Por el bien de la paz y la prosperidad del mundo, EEUU debería asumir el verdadero papel de liderazgo a la hora de demostrar al mundo que todo lo que hace falta es libre comercio y no intervencionismo. En otras palabras, todas las naciones deberían sencillamente ocuparse de sus propios asuntos y establecer buenos ejemplos. Igual que las políticas de laissez faire funcionan dentro de las fronteras de una nación, la libre cooperación entre personas de distintas naciones revelaría rápidamente qué políticas funcionan y cuáles no. Es importante recordar que no hay nada que pueda hacer internamente una nación para obligar a otras a subvencionar su economía. Todas las subvenciones, manipulaciones monetarias, etc. son autodestructivas. Por tanto EEUU debería seguir las siguientes acciones para eliminar la interferencia pública con el comercio pacífico y cooperativo entre sus ciudadanos y los ciudadanos de otras naciones.
Uno: Adoptar libre comercio unilateral
Eliminar completamente todas las restricciones a la importación y exportación de productos legales. Para fines comerciales, tratar al resto del mundo como si fuera parte del propio país, es decir, la libertad de comprar y vender todos los productos legales en cualquier lugar del mundo. Es una falacia mercantilista que una nación se haga rica vendiendo más de lo que importa, acumulando así oro (hoy en día, un “superávit comercial”). Por el contrario, las naciones mercantilistas niegan a sus ciudadanos el derecho a convertirse en ricos. No permiten a sus ciudadanos intercambiar el producto de su trabajo por los mejores bienes y servicios. Más bien niegan a sus ciudadanos un nivel de vida más alto al obligarles a comprar bienes nacionales con precios mayores o menor calidad. Si no fuera así (es decir, si una nación pudiera producir todas las cosas que necesitara con el mínimo precio mundial) no se necesitarían barreras comerciales, ya que nadie desearía comprar bienes extranjeros inferiores o de precios más altos. Por supuesto, no es así en absoluto. La división del trabajo es un proceso natural y beneficioso que no conoce fronteras políticas internacionales. Si Hawái no fuera un estado de la unión, sino una nación extranjera bajo su propio sistema político, ¿estarían mejor los estadounidenses negándose las piñas cultivadas en Hawái y por el contrario cultivarían piñas inferiores a precios más altos en algún lugar de los restantes cuarenta y nueve estados? Por supuesto que no. El libre comercio permite la asignación más eficiente de capital en todo el mundo para producir los mejores bienes y servicios de aquellos que participan de él.
Dos: No cabildear ante gobiernos extranjeros para permitir los bienes de los ciudadanos propios en sus países
Una nación que restringe las importaciones daña a sus propios ciudadanos. Permitámosles corregir los errores de sus propios gobiernos. Una nación que niega a sus ciudadanos el derecho a importar bienes de otros países pero anima sus ciudadanos a vender bienes en esos mismos países (e incluso pueda subvencionar estas ventas de alguna manera) adopta una política ilógica e insostenible. Es similar a vender sus propiedades y no cobrar nunca los cheques de los compradores. El intercambio exterior se acumula en el banco central de la nación proteccionista. ¿Pero para qué? Si ese gobierno compra la deuda nacional de la misma nación, entonces la falacia se hace todavía más evidente. Niega a sus ciudadanos el derecho a comprar los bienes y servicios de la nación. Aun así, cuando el propio gobierno compra la deuda de alguna nación está financiando el gasto de esa nación (infraestructura, defensa, etc.) con el fruto del trabajo de sus propios ciudadanos. Nada podría ser más ilógico y esta política en tendría que abandonarse finalmente o la nación proteccionista quebraría económicamente.
