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Progreso real versus los progresistas

Dependiendo de la perspectiva de cada uno, la tecnología puede verse como una oportunidad o como una amenaza. Algunas personas celebran los avances técnicos, mientras que otras muestran desdén. Los empresarios suelen estar ansiosos por capitalizar las ventajas potenciales de las nuevas tecnologías, pero donde los empresarios ven espacio para el dinamismo, los detractores ven la perdición. En esta historia, los empresarios son como magos que utilizan la magia de la tecnología para mejorar el mundo, y los detractores son profetas del pesimismo.

En su perspicaz libro The Wizard and the Prophet: Two Remarkable Scientists and Their Dueling Visions to Shape Tomorrow’s World, Charles Mann ilustra los conflictos entre magos y profetas, que defienden enfoques distintos para resolver los problemas. Los magos confían en el poder liberador de la tecnología para mejorar las condiciones, y los profetas defienden la contención del comportamiento humano. Norman Borlaug y William Vogt son las principales figuras de su obra. Ambos se interesaron por los problemas que planteaba el crecimiento demográfico, pero sus propuestas eran opuestas.

Borlaug, al que se atribuye el mérito de ser el padre de la revolución verde, consideraba que las innovaciones tecnológicas aumentarían la producción de alimentos y minimizarían las cargas del crecimiento demográfico. Sin embargo, Vogt proponía limitar el consumo para salvar a la humanidad. A diferencia de los optimistas que pensaban que la opulencia era un logro monumental, Vogt creía que la prosperidad fomentaba el consumo excesivo, y esto llevaría a la desaparición de la sociedad. Por suerte para la sociedad, el modelo de Borlaug se convirtió en el catalizador de la revolución verde, que dio lugar a la aparición de variedades vegetales de alto rendimiento.

Los avances científicos en agricultura aumentaron el suministro de alimentos y evitaron hambrunas en los países en desarrollo. A pesar del aumento de la población, la producción de cereales se triplicó durante la revolución verde, y las predicciones maltusianas no se cumplieron. Los países en desarrollo consiguieron superar déficits alimentarios crónicos y se cultivaron más cosechas utilizando menos espacio de tierra. Los magos tienen un mejor historial de resultados que los profetas, aunque el alarmismo de éstos sigue siendo influyente.

En 1981, Julian Simon publicó The Ultimate Resource como respuesta al manifiesto catastrofista de Paul Ehrlich, The Population Bomb. Ehrlich predicaba que el crecimiento demográfico conduciría al agotamiento de los recursos, pero Simon dio la vuelta a este argumento al sostener que el crecimiento demográfico genera nuevas ideas, y las ideas conducen a la abundancia de productos y recursos. Simon preveía que los humanos innovarían para compensar la escasez y, en el proceso, incluso crearían alternativas superiores. Ehrlich no se dejó impresionar por la previsión de Simon y apostó en 1980 por el encarecimiento de los recursos.

Ehrlich seleccionó una cesta de recursos que contenía cobre, cromo, níquel, estaño y wolframio. Afortunadamente para la humanidad, Simon salió victorioso y, en 1990, estos recursos eran más baratos, a pesar de los temores de escasez y crecimiento demográfico. Las recientes investigaciones de Marian Tupy y Gale Pooley han reivindicado aún más la hipótesis de Julian Simon. Sus investigaciones afirman que el crecimiento demográfico no consigue frenar la multiplicación de los recursos. A pesar del tremendo crecimiento de la población entre 1980 y 2018, los recursos no sólo se hicieron más abundantes, sino que aumentaron a un ritmo más rápido que el crecimiento de la población.

La tendencia a la positividad es aún mejor. Intuitivamente, pensamos que a medida que la economía se expande, la gente empezará a utilizar más recursos; sin embargo, Jesse Ausubel ha estado observando una ola de desmaterialización. Aunque la economía americana genera más productos, la gente utiliza menos recursos. Promoviendo el trabajo de Ausubel en su fascinante libro Cómo florece la innovación en libertad, Matt Ridley pregona las virtudes de la innovación:

En 2015, América utilizaba un 15% menos de acero, un 32% menos de aluminio y un 40% menos de cobre que en sus momentos de mayor uso de estos metales, a pesar de que su población era mayor y su producción de bienes y servicios mucho mayor. . . . Esto no se debe a que la economía americana esté generando menos productos: está produciendo más. No es porque haya más reciclaje: aunque lo hay. Se debe a las economías y eficiencias creadas por la innovación.

Las innovaciones proporcionan un mundo más eficiente y habitable para la vida humana y no humana. Pero la histeria de los profetas puede frenar el progreso limitando los descubrimientos, y son poderosos agentes en el ámbito medioambiental. Los ecologistas preocupados por la contaminación presionan para que se extraigan minerales que, según ellos, pueden limitar las emisiones. La minería de los fondos marinos es la última innovación de la industria medioambiental, pero si no se contiene la pasión de los activistas, perderemos oportunidades como sugiere The Economist.

The Economist señala que las críticas de los activistas son discutibles y que la explotación minera de la zona Clarion-Clipperton resultará beneficiosa:

En lo que se refiere al níquel, la extracción en las ccz es más ecológica y limpia que en tierra firme. Las investigaciones demuestran que la cantidad de carbono almacenada en las ccz es insignificante, lo que significa que la extracción no hará que llegue a la atmósfera una cantidad suficiente como para contribuir al calentamiento. Según un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts, los sedimentos removidos tampoco se extenderán tan lejos ni tan densamente como se afirma. . . . La preocupación más grave es la amenaza para diversos organismos desconocidos para la ciencia. Pero la vida en la ccz es escasa —unas 270.000 toneladas de biomasa serían destruidas por la extracción— y en su mayor parte microbiana. Y como la ccz es la última parada de la red trófica oceánica, habría pocas repercusiones en otros ecosistemas.

Pero, por desgracia, los profetas de la fatalidad como Greta Thunberg y Alexandria Ocasio-Cortez tienen una influencia desproporcionada en la política. Por lo tanto, la mayor amenaza para la supervivencia de nuestra especie no serán los retos sociales y políticos que pueden resolverse con inteligencia, sino la influencia improductiva de personalidades negativas que influyen en los líderes del pensamiento con una retórica peligrosa.

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