Muchos de nuestros lectores puede que recuerden el final de los 80. Había cientos de películas, canciones y libros acerca de la inevitable invasión económica japonesa. Quienes no hayáis vivido ese periodo podéis ver que no ocurrió.
¿Por qué? Porque el milagro de crecimiento japonés se construyó sobre una burbuja masiva de deuda y, una vez estalló, el país cayó en el estancamiento durante la mayor parte de dos décadas. Todavía no se ha recuperado.
China presenta muchas similitudes en su modelo económico. Deuda masiva, exceso de capacidad y objetivos de crecimiento planificados centralizadamente.
Muchos economistas e inversores se sienten aliviados por que China siga creciendo al 6,8%. Deberían pensarlo dos veces. Por un lado, el nivel de crecimiento está claramente sobrestimado. Con cualquier medición realista del crecimiento, el aumento anual del PIB de China es notablemente menor del que muestran las cifras oficiales. Patrick Artus, economista jefe global en Natixis Global Asset Management, así como otros economistas han señalado que ha habido una escisión importante desde mediados de 2014 entre el cálculo oficial del crecimiento del gobierno y los indicadores más fiables. Por un lado, incluso si estamos de acuerdo con las lecturas oficiales, este crecimiento se ha logrado utilizando un nivel de deuda preocupantemente alto.
El crecimiento chino del 6,5% vino con un crecimiento anual de más del 14% de la oferta monetaria. La deuda total se ha cuadruplicado desde la crisis financiera y los mensajes oficiales de “medidas para controlar la deuda” ha mostrado una realidad diferente. China ha añadido más deuda en 2017 que en la Unión Europea, Estados Unidos, Reino Unido y Japón juntos. El FMI estima que la deuda en proporción al PIB puede aumentar del 235% a casi el 300% para 2022.
Este aumento de la deuda no debería ser una preocupación si generara retornos económicos sólidos, pero las últimas cifras muestran que más del 40% de los componentes del Índice Hang Seng están añadiendo deuda para pagar intereses y China necesita ahora cuatro veces más deuda para generar el mismo crecimiento que en 2007. Ahora los rendimientos de los bonos están aumentando, lo que ha disparado un aumento en las cancelaciones de bonos. Las empresas pospusieron o cancelaron un total de 71 emisiones de bonos por un valor combinado de 13.420 millones de dólares en noviembre, según Reuters. Aunque los rendimientos de los bonos no están a niveles excesivos, con el bono chino a diez años todavía por debajo del 4%, la mayoría de empresas y familias no pueden absorber un aumento modesto en los rendimientos debido a los bajos retornos e ingresos que tienen. Una burbuja masiva de vivienda ha creado un aumento en la deuda de alto riesgo.
El exceso de capacidad ha aumentado y la industria se enfrenta a la tarea imposible de mantener capacidad y empleos al tiempo que se desapalanca. Y salir del exceso de capacidad mediante la exportación no es fácil. En 1992, solo dos países del G20 tenían a China como uno de sus cinco primeros destinos de exportación, ahora son quince. Sin embargo, en 1992 China tenía un déficit de capacidad productiva, ahora tiene un exceso de capacidad del 60% y (como no puede destruir ese exceso en una economía planificada centralizada) trata de exportarla. Pero esto es casi imposible de lograr cuando el exceso de capacidad es un problema endémico en todo el mundo.
Es verdad que los desequilibrios chinos están sobre todo denominados en moneda local, que la tasa de ahorro familiar es saludable y que los sectores de alta productividad están funcionando bien, pero también eso pasaba con Japón a finales de los 80. Y ninguno de estos factores compensa los grandes riesgos creados por la burbuja inmobiliaria y el exceso de deuda tomada por conglomerados de propiedad estatal y negocios privados. Estos riesgos son altamente desinflacionistas y probablemente van a impactar globalmente en el crecimiento a largo plazo y las expectativas de inflación. Como China trata de salir de la burbuja mediante exportación, no debería infravalorarse el impacto sobre los precios del comercio en todo el mundo. No deberíamos ignorar tampoco los riesgos financieros. Aunque las preocupaciones financieras de China se concentran sobre todo en su propio sistema y moneda, esto no significa que puedan descartarse efectos contagio mundiales.
China es un gran riesgo y el mejor resultado para todas las economías del mundo sería que el gobierno olvidara objetivos imposibles de crecimiento y se centrara en reducir los crecientes desequilibrios financieros. Todos preferiríamos una tasa modesta de crecimiento chino en lugar de una crisis inevitable.