Para la mayoría de expertos, la deflación, la cual ellos definen como la disminución general de los precios de los bienes y servicios, son malas noticias ya que generan expectativas de mayores reducciones de precios.
Como resultado, argumentan, que los consumidores posponen la compra de bienes en el presente ya que esperan comprar estos mismos bienes a precios menores en el futuro. Esto debilita el flujo general del gasto y a su vez, debilita a la economía.
Por lo tanto, dichos expertos sostienen que las políticas que contrarrestan la deflación también contrarrestan el declive económico.
Si la deflación conlleva a un declive económico, entonces las políticas que reversan la deflación deben ser buenas para la economía.
Reversar la deflación implicaría introducir políticas que apoyan el incremento general en el precio de los bienes, o sea, la inflación. Esto significa que la inflación podría ser un agente de crecimiento económico.
Según la mayoría de expertos, un poco de inflación puede ser algo realmente bueno. Los pensadores populares son de la opinión que una inflación del 2% no es dañino al crecimiento económico, pero que la inflación del 10% podría ser malas noticias. (De hecho, el objetivo de inflación de la Reserva Federal es de 2%).
Entonces, podemos concluir que a una tasa de inflación del 10%, es probable que los consumidores vayan a formar expectativas de una inflación creciente.
Según el pensamiento popular, en respuesta a una alta tasa de inflación, los consumidores acelerarán el gasto presente en bienes, lo que debería de estimular el crecimiento económico.
¿Entonces por qué una tasa de inflación del 10% o superior es considerada como algo malo por los expertos?
Claramente existe un problema con las definiciones populares de inflación y deflación.
La inflación no es esencialmente un incremento en precios
La inflación no es sobre el incremento general de los precios como tal, sino sobre el incremento de la oferta de dinero. Como regla cuando se incrementa la oferta monetaria se ponen en marcha incrementos generales en los precios. Sin embargo, esto no es necesariamente el caso siempre.
El precio de un bien es el monto de dinero que se solicita por una unidad de este. Para un monto constante de dinero y una cantidad del bien cada vez mayor, los precios realmente caerán.
Los precios también caen cuando la tasa de incremento de la oferta de bienes supera la tasa del incremento de la oferta de dinero. Por ejemplo, si la oferta monetaria incrementa por un 5% y la cantidad de bienes incrementa por un 10%, los precios habrán caído en un 5%, ceteris paribus.
Una baja en los precios en este ejemplo no puede ocultar el hecho que tenemos una inflación del 5% acá dado el incremento de la oferta monetaria.
Los precios crecientes no son el problema con la inflación
La razón por la cual la inflación es mala noticia no es por los incrementos de precios como tal, sino por el daño que la inflación inflige en el proceso de creación de riqueza. Acá está el porqué.
El principal rol del dinero es cumplir el papel de medio de intercambio. El dinero nos permite intercambiar algo que tenemos por algo que queremos.
Antes de que un intercambio pueda ocurrir, el individuo debe haber realizado algo útil para que él lo haya intercambiado por dinero. Una vez que asegura su dinero, lo puede intercambiar por un bien o bienes de su elección. Nota que a través del dinero que tenemos acá existe un intercambio de algo por algo más.
Pero ahora considera la situación en que el dinero es creado de la nada—esto es precisamente lo que hace el falsificador de dinero. Este tipo de dinero crea la plataforma para el intercambio de nada por algo. El falsificador intercambia dinero impreso por bienes sin haber producido nada útil.
El falsificador toma de la reserva de bienes reales sin hacer ninguna contribución a esta.
El efecto económico del dinero creado del aire es exactamente el mismo que el del dinero falsificado—este empobrece a los generadores de riqueza.
El dinero creado del aire re-direcciona la riqueza real hacia los poseedores del nuevo dinero. Como resultado, queda menos riqueza real para financiar las actividades generadoras de riqueza.
Esto a su vez conlleva al debilitamiento del crecimiento económico. Recordar que solo las actividades generadoras de riqueza pueden generar la riqueza y, por lo tanto, hacer crecer a una economía.
Notar que como resultado del incremento de la oferta monetaria lo que tenemos acá es más dinero por cantidad de bienes, y, por ende, mayores precios. Lo que importa, sin embargo, no es el incremento de precios como tal sino el incremento de la oferta monetario que pone en marcha el intercambio de nada por algo o «el efecto falsificador».
El intercambio de nada por algo, como hemos visto, debilita el procesa de la formación de verdadera riqueza. Por lo tanto, cualquier cosa que promueva el incremento de la oferta monetaria solo puede empeorar aún más las cosas. Mientras que la inflación es un incremento en la oferta monetaria, la deflación es la disminución de la oferta monetaria.
Hemos visto que incrementos en la oferta monetaria, o sea, la inflación da pie al aumento de varias actividades no productivas, las cuáles también podemos llamar «actividades burbuja».
Políticas de dinero fácil desvían recursos hacia actividades no productivas
Porque estas actividades no pueden sostenerse por sí mismas (ya que requieren el desvío de la riqueza de los generadores de riqueza), es que el incremento es actividades burbuja a cuenta del aumento de la oferta monetaria debilita la habilidad de los generadores de riqueza de poder generar riqueza.
Por ende, políticas monetarias sueltas con miras a contrarrestar la caída en los precios (ej: pelear la deflación), no hacen más que proveer soporte para las actividades no productivas. Tales políticas pueden producir la ilusión de éxito, en tanto, existan suficientes generadores de riqueza para financiar estas actividades no productivas.
Por ejemplo, una compañía con 10 departamentos, 8 departamentos son los que producen ganancias y los otros 2, pérdidas. Un Gerente General responsable cerraría o reestructuraría los dos departamentos que generan pérdidas. El no hacerlo solo redireccionaría fondos de los generadores de riqueza hacia los departamentos perdedores, así debilitando los cimientos de toda su empresa. Sin la remoción o restructuración, de los departamentos generadores de pérdidas existe el riesgo de que toda la compañía eventualmente quiebre.
A partir de este simple ejemplo podemos deducir que una vez que un porcentaje de las actividades generadoras de riqueza caigan abruptamente no habrá suficiente riqueza para apoyar la expansión en actividad económica. La economía cae entonces en un declive prolongado. Bajo estas condiciones, entre más intente el banco central de corregir los síntomas, peor se pondrán las cosas.
Sin embargo, una vez que a las actividades no productivas se les permite quebrar y que las fuentes del aumento en la oferta monetaria sean selladas, uno puede esperar que realmente ocurra una expansión de riqueza. Con la expansión de verdadera riqueza para un flujo constante de dinero, tendremos una caída en precio. Nótese que, si los precios caen gracias a la liquidación de actividades no productivas o por la expansión de la riqueza verdadera, son siempre buenas noticias. En el primer caso, indica que hay más financiamiento disponible ahora para la generación de riqueza, mientras en el segundo caso, esto indica que hay más riqueza de la que realmente está siendo generada.
La amenaza real a la economía no es entonces la deflación sino las políticas dirigidas a contrarrestarla.