En respuesta a los numerosos defectos de la Unión Soviética, la China de Mao Zedong y Venezuela, el estribillo «no era socialismo real» ha surgido como un grito de guerra entre los apologistas del socialismo. Algunos admiten fácilmente los fracasos de estos regímenes y los atribuyen al capitalismo y no al socialismo. Algunos se niegan a reconocer el fracaso en absoluto; ven estos experimentos como auténticos ejemplos de «socialismo real» y los perciben como éxitos inequívocos.
¿Cómo es posible? ¿No tenemos montañas de pruebas de que esos regímenes fueron fracasos catastróficos? Sin duda es así, pero estos socialistas también afirman tener montañas de pruebas a su favor, al menos las suficientes para pillar desprevenido a un capitalista. A la mayoría de los americanos se les ha enseñado durante toda su vida que la URSS era el infierno en la tierra, pero ¿cómo deben reaccionar cuando se les dan fuentes que dicen cosas como que los datos de la CIA muestran que los ciudadanos soviéticos vivían mejor que los americanos o que la Unión Soviética abolió la falta de vivienda? Estas afirmaciones son obviamente falsas, pero los escépticos del capitalismo y de americanos en general las encuentran atractivas.
Lo más sorprendente de todo es que los socialistas afirman que tienen pruebas definitivas de que el socialismo es mejor que el capitalismo. Señalan un estudio de 1986 que comparaba países «socialistas» con «capitalistas». El estudio utiliza el índice de calidad de vida física, que examina aspectos como la tasa de mortalidad infantil, la esperanza de vida, la ingesta diaria de calorías, los médicos per cápita y la alfabetización de adultos de cualquier nación. El estudio concluye que «los datos indican que, en general, los países socialistas han logrado mejores resultados de calidad de vida física que los países capitalistas con niveles equivalentes de desarrollo económico».
¿Mala ciencia?
El documento examina más de cien países y los divide en varios grupos en función de su sistema económico. La única variable de control adicional es el desarrollo económico, que se mide utilizando el producto nacional bruto per cápita. Los sistemas económicos se dividen en centralmente planificados (socialistas) y de mercado (capitalistas) utilizando clasificaciones de las Naciones Unidas. Los resultados del trabajo parecen contradecir el hecho de que, en una economía de planificación centralizada, el cálculo económico es técnicamente imposible.
Según Hans-Hermann Hoppe, el socialismo «debe conceptualizarse como una interferencia institucionalizada o una agresión contra la propiedad privada y las reivindicaciones de la propiedad privada». Una economía socialista suprime la propia institución de la propiedad privada. Ludwig von Mises demostró que con la abolición de la propiedad privada (y por extensión, del intercambio de bienes de capital), las señales de los precios ya no pueden mostrar a los productores dónde se asignan los recursos de forma más eficiente y racional. Cuando la producción de un bien cuesta cincuenta dólares pero sólo puede venderse por cinco, está claro que el producto final es menos valioso para los consumidores que los propios insumos. Sin esas señales, los planificadores centrales disparan a ciegas.
Si las economías socialistas son epistémicamente incapaces de producir mejores resultados, ¿por qué los datos muestran lo contrario? Los países capitalistas obtienen mejores resultados que los socialistas. Sin embargo, como estos países capitalistas son de «renta alta», aparentemente no cuentan. La forma en que se comparan los países utilizando el «desarrollo económico» garantiza que Japón, Finlandia, Canadá, los Estados Unidos, Dinamarca, Noruega, Suecia y Suiza no se comparen con países como la URSS, Cuba y China. Se trata de un caso de sesgo deliberado en la selección de la muestra.
El sistema económico no es el único factor del éxito relativo de una nación. Otros factores como la geografía, la religión y la guerra pueden afectar al crecimiento económico y al bienestar físico. En el estudio, casi todos los países de la categoría capitalista se encuentran en África, mientras que casi ninguno de los países socialistas son del continente. África no sólo tiene una de las geografías menos hospitalarias, sino que el periodo del estudio estuvo lleno de guerras y conflictos.
El estudio no tiene en cuenta innumerables variables que influyen en la calidad de vida de estos países. Los autores ni siquiera lo intentaron. Eso lo convierte en mala ciencia.
¿Malos datos?
En aras del argumento, podríamos suponer que todas estas comparaciones son justas y que no necesitamos más variables controladas. Aun así, nos encontraríamos con numerosos problemas.
Los autores del estudio dicen que obtienen sus datos del Banco Mundial, pero la mayoría de los datos de los países socialistas procedían de sus respectivos gobiernos. Para ser justos, los autores no tenían acceso inmediato a la información de que disponemos hoy, pero sus loros modernos no tienen excusa. En 1989, dos economistas de origen soviético, Vladimir Popov y Nikolai Shmelev, publicaron un libro que revelaba el absoluto desorden de la economía soviética. En The Turning Point, revelaron que las estadísticas oficiales estaban distorsionadas mediante la «falsificación descarada de datos» y argumentaron que estas estadísticas en aquel momento requerían una «revisión importante».
Los historiadores S. G. Wheatcroft, Mark Harrison y R. W. Davies argumentaron en 1994 que estas distorsiones se produjeron porque había «fuertes incentivos para que los participantes en el sistema a todos los niveles exageraran los resultados que comunicaban». Esta era sólo una de las muchas consecuencias de las cuotas introducidas por la planificación centralizada. Aunque no todo el mundo sabía estas cosas durante la Guerra Fría, hoy son de dominio público.
