Mientras los incendios en California y otros lugares queman bosques, hogares y negocios y mientras continúa una evacuación del tamaño de la del Katrina, ecologistas y medios de comunicación realizan nuevas afirmaciones: estos desastres son el resultado del calentamiento global.
Según reciente programa de «60 Minutes» y nuevas declaraciones en la CNN, el calentamiento global está causando estos nuevos desastres y so queremos tener menos incendios en el futuro, tenemos que «cambiar nuestro estilo de vida» ahora.
Una publicación ecologista declara:
Los incendios que consumen el sur de California son extraordinarios: Extraordinarios porque han afectado a tantos hogares. Extraordinarios porque empezaron muy rápido y han ardido muy intensamente. Extraordinarios porque están agotando los formidables recursos de lucha contra el fuego en una región acostumbrada a los incendios.
Pero en los próximos años, pueden convertirse en normales.
Los científicos ya han relacionado el aumento en frecuencia e intensidad de los incendios con el cambio climático y los científicos confían en que las condiciones que producirá en calentamiento global harán que las condiciones sean más propicias para los incendios.
Dice Anderson Cooper de CNN, al presentar «Planeta en peligro», de la CNN:
Lo mejor de la próxima hora (…) la gran imagen. Estos fuegos son en realidad una parte. Incendios, sequía, calentamiento global, cambio climático, deforestación, todo está relacionado, esta noche, a las 9, hora del este (…) «Planeta en peligro» empieza en solo 30 minutos.
Hay incluso científicos proporcionando la «hoja de parra» para esta nueva teoría de los incendios forestales, como este reciente artículo de Science:
La actividad de los incendios en el oeste de Estados Unidos se estima ampliamente que ha aumentado en décadas recientes, aunque no se haya documentado sistemáticamente ni el nivel de los cambios recientes, ni el grado en que el clima puede estar generando cambios regionales en los incendios. Mucha de la discusión pública y científica de los cambios en los incendios del oeste de Estados Unidos se ha centrado por el contrario en los efectos de la historia del uso de las tierras en los siglos XIX y XX. Hemos recopilado una completa base de datos de grandes incendios en los bosques del oeste de Estados Unidos desde 1970 y la hemos comparado con datos hidroclimáticos y de la superficie del terreno. Aquí mostramos que la actividad de los grandes incendios aumentó súbita y notablemente a mediados de la década de 1980, con una mayor frecuencia en grandes incendios, mayor duración de los incendios y temporadas de incendios más largas. Los mayores aumentos se produjeron en bosques de las Rocosas del Norte a alturas medianas, donde los historiales de uso del terreno tienen un efecto relativamente pequeño en los riesgos de fuego y están fuertemente relacionados con el aumento en las temperaturas en primavera y verano y un deshielo primaveral más temprano.
La traducción es esta: la gestión pública de los bosques ha sido buena; el calentamiento global es la causa de los incendios modernos de bosques que están consumiendo enormes espacios en el Oeste americano. Tal vez sea conveniente que científicos pagados por el gobierno nos digan que el problema real es la empresa privada que produce todo el dióxido de carbono que supuestamente nos está matando.
Sin embargo está este pequeño problema de la gestión pública de los bosques del oeste durante más de un siglo que nos ha proporcionado una situación que ha llevado inevitablemente a lo que vemos ahora. Un reciente trabajo de Alison Berry, del Property and Environment Research Center, apunta a un culpable muy diferente (pero habitual), el gobierno federal.
Escribe Berry:
Durante la mayor parte del siglo XX, la política federal de EEUU se centraba en apagar todos los incendios en bosques nacionales. El objetivo era proteger los recursos madereros y las comunidades rurales, pero esta política ignoraba la importancia ecológica del fuego. Los bosques norteamericanos han evolucionado con fuego durante miles de años. El fuego devuelve nutrientes a los terrenos, favorece el crecimiento de árboles mayores resistentes a incendios y promueve el crecimiento de plantones.
Décadas de exclusión de fuegos han producido bosques densos poco característicos en muchas áreas. Algunos bosques, que previamente ardían ligeramente cada 15-30 años están ahora ahogados con vegetación. Si se incendian, estos bosques generan conflagraciones de mucha mayor intensidad que los niveles históricos. Yerbas, matorrales y retoños en el sotobosque forman así una escalera de combustible, a través de la cual las llamas pueden subir a la fronda, acabando con bosques enteros.
