Los tipos negativos son la destrucción del dinero, una aberración económica basada en los errores de muchos bancos centrales y de algunos de sus economistas, que parten de un diagnóstico erróneo: la idea de que los agentes económicos no toman más crédito ni invierten más porque deciden ahorrar demasiado y, por tanto, hay que penalizar el ahorro para estimular la economía. Disculpen la franqueza, pero es una idea ridícula.
La inflación y el crecimiento no son bajos por el exceso de ahorro, sino por el exceso de deuda, que perpetúa el exceso de capacidad con tipos bajos y alta liquidez y zombifica la economía subvencionando a los sectores de baja productividad y altamente endeudados y penalizando la alta productividad con una fiscalidad creciente y confiscatoria.
La evidencia histórica de los tipos negativos muestra que no ayudan a reducir la deuda, sino que la incentivan. No refuerzan la capacidad crediticia de las familias: los precios de los activos no replicables (inmuebles, etc.) se disparan por el exceso monetario y porque el menor coste de la deuda no compensa el mayor riesgo.
El crecimiento de la inversión y del crédito no se ve atenuado porque los agentes económicos sean ignorantes o ahorren demasiado, sino porque no tienen amnesia. Las familias y las empresas son más prudentes en sus decisiones de inversión y gasto, porque perciben, correctamente, que la realidad de la economía que ven cada día no se corresponde con el coste y la cantidad de dinero.
Es completamente incorrecto pensar que las familias y las empresas no están invirtiendo o gastando. Sólo están gastando menos de lo que querrían los planificadores centrales. Sin embargo, eso no es un error del sector privado, sino un caso típico de las estimaciones erróneas de los planificadores centrales, que provienen de utilizar el período 2001-07 como «caso base» de la inversión y la demanda de crédito en lugar de lo que realmente fueron esos años: una burbuja.
El argumento de los planificadores centrales se basa en una incoherencia: que los tipos son negativos porque los mercados los exigen, no porque los imponga el banco central. Si es así y el resultado sería el mismo, ¿por qué no dejan que los tipos floten libremente? Porque es falso.
Piense por un momento qué tipo de inversión, empresa o decisión financiera es rentable con los tipos al -0,5% pero inviable con los tipos al 1%. Una bomba de relojería. No es de extrañar que la inversión en sectores propensos a la burbuja aumente con tipos negativos y que los activos financieros y no replicables se disparen.
En lugar de fortalecer las economías, los tipos negativos hacen a los gobiernos más dependientes de la deuda barata. La deuda pública se negocia con rendimientos artificialmente bajos, y los políticos abandonan cualquier impulso reformista, prefiriendo acumular más deuda.
La represión financiera de los bancos centrales parte de un diagnóstico erróneo al asumir que el bajo crecimiento y la inflación por debajo del objetivo es un problema de demanda, no del exceso anterior, y acaba perpetuando las burbujas que pretendía resolver.
La política de tipos negativos sólo puede ser defendida por personas que nunca han invertido o creado un puesto de trabajo, porque nadie que haya trabajado en la economía real puede creer que la represión financiera llevará a los agentes económicos a tomar mucho más crédito y fortalecer la economía.
Los tipos negativos son una enorme transferencia de riqueza de los ahorradores y de los salarios reales al gobierno y a los endeudados. Un impuesto a la prudencia. La destrucción de la percepción del riesgo que siempre beneficia a los más imprudentes. Es un rescate de los ineficientes.
Los bancos centrales ignoran los efectos de la demografía, la tecnología y la competencia sobre la inflación y el crecimiento del consumo, el crédito y la inversión, y con políticas equivocadas generan nuevas burbujas que se vuelven más peligrosas que las anteriores. La siguiente burbuja volverá a aumentar los desequilibrios fiscales de los países. Peor aún, cuando los bancos centrales se presentan como los agentes que revertirán el efecto de la tecnología y la demografía, crean un riesgo y una burbuja mayores.
Cuando esto sucede, se hace necesario proteger los ahorros con oro, plata, instrumentos vinculados a la inflación y acciones en sectores que no sufren los tipos negativos.