La falsificación de datos no terminó con la Unión Soviética. Hoy en día, los regímenes socialistas como Cuba publican continuamente estadísticas poco fiables que hacen que sus ciudadanos parezcan estar mucho mejor de lo que están. Los apologistas afirman que Cuba tiene una mejor esperanza de vida que los Estados Unidos, pero esto ha sido refutado una y otra vez. El economista Roberto González encontró pruebas de que los médicos cubanos parecían estar reclasificando las muertes neonatales (infantiles) tempranas como muertes fetales tardías para cumplir con las cuotas. Esto haría que la tasa de mortalidad infantil pareciera mucho más baja de lo que es. Así pues, las estadísticas socialistas son sistemáticamente poco fiables.
No era capitalismo real
Incluso si aceptamos muy generosamente la presunción de los socialistas de que todos los datos son perfectamente fiables, los problemas con el estudio de 1986 no acaban ahí. Como ya se ha dicho, los autores del estudio utilizaron clasificaciones de la ONU para separar los países socialistas de los capitalistas. ¿Cuál es el problema? La ONU se equivocó terriblemente; los autores lo sabían. La ONU no clasificó ni a Cuba ni a Yugoslavia como economías de planificación centralizada, y sin embargo en el estudio se les califica de «socialistas». Los autores corrigieron el error de la ONU, pero sólo parcialmente. Cuba y Yugoslavia no fueron los únicos países etiquetados erróneamente. Al menos diecinueve economías de planificación central fueron etiquetadas como «economías de mercado» por la ONU.
Siria fue calificada de economía de mercado o capitalista tanto por la ONU como por los autores del estudio de 1986. El Partido Árabe Socialista Baaz de Siria se convirtió en su partido gobernante en 1963. En octubre de ese año, el congreso sirio adoptó proposiciones con términos como «lucha de clases» y «socialismo científico». En 1986, el gobierno dominaba la economía, con tres quintas partes del producto interior bruto. ¿Es justo calificar a un país de fracaso capitalista cuando el sector privado representa menos de la mitad de la economía?
Otro país que el estudio calificaba orgullosamente de «capitalista» era Birmania (ahora llamada Myanmar). De 1962 a 1988, Myanmar estuvo bajo un plan llamado la Vía Birmana al Socialismo. En febrero de 1963, se decretó la Ley de Nacionalización de Empresas. Se nacionalizaron todas las industrias importantes, incluidos el petróleo, los bancos y los periódicos, entre otros. Se nacionalizaron más de quince mil empresas privadas y Myanmar se convirtió en una economía planificada al estilo soviético.
Estos dos ejemplos demuestran que las clasificaciones económicas utilizadas en el estudio son casi un completo disparate. Los países etiquetados erróneamente fueron algunos de los que obtuvieron peores resultados en el estudio, por lo que estos errores sesgaron significativamente los resultados finales.
Las contrapruebas
Desde los años 80, es justo decir que el análisis empírico ha mejorado significativamente. Estudios más recientes y rigurosos tienden a encontrar resultados muy diferentes a los que aquellos dos marxistas encontraron en 1986. Un estudio de 2018 examinó cuarenta y cuatro países euroasiáticos en función de variables como la religión, la geografía, la ascendencia cultural y el comunismo para ver su impacto en el Índice de Desarrollo Humano (IDH), la salud, los ingresos y la educación. La variable «comunismo» equivale a la clasificación de «socialismo» del estudio de 1986. Los autores descubrieron que el comunismo «predice significativamente de forma negativa los índices de IDH, renta y salud». Estos resultados de un estudio más riguroso pintan una historia muy diferente a la del documento comúnmente citado de 1986.
En 2013, un artículo de los economistas Joshua Hall y Robert Lawson examinó más de cuatrocientos trabajos académicos que utilizaban el índice Fraser de Libertad Económica del Mundo y analizó su efecto sobre diversas medidas de calidad de vida. ¿Qué es el índice Libertad Económica del Mundo? Según los autores, en el índice «se otorgan puntuaciones más altas a las naciones con una propiedad más segura, un comercio más libre, un dinero y unos precios más estables, menos gasto público y menos regulaciones».
Los economistas descubrieron que «más de dos tercios» de los estudios hallaron que la libertad económica se correspondía con buenos resultados como «un crecimiento más rápido, mejores niveles de vida, más felicidad, etc.». Menos del 4% de los estudios hallaron que la libertad económica está asociada a resultados negativos, como el aumento de la desigualdad de ingresos. Las pruebas empíricas sugieren abrumadoramente que el capitalismo proporciona una calidad de vida sustancialmente mejor con «casi ninguna contrapartida negativa».
Conclusión
El artículo de Shirley Cereseto y Howard Waitzkin de 1986 no logra demostrar que un sistema económico socialista sea superior a uno capitalista en términos de calidad física de la vida. Los datos están plagados de fallos y no llegan ni de lejos a refutar la tesis de Mises de que el cálculo socialista es imposible. Además, la investigación científica rigurosa y el análisis histórico verifican empíricamente las conclusiones teóricas de Mises.