A finales del mes pasado, Erik Prince, el fundador del ejército mercenario de la Administración Bush en Irak —también conocido como Blackwater— expresó su admiración por los «ataques con buscapersonas» del Estado de Israel. En estos atentados, en los que murieron al menos dos niños y muchos otros resultaron gravemente heridos, se emplearon explosivos en zonas civiles muy concurridas.
Incluso una aplicación poco rigurosa de la teoría de la guerra justa nos obligaría a concluir que esos ataques son crímenes de guerra. Detonar bombas sin saber dónde pueden estar, o a quién afectarán, no encaja en ninguna definición de «guerra justa». Ni siquiera está claro que los objetivos fueran agentes de Hezbolá. Sólo se espera que confiemos en las opiniones de los tecnócratas israelíes.
No obstante, Prince alabó la operación declarándola «magnífica». Continuó diciendo que está «celoso» de los agentes de inteligencia israelíes y animó a la Agencia Central de Inteligencia de los EEUU a emplear tácticas similares.
No debería sorprendernos que Prince no tenga ningún problema con los crímenes de guerra. Durante la ocupación los EEUU sobre Irak, los mercenarios de Prince abrieron fuego contra civiles en la masacre de la plaza Nisour. Cuatro agentes de Blackwater fueron condenados más tarde por varios cargos de homicidio en relación con la masacre. (Trump indultó posteriormente a los condenados en un esfuerzo por complacer a los electores pro-militares).
Por lo tanto, lo que podemos esperar de Prince es que se dedique a más tácticas mortíferas de la CIA. Prince ha sido durante mucho tiempo un estrecho aliado del Estado profundo americano y durante décadas se ha ganado bien la vida estafando a los americanos a través de contratos gubernamentales financiados por los contribuyentes y cómodos puestos de consultoría con agencias de tres letras como la CIA.
A pesar de todo, sus partidarios describen a Prince como una especie de capitalista o empresario. Incluso ha afirmado ser un libertario que simpatiza con la economía de la Escuela Austriaca. Esto es claramente una tontería. Los verdaderos capitalistas y empresarios no basan sus modelos de negocio en explotar a los contribuyentes a través de lucrativos contratos gubernamentales. Los verdaderos libertarios no ayudan a sus gobiernos a llevar a cabo guerras de conquista sin sentido.
Prince no está solo en este falso «capitalismo» parasitario. De hecho, trabajar con la CIA parece ser uno de los pasatiempos favoritos de muchos ricos hombres de negocios que se hacen pasar por defensores del libre mercado.
Otro ejemplo de esta raza de «libertarios» defensores de la CIA es Peter Thiel. Thiel fue uno de los fundadores de Palantir, una plataforma tecnológica con estrechos vínculos con la CIA, la NSA, el FBI, el CDC y otras agencias. Thiel es, en palabras del gran periodista independiente Whitney Webb, «el arquitecto vinculado a la CIA de aspectos clave del Estado tecnocrático de vigilancia.»
Como ha demostrado Webb, las conexiones de Thiel con los programas de «conciencia informativa total» (TIA, por sus siglas en inglés) del Estado profundo son profundas y duraderas, y Palantir ha evolucionado hasta convertirse en un equivalente de la TIA que proporciona al Estado americano una valiosa IA y servicios relacionados.
Thiel, por supuesto, está a bordo de todas las iniciativas bélicas habituales del régimen de los EEUU, y ha estado ocupado ayudando al Estado de Israel a matar a los civiles de Gaza y del sur del Líbano.
Cuando se le preguntó en público por su apoyo activo al régimen israelí, Thiels respondió de forma casi incoherente que «mi tendencia es apoyar a Israel», que es malo «cuestionar» las decisiones del Estado israelí y que los expertos gubernamentales son los que mejor saben.
When asked about Israel using Artificial Intelligence AI to bomb & kill Palestinian civilians in #Gaza, Peter Thiel @peterthiel co-founder of PayPal and early Facebook investor, melts down, says:
“My bias is to defer to Israel ‼️” pic.twitter.com/P5Wk8UPO6a— Nour Naim| نُور (@NourNaim88) July 24, 2024
Esto es lo que obtenemos de los llamados «empresarios» libertarios que descreman la cima del estado de guerra.