[Cada año en el tiempo de Acción de Gracias, traigo de vuelta un artículo escrito por un colega profesor, Kent Dillon, acerca de la verdadera razón por la que celebramos este día festivo. Es una historia que ya no se cuenta en los libros, porque va completamente en contra de la corrección política y ataca la idea de que el Estado resuelve todos los problemas. Éramos profesores, así como parte de la plantilla en la Flint School, una escuela naval privada y académica a bordo de dos grandes buques y usábamos el mundo como campus. Kent escribió esto a los padres de los estudiantes hace 45 años, para que supieran que sus hijos estaban aprendiendo y experimentando.
El Día de Acción de Gracias fue un día especial a bordo de los barcos y lo celebramos con el nacimiento de la propiedad privada y el rechazo del colectivismo. Nuestra celebración no era para dormir o jugar con los demás. Celebramos realizando una tarea concreta hasta completarla y luego, cuando estábamos cansados y hambrientos, nos sentábamos para un gran festín de pavo recién cocinado, aderezado, con tarta de calabaza y camaradería compartida.
Incluso ahora en 2015, puedo decirles que esas cenas del Día de Acción de Gracias de pavos, tartas y todos sus adornos, después de un día de trabajo positivo, siguen siendo los más sabrosos que yo haya comido nunca.]
Acción de Gracias celebrado como nacimiento de la libre empresa
Por Kent Dillon
La celebración de Acción de Gracias es una celebración de la abundancia y su apreciación que ha caracterizado los sistemas de libre empresa, individualistas y capitalistas de los EEUU. Por eso América creció hasta convertirse en la zona más productiva y con el mayor nivel de vida del mundo. Los Peregrinos habían llegado a lo que hoy es Provincetown, Massachusetts, el 11 de noviembre de 1620, pero fue a finales de diciembre cuando se establecieron finalmente en Plymouth. En palabras del gobernador Bradford,
lo más triste y lamentable fue que en 2 o 3 meses murió la mitad de su compañía, especialmente en enero y febrero, en lo más profundo del invierno y necesitando casas y otras comodidades, estando infectados por el escorbuto y otras enfermedades, de forma que a veces morían 2 o 3 en un día, en los tiempos antes mencionados, de las ciento y pico personas, quedaron menos de 50.
Dedicaron su primer invierno a construir casas para poder mudarse del Mayflower y en marzo todos los colonos habían abandonado el barco.
El escorbuto y la fiebre habían hecho estragos, ya que para entonces 15 de las 18 esposas habían muerto, así como 19 de los 29 hombres y sirvientes contratados y la mitad de los 30 marineros. Cuando partió el Mayflower dejó atrás a 23 niños y 27 adultos, pero ningún peregrino volvió a Inglaterra.
Los Peregrinos habían puesto toda su comida y provisiones en lo que llamaban el «almacén común», que se creó bajo el principio socialista de «De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad».
Al llegar la primavera comenzaron a cultivar y en octubre recogieron su primera cosecha, que fue al almacén común. Era el momento de agradecer su supervivencia. Habían pasado 67 días en el Atlántico con 132 personas a bordo de un barco de 39 metros de eslora y sobrevivido para establecerse y obtener una cosecha.
En noviembre de 1621, el barco Fortune llegó con más de 30 nuevo colonos, la mayoría hombres jóvenes. Aparentemente llevaban «poco más que un pastel» con ellos, produciendo así otra sangría en el almacén común para el próximo invierno. El futuro se veía oscuro al acabarse los suministros de comida y la comunidad «socialista planificada» empezó a pasar hambre de nuevo. El almacén común se practicó durante un segundo año. La cosecha fue mala a pesar de la mano de obra adicional y los colonos murieron de hambre en el siguiente invierno demostrando de forma dramática de nuevo que la propiedad colectiva en una economía socialista era inoperante y no podía mantenerlos vivos.
Richard Grant, en La increíble máquina de pan escribe:
La experiencia de la primera colonia de Plymouth proporciona un testimonio elocuente de la inviabilidad de la propiedad colectiva. En su historia de la colonia de Plymouth, el gobernador Bradford describía cómo los Peregrinos cultivaban la tierra en común, y cómo los productos iban a parar a un almacén común. Durante dos años, los Peregrinos practicaron fielmente la propiedad comunal de los medios de producción. Y por dos años estuvieron al borde de morir de hambre, racionando a veces a «nada más que un cuarto de libra de pan al día para cada persona». El gobernador Bradford escribía que «la hambruna puede continuar al año siguiente también, si no hay alguna manera de prevenirla». Describía cómo decidieron finalmente los colonos introducir la institución de la propiedad privada:
«[Los colonos] empezaron a pensar cómo podían cultivar tanto grano como pudieran y obtener una cosecha mejor de las que habían tenido, para no languidecer así en la miseria. [En 1623], después de muchos debates, el gobernador (con el consejo de los más notables de entre ellos) cedió el paso para que cada quien se valiera por su cuenta (…) y confiar en sí mismos (…) así que asignó a cada familia una parcela de tierra. Esto tuvo mucho éxito, pues hizo que todas las manos fueran muy trabajadoras, de forma que se plantó mucho más grano del que se hubiera plantado por cualquier mediación del gobernador y de cualquier otro (…) y produjo mucho más contento. Las mujeres iban ahora voluntariamente al campo y llevaban a sus pequeños con ellas a cultivar el grano, lo que antes alegaba debilidad e incapacidad; que si hubieran sido obligadas se hubiera pensado que era una gran tiranía y opresión.»