El problema del fuego se agudiza por la disminución en las sacas de madera desde finales de la década de 1980. En ausencia de fuego y con sacas reducidas de madera y decreciendo, han proliferado numerosos árboles de pequeño diámetro. Los árboles ahogados compiten por la escasa agua, luz del sol y espacio para crecer.
Para entender cómo llegamos hasta aquí, tenemos que recordar que tratamos con viejos legados políticos. Primero, la compra de Luisiana de 1803 puso todos los nuevos territorios del oeste en manos del gobierno federal. Incluso hoy, el gobierno posee más de la mitad de todos los territorios del oeste.
Segundo, la presidencia de Theodore Roosevelt nos dio más que solo beligerancia y retórica contra las empresas; también nos dio políticas socialistas de terrenos gubernamentales. Roosevelt estaba muy influido por Gifford Pinchot, un progresista que era de la opinión de que el Estado sería un mejor gestor de los terrenos que la empresa privada. Según Wikipedia (en inglés):
Pinchot pretendía cambiar la política de los territorios públicos de una que dispersaba recursos hacia poseedores privados a uno que mantuviera la propiedad y gestión federal de dichos territorios. Era un progresista que creía firmemente en el movimiento de eficiencia. Su objetivo era el uso más eficaz económicamente de los recursos naturales: el desperdicio era su gran enemigo. Sus éxitos, en parte, se basaron en las redes personales que empezó a desarrollar como estudiante en Yale y continuaron a lo largo de su carrera. Su implicación personal en el proceso de reclutamiento llevó a un alto esprit de corps en el Servicio Forestal y le permitió evitar el patrocinio político partidista. Pinchot aprovechaba su conocimiento profesional para conseguir seguidores en una época en que el profesionalismo y la ciencia eran muy valorados. Una prioridad importante para él fue profesionalizar el Servicio Forestal; para ello ayudó a fundar la Escuela Forestal de Yale como fuente de hombres bien preparados.
En ese momento, los madereros estaban talando grandes extensiones de bosques privados y algunos conservacionistas expresaron alarma, temiendo que pudieran desaparecer pronto todos los bosques de EEUU. (Como muchas otras predicciones terribles, esta no tenía de hecho ninguna base, pero fue a pesar de todo una útil herramienta retórica para extender el miedo entre el público y dar poder al Estado).
Al crear el Servicio Forestal de EEUU, la administración Roosevelt busca abrir un camino entre el abierto conservacionismo defendido por John Muir y el movimiento para la venta de terrenos gubernamentales a propietarios privados, incluyendo las compañías madereras. Po el contrario, el gobierno destacaba su propia «pericia» frente a los intereses a «corto plazo» de los intereses privados y eso significaba establecer sus propias políticas. Escribe Berry:
El Servicio Forestal se creó en 1905 para gestionar las reservas forestales de la nación y poco después la agencia adoptó una política de supresión de incendios en toda la nación. El historiador de incendios Stephen Pyne apunta que en los primeros años el Servicio Forestal tenía que probar sus puntos de vista. Muchos forestales del momento reconocían el valor de los «pequeños incendios» para eliminar vegetación del sotobosque, pero el Servicio Forestal quería apartarse de esta práctica común de granjeros rurales y americanos nativos. El Servicio Forestal había insistido en que debería gestionar las reservas forestales precisamente porque ofrecían algo distinto a las prácticas de frontera. (…)
Asimismo, el Servicio Forestal necesitaba un mensaje no complicado con respecto al fuego en los bosques. No le serviría a la agencia intentar educar al público sobre la diferencias entre usos apropiados e inapropiados del fuego: «la propaganda no prospera con distinciones cercanas» (…) Así que el Servicio Forestal adoptó una posición inequívoca contra el fuego. Posteriormente el mensaje anti-fuego del oso Smokey («solo tú puedes impedir el fuego en el bosque») se convertiría en una de las campañas de publicidad más eficaces de la historia.
Esta forma de gestión era coherente con el «movimiento de eficiencia», en el que, según Wikipedia:
Los partidarios argumentaban que todos los aspectos de la economía, sociedad y gobierno estaban inundados con la corrupción y la ineficiencia. Todo sería mejor si los expertos identificaran los problemas y los corrigieran. El resultado fue un fuerte apoyo a un proyecto de construir departamentos técnicos en universidades, escuelas de negocio e ingeniería, agencias de investigación y control de gastos públicos en general, tanto fiscal como municipal ejemplificados en casos tales como la reforma de hospitales y escuelas de medicina. Su representante más conocido es quizás el ingeniero Frederick Winslow Taylor, quien proclamó que siempre hay «una manera óptima» de corregir las cosas.
