Argentina sufrió la semana pasada otra “crisis de divisa” más. El jueves y el viernes, el peso argentino (ARS) se depreció un 9% frente al dólar de EEUU (USD), cayendo de aproximadamente 20,50 ARS por USD a 22,25 por USD. Para contener la caída del peso, el banco central argentino aumentó su tipo objetivo de interés (el tipo repo de referencia a 7 días) del 30,5% al 40% durante dos días consecutivos. Esto se sumó a un aumento en el tipo de 3 puntos porcentuales la semana anterior, durante la cual el banco también vendió 5.000 millones de dólares en reservas. El banco central también anunció claramente que usaría “todas las herramientas a su disposición” para reducir la inflación (que llegó al 25% interanual en marzo) hasta su tipo objetivo de 2018 del 15%. Los políticos acudieron al acto con el ministro de finanzas declarando en conferencia de prensa que el gobierno ha recortado su objetivo de déficit presupuestario del 3,2% al 2,3% del PIB.
Tras estos movimientos y proclamas políticas, el peso dejo de caer y recuperó un 1,7% de su valor frente al dólar de EEUU. Por ahora, los mercados se han calmado y, según los comentaristas de los medios y los analistas financieros (aquí, aquí y aquí), la crisis se ha solventado, al menos temporalmente. Sin embargo, como señalé en un post previo sobre una anterior crisis argentina de divisa, la depreciación del peso no es una crisis en sí misma que requiera tratamiento médico. Una crisis de divisa es una señal saludable de advertencia, como el aumento de la columna de mercurio en un termómetro médico. Vender reservas e invertir los flujos de capital a corto plazo aumentando incrementalmente los tipos de interés para suprimir los aumentos de precios en divisas extranjeras es como sumergir el termómetro en agua helada, lo que no hace absolutamente nada por tratar la enfermedad subyacente del paciente.
La verdadera crisis que sufre Argentina es un fracaso crónico y profundamente arraigado de sus políticas monetarias. Esto no se ha sugerido en las explicaciones normales de los medios de la más reciente depreciación del peso. Se ha dado por supuesto, que desde que el supuestamente pro-negocios Mauricio Macri se convirtió en presidente en diciembre de 2015, Argentina ha estado en la vía correcta de desregulación, reducción del déficit y desinflación. Pero nada más lejos de la realidad. Aunque hay que reconocer el éxito de Macri con respecto a los dos primeros objetivos, ha sido tal malo en el frente inflacionista como su predecesora populista de izquierdas, si no peor. Solo tenemos que mirar los dos indicadores para corroborar esta afirmación: el tipo de cambio USD/ARS y la tasa de crecimiento de la oferta monetaria (M2) de Argentina desde que Macri asumió el cargo.
Como señalaba Ludwig von Mises al inicio del siglo XX, el indicador más sensible de la inflación relativa de precios es el tipo de cambio. Como podemos ver en el Gráfico 1 inferior, el precio del dólar subió de aproximadamente 13 pesos a finales de 2015, cuando Macri eliminó los controles de cambios, a 22 pesos hoy, una depreciación del peso de un 70% con respecto al dólar.
La única causa de la inflación de precios y la depreciación de la divisa, como también enseñaba Mises, es la expansión de la oferta monetaria por el gobierno o su banco central, que monopoliza la emisión de moneda y las reservas bancarias. Los déficits presupuestarios y los tipos bajos de interés no son causas de la inflación, sino solo las principales razones por las que los gobiernos y los bancos centrales adoptan políticas monetarias expansivas. Los gráficos 2 y 3, más abajo, muestran que bajo los más de dos años de la administración Macri, la tasa de crecimiento interanual de la oferta monetaria nunca estuvo por debajo del 25% anualizado y durante los primeros tres trimestres de 2017 excedió el 45% anual.
Ni una reducción en los déficits presupuestarios ni tipos más altos de interés van a prevenir futuras crisis de divisa. Los aumentos cuidadosamente orquestados en los tipos de interés por los bancos centrales son inútiles, porque, salvo que los mercados de crédito queden libres para descubrir el tipo “natural” de interés que iguale oferta y demanda para fondos ahorrados voluntariamente, la oferta monetaria se expandirá se quiera o no. Así que los precios continuarán aumentando y la divisa se depreciará a trompicones.
¡Así que olvidaos de los mercados de moneda extranjera! ¡Olvidad las manipulaciones de tipos de interés! ¡Olvidad objetivos de inflación y reducción de déficit! Si el gobierno argentino es serio con respecto a librar al país del (supuesto) azote de las crisis de divisa, todo lo que tiene que hacer es ordenar al banco central que cese todas las operaciones de mercado abierto y préstamo. Esto paralizaría en la práctica la cantidad de reservas bancarias y la divisa en el país (lo que es “la base monetaria”) impidiendo una mayor expansión de la oferta monetaria y permitiendo que el tipo de interés encuentre su nivel natural. Pueden aparecer inicialmente una recesión y una mayor depreciación del tipo de cambio al liquidarse las malas inversiones y reajustarse precios, salarios y producción para cumplir con las preferencias de los consumidores. Sin embargo, esta política de dinero fuerte acabaría haciendo que el peso se apreciara en los mercados de moneda extranjera. En ese momento, los legisladores podrían discutir implantar una política antiinflacionista más permanente como abolir el banco central y el propio peso y “dolarizar” la economía. O pueden considerar abolir todas las barreras legales para pagar y contratar en oro, plata y divisas extranjeras para proporcionar competencia con el peso.