevista con la revista Foreign Policy cuando se aprobó el paquete de ayuda, Kuleba tuvo el descaro de criticar a los Estados Unidos por no producir armas lo suficientemente rápido. «Si no puedes producir suficientes interceptores para ayudar a Ucrania a ganar la guerra contra el país que quiere destruir el orden mundial, entonces ¿cómo vas a ganar en la guerra contra quizás un enemigo que es más fuerte que Rusia?». ¿Qué tal eso como «gracias»? Es comprensible la frustración de los ucranianos. La mayor parte de este dinero no va a ayudarles a luchar contra Rusia. La ayuda militar de los EEUU a Ucrania ha dejado nuestros propios arsenales de armas agotados, por lo que el dinero se destina a crear nuevas líneas de producción para reemplazar las armas ya enviadas a Ucrania. Se trata de la industria armamentística de los EEUU. El presidente Biden lo admitió cuando dijo: «estamos ayudando a Ucrania al tiempo que invertimos en nuestra propia base industrial». Esta es la razón por la que Washington está desesperado por asegurarse de que, si Donald Trump vuelve a la Casa Blanca, el tren de la fortuna «Ucrania» no puede ser cerrado por su —futuras— administraciones. La semana pasada saltó la noticia de que el Gobierno ucraniano estaba negociando con la Administración Biden la firma de un acuerdo de seguridad de diez años que bloquearía la financiación de los EEUU para Ucrania durante las próximas dos administraciones y media. Esto ataría inconstitucionalmente las manos de los futuros presidentes en materia de política exterior y dejaría a los americanos a expensas de miles de millones de dólares más que les serían arrebatados y enviados a la industria armamentística y a un gobierno extranjero corrupto. La industria armamentística de los EEUU y sus porristas en Washington DC están decididos a que el dinero de Ucrania siga fluyendo... hasta que encuentren la forma de provocar una guerra con China después de perder la actual guerra con Rusia. Eso, por supuesto, depende de si queda algo de nosotros cuando se disipe el humo. Cuando el presidente Biden firmó el proyecto de ley de 95.000 millones de dólares para mantener las guerras en Ucrania y Gaza y provocar una futura guerra con China, lo calificó de «un buen día para la paz mundial». Sí, y «la guerra es la paz». La deuda es buena. La libertad es esclavitud. Vivimos en una sociedad de la posverdad en la que los miles de millones gastados en guerras sin sentido «no es mucho dinero». Pero se pagará el peaje y se saldará la deuda.