Dicho de forma sencilla, el Estado sabe. Durante buena parte del siglo XX, los bosques públicos estuvieron «dirigidos» principalmente a servir los intereses madereros y a menudo dedicados a políticas abiertas de subvención de empresas madereras. Aunque el sector maderero prosperó bajo esas condiciones, había dos problemas. Primero, estaba el tema del cálculo económico en el que el valor de las cosas dependía tanto de los caprichos del Congreso y el ejecutivo como del valor que dichos recursos habrían tenido en un mercado libre.
Segundo, y más importante para la situación actual, la política de gestión forestal y supresión de incendios experimentó cambios importantes. Mientras el Servicio Forestal suspendía temporalmente su política del «Oso Smokey», una avalancha de enormes incendios en 1988, incluyendo la conflagración en el Parque Nacional de Yellowstone, en el que estaba en práctica una política de «dejar arder», llevó a una enorme protesta pública (o más concretamente, política), así que se abandonó la política y el Congreso reclamó de nuevo la supresión de incendios.
A finales de la década de 1980, y especialmente durante las administraciones de Bush I y Clinton, el gobierno empezó a impulsar agresivamente la Ley de Especies en Peligro como una forma de conservar los bosques del oeste. Dando un giro radical a sus políticas de permitir a las empresas madereras talar bosques del oeste, se cambiaron a «dejar los bosques completamente en paz», una política que cambió el aspecto de los bosques.
Para empezar, no-talar significaba que los árboles crecerían más juntos, haciendo los bosques tan densos que fuera inevitable que los incendios antes normales se convirtieran en conflagraciones. Aunque estas políticas fueran populares entre los ecologistas, eran desastrosas para gente que antes dependía de la leña para ganarse la vida. (Déjenme que apunte también muchos de las directivas contra la tala y la minería de la administración Clinton tuvieron el efecto de empobrecer a aquellos condados que tuvieron el descaro de votar a oponentes políticos de Clinton en las elecciones presidenciales. El que fuera una coincidencia o a propósito es algo que tiene que decidir el lector).
Pero mientras se iban los leñadores, venían los millonarios. Gente rica que quería alejarse de las populosas ciudades de la Costa Oeste construyó nuevas casas adyacentes a los bosques nacionales. Sin embargo los gobiernos dominados por los ecologistas rechazaron permitir a estos propietarios aclarar terrenos cerca de sus casas, lo que significaba que si los bosques cercanos se incendiaban, sus casas casi seguro que se quemarían. La aplicación de la Ley de Especies en Peligro para impedir que los propietarios eliminaran riesgos naturales de fuego también aseguraba que las nuevas casas fueran vulnerables ante incendios.
Esto es especialmente cierto en las montañas costeras del sur de California, donde se ha producido la última oleada de incendios. La gente ha construidos sus «hogares soñados» en las más frescas y espectaculares alturas superiores, esperando que el peligro de incendio fuera solo un peligro y no una realidad. Las políticas estatal y federal, citando la Ley de Especies en Peligro, han prohibido específicamente a los propietarios individuales proteger sus propias casas y propiedades cambiando el paisaje cercano para controla el peligro de incendio.
Los incendios son naturales en el sentido que siempre se han producido en la tierra y continuarán ocurriendo. El problema real de los incendios actuales es, sin embargo, el gobierno. Los gobiernos —en nombre de una gestión «científica» y «ecológica»— han gestionado muy mal el entorno natural. La política medioambiental ha funcionado sobre la suposición —tan elocuentemente explicada por Lew Rockwell— de que «la propiedad privada es el enemigo». Escribe que los ecologistas creen:
La naturaleza es un fin en sí mismo. Así que debe ser propiedad pública, es decir, del estado. El Estado, en su gestión de la tierra, no debe hacer nada con ella. No debe haber quemas controladas, eliminación de maleza, talas de bosques o siquiera turismo. Podemos admirarla desde lejos, pero el trabajo de manos humanas nunca debe intervenir.
De hecho, vemos las obras de esas políticas: la completa destrucción del hábitat humano y animal.
Esas especies en peligro que se supone que protege la ley se ven engullidas junto con las casas de millones de dólares que odian los ecologistas. Así es como el estado «protege» a la naturaleza. De hecho, el gobierno se ha ocupado del entorno natural de la misma forma que las fuerzas armadas de EEUU se ocuparon de Vietnam: lo han destruido para «salvarlo».