Ya está de nueva Elon Musk. El multimillonario magnate tecnológico continúa haciéndose cada vez más rico a costa de los contribuyentes, destacando la necesidad de hacer lo que aconsejaba Murray Rothbard acerca de reevaluar las «sociedades» de gobierno y empresas.
A primera vista, Elon Musk parece ser una historia quintaesenciada de éxito capitalista. El magnate de la tecnología nacido-sudafricano americano, diseñador principal de SpaceX y arquitecto de producto de Tesla, Inc. está ahora mismo clasificado 25º en la lista de las personas más poderosas del mundo de la revista Forbes y en febrero de 2018 Forbes había clasificado a Musk como la 53ª persona más rica del mundo.
Se podría concluir que la asombrosa riqueza de Musk se ha producido mediante un fiel seguimiento de los principios eternos e inexorables del capitalismo de laissez faire, donde la riqueza personal se consigue con el gobierno federal dejando tranquilo al comercio y quedándose fuera de los asuntos del sector privado. Sin embargo, esta percepción de la independencia económica de Elon Musk frente al intervencionismo del gobierno es en buena medida un invento y una distorsión cuidadosamente creada, ya que Musk se ha enriquecido personalmente mediante una gran cantidad de favoritismo público e interferencia estatista en el sector privado de la economía.
En este momento, Musk ha recibido bastante más de 5.000 millones de dólares en apoyo público. Informes anteriores han demostrado que más del 80% de los contratos de SpaceX vienen directamente del Tío Sam. Dado que el gobierno es el cliente principal de la mayoría de los contratistas espaciales, esto puede que no signifique mucho. De hecho, el pasado julio, un columnista de Mises Wire argumentaba que es un “medio héroe”, porque, aunque ha vivido en buena parte de la generosidad del gobierno, ha ejecutado “con éxito” grandes ideas que benefician a los consumidores en “el mundo realmente existente”.
Para ser justos, esta calificación puede haber parecido correcta el pasado verano, pero, como todas las criaturas del gobierno, las ideas de Musk calificadas como de éxito ya están empezando a venirse abajo.
Lo principal en las ventas de SpaceX siempre ha sido que puede vender cohetes más baratos que los de su competencia, pero un nuevo informe del inspector general del sector espacial concluía que SpaceX pronto tendrá unos desorbitados aumentos de precio del 50% “comparados con su precio final en la misión CRS-1”.
SpaceX ha indicado que la razón por la que aumentado los precios es que la empresa ahora tiene una “mejor comprensión de los costes implicados después de varios años de experiencia en misiones de reabastecimiento de cargas”. Esto solo significa que prometió en exceso y entregó en defecto, como es típico en el mundo público. En años recientes, los legisladores también han descubierto que los cohetes de SpaceX son mucho menos fiables que los de mucha de su competencia. Esto se destacaba en informes de diciembre de 2017 y enero de 2018, en los que el inspector general del Departamento de Defensa y el Consejo Asesor de Seguridad Aeroespacial de la NASA describían una lista de preocupaciones de seguridad con SpaceX, entre ellas 33 disconformidades graves.
Solo podemos adivinar que SpaceX dejaría de existir en ausencia de gobierno. Pero, dada la reciente historia de ventas titubeantes que han llegado con el fin del apoyo del gobierno a los vehículos eléctricos, es algo casi seguro con Tesla.
Como señalaba un artículo de Asian Review el pasado noviembre, solo meses después de que Hong Kong recortara sus desgravaciones fiscales para dueños de vehículos eléctricos, las ventas de Tesla cayeron a casi cero. También se produjo un drástico declive en los negocios en Dinamarca al realizar este país su propio recorte en los incentivos públicos. Es solo cuestión de tiempo que ocurra lo mismo en Estados Unidos, donde se espera que venza pronto la desgravación de 7.000$ de Tesla. De hecho, Tesla es ya el mayor corto en toda la bolsa de EEUU.
Aun así, como el barbo que no puede resistirse al nuevo cebo brillante, muchos políticos y apropiadores americanos, enamorados de cualquier atisbo de brujería tecnológica, no pueden decir no al desperdicio de dinero del contribuyente en los últimos proyectos favoritos de Musk, que no van a entregar lo que prometieron.
Solo podemos esperar que el público despierte pronto y se dé cuenta de lo que advertía Murray Rothbard: que el gobierno existe “precisamente para crear esas ‘sociedades’ en beneficio tanto del gobierno como de las empresas o, más bien, de ciertas empresas y grupos que resultan tener el favor político”.
La política está dirigida por la cultura, así que cuanto antes descubra el pueblo americano esta apreciación, antes se generará una impresión pública menor. No contendría el aliento.