A finales de noviembre, la guerra civil en Siria, aparentemente dormida, se reavivó y los grupos rebeldes sirios iniciaron una nueva ofensiva por el oeste del país. Al principio, los rebeldes capturaron Alepo y Hama, y luego avanzaron hacia la capital, Damasco, derrocando finalmente al régimen de Assad.
La caída del régimen de Assad —el último régimen árabe laico— representa una victoria para los insurgentes terroristas islamistas y sus aliados. Los aliados de estos terroristas, muy especialmente de los EEUU y el Estado de Israel.
Washington comenzó a perseguirlo pública y activamente en 2013, cuando el entonces presidente Barack Obama declaró que Assad «debe irse» durante una conferencia de prensa conjunta con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. Entonces, como ahora, los EEUU se veía arrastrado una y otra vez a conflictos regionales al servicio del Estado israelí. Tel Aviv quería instalar un régimen títere en Siria que facilitara el acaparamiento de tierras israelíes en el sur de Siria.
Esta oposición al régimen de Assad se empaquetó como oposición a las supuestas violaciones de los derechos humanos por parte de Assad, aunque los supuestos crímenes de guerra de Assad parecen ahora casi pintorescos comparados con la continua carnicería de mujeres y niños por parte del Estado israelí en Gaza.
Del mismo modo que Tel Aviv no respeta el derecho internacional ni los límites a la guerra impuestos por la teoría de la guerra justa, el Estado israelí tampoco se resiste a apoyar a los terroristas cuando son útiles para derrocar a los enemigos más fuertes de Israel.
Durante años, los EE.UU. han mantenido miles de tropas en Siria —con cerca de 9.000 allí ahora— y, como Eric Margolis dice los EEUU «con Israel, ayuda a los yihadistas mientras los denuncia públicamente».
Por lo tanto, Washington y Tel Aviv han apoyado durante mucho tiempo lo que son esencialmente adjuntos de ISIS y Al-qaeda en Siria, incluyendo la rama de al-Qaeda Hayat Tahrir al-Sham (HTS), dirigido por Abu Mohammad al-Julani. Ahora, con los islamistas triunfantes sobre el Estado laico de Siria, Julani pronunció ayer un discurso de victoria en la Mezquita Omeya de Damasco, declarando el éxito de los «muyahidines».
Julani fue anteriormente líder del Frente al-Nusra, filial de Al-Qaeda en Siria. En 2016, Julani cambió de marca, afirmando haber cortado los lazos con Al Qaeda, y cambió el nombre de su grupo a Jabhat Fatah al-Sham, que se fusionó con otros grupos islamistas para formar HTS en 2017.
Con el fin del régimen laico de Siria llega otro golpe devastador para las menguantes comunidades cristianas de Levante y Oriente Próximo en general.
Durante al menos veinte años, Washington ha aplicado sistemáticamente políticas que han destruido antiguas comunidades cristianas en Oriente Próximo. La invasión y ocupación de Irak por los EEUU en 2003 destruyó el régimen laico que protegía legalmente a los cristianos. Tras la guerra de Bush, se multiplicaron la violencia y las represalias contra los cristianos. La guerra de Bush creó esencialmente un vacío de poder que permitió el ascenso de bandas islamistas en todo Irak, culminando en el surgimiento del ISIS, que destruyó sistemáticamente los lugares sagrados cristianos, y a los propios cristianos, en todo el norte de Irak.
Aunque afirma estar en contra del islamismo radical, la administración Bush, y todos los presidentes desde entonces, han optado por aliarse con algunos de los regímenes islamistas más brutales de Oriente Medio —especialmente Arabia Saudí—, que ha proscrito casi totalmente el cristianismo durante generaciones. En cambio, los EEUU se ha opuesto a los regímenes de la región que realmente toleran a los cristianos y les ofrecen cierta protección legal, a saber, Siria (bajo Assad) e Irán.
Sin Assad, es probable que las comunidades cristianas de Siria sufran lo mismo que en Irak. Es probable que veamos oleadas de violencia islamista contra las iglesias y comunidades cristianas, con nuevos mandatos para el hiyab y otros elementos de la vestimenta islamista impuestos en todo el país. Dado que el grupo conquistador es esencialmente Al Qaeda, podríamos incluso esperar la dinamitación de antiguos santuarios e iglesias cristianas.
Siria, después de todo, es el hogar de Damasco, donde el Apóstol San Pablo se hizo cristiano por primera vez y fue bautizado por San Ananías de Damasco. Siria fue un importante centro de teología cristiana en los primeros siglos con Padres de la Iglesia como Efrén el Sirio. Hasta el día de hoy —pero quizá no por mucho más tiempo—, antiguos grupos de cristianos rezan la Divina Liturgia en arameo, la lengua cotidiana de Cristo.
Es posible que pronto todo esto desaparezca, ya que el cristianismo se ve obligado a pasar a la clandestinidad a manos de estos aliados de Washington e Israel.