El 24 de enero de 2025, el presidente Donald Trump ordenó la congelación inmediata de prácticamente toda la ayuda exterior de EEUU y emitió una orden de «paralización» de las subvenciones y contratos actuales, con efecto inmediato. Fue el inicio de lo que promete ser uno de los principales cambios en la política de ayuda exterior en EEUU durante su administración. Se trata de un paso en la dirección correcta, ya que muestra una comprensión de las consecuencias negativas de un gobierno intervencionista y hace hincapié en la responsabilidad personal.
La ayuda exterior significa en sí misma una redistribución de la riqueza por parte del Estado. Al interrumpir —o poner fin— a la ayuda exterior, los EEUU hace hincapié en la limitada participación del Estado en los asuntos económicos, promoviendo al mismo tiempo el libre mercado, las actividades benéficas y el desarrollo en manos de particulares y organizaciones privadas, en lugar del Estado.
La ayuda exterior sólo aumenta la dependencia de otras naciones y obstaculiza el crecimiento de su propia economía. En este sentido, los EEUU coloca inadvertidamente a las naciones receptoras en una posición en la que pasan a depender de la ayuda exterior en lugar de ser capaces de desarrollar por sí mismas sistemas económicos autosuficientes. El crecimiento y el desarrollo económicos deben surgir de las bases, donde los empresarios y las empresas locales impulsan el proceso, y no de las dádivas de los gobiernos, especialmente a las naciones extranjeras.
La congelación de la ayuda exterior del presidente Trump es simbólica por más de una razón. El memorando pedía una revisión de todos los programas de ayuda exterior en un plazo de 90 días y les daba forma para alinearlos más con la agenda de política exterior de los EEUU. Es muy probable que este proceso de revisión resulte en la reasignación o terminación de cualquiera de estos programas de ayuda que no estén en sintonía con las prioridades del gobierno.
Aunque los críticos afirman que esta congelación tendría consecuencias desastrosas, esos países y sus organismos deberían encontrar fuentes alternativas de financiación de particulares u otras fuentes, en lugar de utilizar el dinero de los contribuyentes de los EEUU. Hemos comprobado, una y otra vez, que las organizaciones privadas y los particulares atienden mucho mejor las necesidades humanitarias, tanto a nivel nacional como mundial. En primer lugar, son mucho más libres y eficientes, ya que sus acciones pueden centrarse en determinadas áreas sin estar cargadas de burocracias. Las organizaciones privadas también asumen más responsabilidades que los gobiernos porque los donantes y los beneficiarios tienen intereses creados en esos recursos.
En conclusión, la congelación de la ayuda exterior por parte del presidente Trump está bastante en línea con los principios libertarios. Esta decisión reduce la intervención gubernamental en los asuntos mundiales y promueve la responsabilidad individual. Esperemos que esto refleje un movimiento hacia intervenciones gubernamentales limitadas,
al menos en otras naciones y un apoyo al libre mercado. En definitiva, debería ser un hecho positivo si ayuda a crear un desarrollo mundial más constructivo y viable, marca una tendencia hacia una menor intervención gubernamental y hace que la atención se centre en la ayuda humanitaria fuera de las agencias gubernamentales.
