Mientras el RU desciende hacia la tiranía, donde el mero hecho de retuitear algo que no gusta al gobierno puede acarrear a una persona una condena de varios años de cárcel, los americanos se preguntan: «¿puede ocurrir aquí?». Después de todo, tenemos las garantías de la Primera Enmienda.
Pero mientras sacudimos la cabeza ante el hecho de que las autoridades británicas hayan encarcelado a personas por sus publicaciones en las redes sociales esta semana pasada, no debemos engañarnos. La respuesta es que silenciar la disidencia puede ocurrir aquí y está ocurriendo aquí.
He aquí sólo tres ejemplos recientes de cómo el «estado profundo» o el gobierno permanente conspira para restringir el diálogo político en los Estados Unidos.
La primera es la revelación de que la ex diputada y ex candidata presidencial de EEUU Tulsi Gabbard ha sido sometida al extrañamente llamado programa «Quiet Skies (cielos tranquilos)». Según informó el periodista Matt Taibbi basándose en revelaciones de informantes de la TSA, el pasado mes de julio Gabbard fue señalada como amenaza terrorista, y cada vez que viaja se marca su tarjeta de embarque para que sea apartada y sometida a un control exhaustivo. Según los denunciantes, «Gabbard no es consciente de que tiene dos equipos caninos de detección de explosivos, un especialista en seguridad en el transporte (explosivos), un supervisor de la TSA de paisano y tres alguaciles aéreos federales en cada vuelo en el que embarca».
Como la propia Gabbard reveló recientemente en el programa de Laura Ingraham: «Hace unas semanas, tuve la osadía de decir la verdad: que Kamala Harris sería esencialmente una portavoz y una marioneta del Complejo Militar Industrial y del Estado de Seguridad Nacional. Al día siguiente, 23 de julio, tomaron represalias. Desgraciadamente, esto es lo que podemos esperar de la «Administración Harris»». A continuación, tenemos el intento de asesinato del ex presidente Donald Trump. Parece que cada día trae una nueva revelación que pone en duda si el fallo masivo en la protección del candidato presidencial republicano fue sólo un «error honesto.» Sabemos desde 1963 lo que puede suceder a los presidentes que se cruzan con el «estado profundo» y sabemos por los cuatro años de Trump en el cargo cómo los «ex» funcionarios del estado profundo pueden conspirar para socavar la presidencia con mentiras como el «Rusiagate.»
Por último, tenemos el caso de Robert F. Kennedy, Jr. Hasta el intento de asesinato de Trump, la Administración Biden/Harris se negó a proporcionar protección del Servicio Secreto al candidato presidencial independiente. RFK, Jr. ha criticado de manera constante y efectiva no solo a la administración actual, sino al propio «Estado profundo» mientras estaba en campaña. Aunque hubo amenazas creíbles contra él durante la campaña, la administración Biden/Harris se negó a ceder durante meses. ¿Por qué? ¿Querían silenciarlo?
El gobierno de los EEUU aprendió una importante —y peligrosa— lección de Covid: todo lo que hay que hacer para aplastar la disidencia política es utilizar el peso del gobierno para obligar al sector «privado» a hacer la censura por ti. De prohibirnos expresar lo que pensamos sobre un virus a enviarnos a la cárcel por expresar otros pensamientos que no le gustan al gobierno sólo hay medio paso. Y tal vez algo peor.
Habrá una reacción en el RU a la brutalidad del régimen de Starmer. Sólo podemos esperar por su bien —y por el nuestro— que la reacción sea una nueva determinación de la gente de que ningún gobierno debe tener autoridad para hacerles callar o encarcelarles por sus opiniones políticas. Parafraseando a Benjamin Franklin, «libertad de expresión, si puedes conservarla».