A finales de la semana pasada, el presidente Biden inició una nueva guerra de EEUU contra el pequeño país de Yemen. Buques de guerra y aviones de combate de EEUU lanzaron más de un centenar de misiles contra el país en una escalada masiva que la Administración afirmó extrañamente que «desescalaría» las tensiones en el Mar Rojo.
Llevar a los EEUU a la guerra sin una declaración de guerra del Congreso es un grave delito contra la Constitución. Biden no sólo no mostró ningún interés en acudir al Congreso para una declaración de guerra, sino que ni siquiera pidió autorización. Junto con el fiable socio menor de Washington en la guerra, el Reino Unido, Biden atacó Yemen. Parece que la Administración de EEUU consultó más con el Gobierno del Reino Unido que con el Congreso de EEUU sobre los ataques.
Pero eso no es realmente lo peor. Lejos de tomar medidas contra esta medida ilegal de un presidente fuera de control, el Congreso como órgano ni siquiera consideró oportuno criticar a la Administración. Al contrario, los líderes del Congreso en ambos órganos aplaudieron al presidente Biden por violar descaradamente la ley de EEUU.
El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, no sólo elogió la maniobra ilegal, sino que instó al Presidente a ir más allá y enfrentarse a Irán. Dijo: «Esta acción de las fuerzas de EEUU y británicas es necesaria desde hace mucho tiempo, y debemos esperar que estas operaciones indiquen un verdadero cambio en el enfoque de la Administración Biden hacia Irán y sus apoderados, que están participando en tal maldad y causando tales estragos.»
En su favor, varios diputados del propio partido de Biden se unieron a un puñado de colegas republicanos para denunciar que un presidente de EEUU lleve al país a la guerra sin tener autoridad para ello. El representante californiano Ro Khanna fue uno de los primeros demócratas en criticar el belicismo de Biden, declarando: «Los ataques del Presidente en Yemen son inconstitucionales. Durante más de un mes, consultó a una coalición internacional para planificarlos, pero nunca acudió al Congreso para pedir autorización, como exige el Artículo I de la Constitución».
Los redactores de la Constitución otorgaron el poder de declarar la guerra al Congreso porque comprendieron que dejar ese poder en manos de una sola persona era una receta para el desastre. El papel del presidente consiste en defender la declaración de guerra. El Congreso delibera y autoriza o rechaza la acción propuesta.
Es evidente que Washington no ha aprendido las lecciones de Afganistán, Irak, Siria y todas las demás intervenciones fallidas de EEUU en los últimos 20 años. ¿Por qué seguimos perdiendo guerras? Porque no entramos en guerras de acuerdo con la Constitución de EEUU. Esta guerra no será diferente.
Los hutíes de Yemen resistieron años de ataques de los saudíes con armamento de EEUU de última generación y salieron victoriosos. Hasta ahora no han atacado buques de EEUU en el Mar Rojo, sino sólo barcos que se dirigen a puertos israelíes o proceden de ellos. Lo hacen en oposición a la destrucción de Gaza por Israel. En resumen, nunca fue nuestra guerra. Pero ahora, con este ataque, Biden la ha convertido en nuestra guerra.
Así que nos quedamos con el extraño y triste espectáculo del Congreso dormido al volante mientras un Secretario de Defensa lanza ataques militares desde su cama de hospital al servicio de un presidente que claramente no está en su mejor momento. Todo ello en pos de una política que carece de sentido y que nos está acercando a una gran guerra en Oriente Próximo que sólo perjudicará, no servirá, a los intereses nacionales de EEUU.
Reimpreso con permiso del Instituto Ron Paul.