Tres: No impedir a los propios ciudadanos comprar los llamados productos subvencionados o con dumping
Esta política usada a menudo es una consecuencia del mercantilismo. La nación A impide a sus ciudadanos comprar productos que afirma que la nación B subvenciona de alguna manera. La disputa sobre madera blanda entre EEUU y Canadá es un buen ejemplo. Los aranceles recíprocos que derivaron de esta disputa han hecho que los estadounidenses tengan que pagar más por las maderas blandas, reduciendo su nivel de vida. La consecuencia “que se ve” es que los productores de madera blanda estadounidense obtienen precios más altos para sus productos, pero a costa de “lo que no se ve” de sus conciudadanos. El consumidor estadounidense sufre y el capital se usa en maneras menos productivas que si no existiera el arancel. Si los canadienses son lo suficientemente estúpidos como para subvencionar las exportaciones, los beneficiarios son los estadounidenses. Los canadienses se ven gravados para que los estadounidenses puedan disfrutar de madera blanda más barata.
Cuatro: No subvencionar de ninguna manera ningún bien ya se venda nacionalmente o a extranjeros
El reverso del número tres anterior es que una nación no deberías subvencionar las exportaciones. Todos los ciudadanos de la nación exportadora soportan el coste y los ciudadanos de la nación importadora se llevan el beneficio.
Cinco: Acabar con todos los tratados y acuerdos comerciales y similares y dejar de financiar y cerrar todas las oficinas comerciales y despedir al personal
El libre comercio es incompatible con el comercio dirigido. Todos los acuerdos comerciales son comercio “dirigido”. Si no estuvieran dirigidos, ¿qué sentido tendría el propio acuerdo? No hay nada que dirigir. Pero si de lo que se trata en el acuerdo es de que una nación abra sus puertas a los productos de otra nación solo si esa nación actúa recíprocamente, ambas naciones siguen obedeciendo a los preceptos ilógicos y autodestructivos de una política comercial mercantilista.
Seis: No intervenir en ninguna manera en los asuntos internos de ningún país
Si algunos ciudadanos están disgustados con las políticas públicas de otro país, pueden boicotear privadamente los bienes de ese país y rechazar invertir en la economía de ese país. Esta es la equivalencia internacional a boicotear algún vendedor local. Un ejemplo es la decisión de 2006 de 7-Eleven de abandonar la empresa petrolífera venezolana de propiedad estatal Citgo como suministradora de gasolina. El hecho de que el gobierno venezolano no haya cambiado sus políticas como consecuencia de perder negocios en EEUU no es razón para que actúe el gobierno estadounidense. A los estadounidenses a los que les desagrade Venezuela pueden seguir sin comprar los productos del estado venezolano y pueden sencillamente sentirse seguros de que no están apoyando a su régimen comprando su producto más reconocible: el petróleo.
Siete: No participar en acuerdos de seguridad colectiva y limitados o mal definidos
Igual que una nación no debería intervenir en los asuntos de otras por su cuenta, por decirlo así, debería ser incluso más cuidadosa acerca de no verse legalmente obligada a intervenir en los asuntos de otras como consecuencia de un acuerdo de seguridad colectiva. Sería una intervención de segunda mano, por la que la propia nación no ha sido atacada pero actuaría como lo hubiera sido. Los acuerdos de seguridad colectiva deberían escribirse muy cuidadosamente. Los acuerdos de carta blanca eliminan el incentivo para los aliados de resolver desacuerdos pacíficamente. Hay pocas disputas en las que un bando es completamente inocente y el otro completamente culpable. Además, los acuerdos de seguridad colectiva pueden producir efectos indeseados, como reducir la seguridad de los miembros actuales y admitir nuevos miembros con antiguas animosidades que ahora mismo no encuentran razón para tratar de resolver pacíficamente. Los acuerdos de seguridad colectiva sufren las mismas consecuencias adversas de otras políticas socialistas.
Internacionalmente, el gobierno debería seguir la máxima “ocúpate de tus propios asuntos y da ejemplo”. Evita intervenir en los asuntos de otros y permite que tu buen ejemplo hable por sí mismo. En el comercio, evita las falacias del mercantilismo. Evita o limita estrictamente los acuerdos de seguridad colectiva y sigue el principio de no agresión.