Reflexionando sobre la experiencia de los dos años anteriores, Bradford continúa describiendo el absurdo de la propiedad comunal:
«La experiencia que se tuvo en este curso y condición común, probada varios años y que entre hombres piadosos y sobrios, bien puede demostrar la vanidad de esa concepción de Platón y otros antiguos, aplaudidos por algunos en tiempos posteriores: que eliminar la propiedad y crear una comunidad con riqueza común les haría felices y prósperos, como si fueran más sabios que Dios. Pues esta comunidad (hasta entonces) se fundó creando mucha confusión y descontento y retrasó mucho empleo que habría ido en su beneficio y comodidad. Pues lo jóvenes que eran los más capaces y apropiados para el trabajo y el servicio se quejaban de que debían dedicar su tiempo y fortaleza a trabajar para las mujeres e hijos de otros, sin ninguna recompensa. Los fuertes y con cualidades no obtenían más en la división de víveres y ropas, que el que era débil e incapaz de realizar un cuarto de lo que hacía el otro; esto se consideraba injusto.»
Los colonos aprendieron acerca de «la ola del futuro» de la forma más dura. Sin embargo, una vez descubierto el principio de la propiedad privada, los resultados fueron espectaculares. Bradford continúa:
«Por entonces llegó la cosecha y en lugar de hambre ahora Dios les dio abundancia y cambió la faz de las cosas, para regocijo de los corazones de muchos, por lo que alabaron a Dios. Y en el efecto de su plantación particular [privada] fue bien visto, pues todos, de una forma u otra, tenían bastante para pasar el año y algunos de los más capaces y trabajadores tenían para ahorrar y vender a otros.»
La colonia de Jamestown en Virginia tuvo experiencias similares al empezar bajo las mismas normas:
- No iban a poseer nada.
- Iban a recibir solo la comida y ropa que necesitaran.
- Todo lo que obtuvieran los hombres con el comercio o produjera la tierra tenía que ir al almacén común.
De los 104 hombres que fundaron la colonia de Jamestown en 1607 solo 38 sobrevivieron e incluso estos tuvieron que ser enviados a los campos «al ritmo del tambor» simplemente para cultivar comida para mantenerlos vivos el año siguiente. El capitán John Smith escribe después de que se abandonara el concepto de almacén común:
Cuando nuestra gente se alimentaba del almacén común y trabajaba junta, el que podía evitaba su trabajo o se dormía en su tarea y y no le preocupaba, no, los más honrados de entre ellos difícilmente se tomaban verdaderas molestias en una semana como se toman ahora para sí mismos en un día. (…) Conseguíamos tanto grano del trabajo de treinta como ahora tres o cuatro se consiguen para sí mismos.
La Acción de Gracias que celebramos es por el éxito de los Peregrinos después de establecer derechos de propiedad y libre empresa, ya que este acontecimiento puso los cimientos para el crecimiento de América.
Si nuestros antepasados Peregrinos y de la colonia de Jamestown se levantaran de sus tumbas y vieran los impuestos progresivos (a cada uno de acuerdo con su capacidad) y los programas sociales (a cada uno de acuerdo con su necesidad) que tenemos hoy, podrían ofrecernos una lección de historia simplemente citando a Goethe: «Aquellos que no aprenden de las lecciones de la historia están condenados a revivirlas».
Los libros de texto ya no mencionan los efectos del almacén común y la hambruna continuada hasta que se estableció el sistema de libre empresa y propiedad privada. ¿No te preguntas por qué la idea del Gran Experimento Americano es un concepto olvidado? ¿Y por qué los escritos de Tocqueville son un «análisis olvidado» en la educación actual? Mientras América se dirige hacia la «economía socialista planificada», aquellos que han dirigido a nuestro país en esa dirección se han asegurado de que las primeras lecciones de la fuerza del «Estado policial» necesarias para mantener el plan social de Jamestown (las armas del capitán John Smith) y del hambre y la muerte que resultaron de la falta de motivación inspirada por el «almacén común» se han eliminado de la instrucción de nuestros hijos.
Acción de Gracias no es solo un descanso del trabajo, un tiempo para atiborrarnos de pavo, salsas y tarta de calabaza, es un tiempo para recordar el verdadero significado de la fiesta y transmitir las lecciones de nuestros antepasados a nuestros hijos que no aprenderán estas lecciones en la escuela y por tanto deben aprenderlas en otro lugar.