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Ayuda exterior, reparaciones y crecimiento económico

Los países en desarrollo de África y el Caribe siguen presionando al Reino Unido para obtener reparaciones, creyendo que una compensación financiera rejuvenecerá sus economías. Sin embargo, la historia ha demostrado que las grandes aportaciones de dinero de las naciones ricas no han logrado estimular un crecimiento económico sostenido. Sólo África ha recibido más de un billón de dólares en ayudas, pero los resultados económicos del continente siguen siendo decepcionantes. Del mismo modo, las naciones de la Commonwealth de las Antillas, que se han beneficiado desproporcionadamente de la ayuda británica desde principios de los años sesenta, han tenido dificultades para lograr un crecimiento económico significativo. En lugar de presionar para obtener reparaciones, los países africanos y caribeños deberían centrarse en las estrategias de eficacia probada que han impulsado el éxito de las economias, a saber, invertir en capital humano, adoptar tecnologías extranjeras y fomentar la innovación empresarial.

Una de las principales razones por las que los países en desarrollo luchan por beneficiarse de la experiencia extranjera es su limitada capacidad de absorción, es decir, su habilidad para asimilar y utilizar eficazmente el conocimiento y la tecnología externos. Por el contrario, las economías de Asia Oriental que se industrializaron tardíamente aceleraron su crecimiento invirtiendo deliberadamente en capital humano. Los empresarios de estos países obtuvieron licencias de tecnologías extranjeras, formaron a sus ingenieros en técnicas industriales avanzadas y aplicaron las mejores prácticas de los mercados mundiales. El conocimiento industrial se codificó sistemáticamente y se aplicó a las prácticas económicas locales, creando así un marco para la innovación sostenida.

Las economías de Asia Oriental también aprovecharon sus activos intelectuales. Al carecer de recursos naturales significativos, dieron prioridad a la educación y al desarrollo de capacidades, asegurándose de que su mano de obra estaba preparada para hacer frente a las demandas de las industrias emergentes. Al centrarse inicialmente en la fabricación de bajo coste y avanzar gradualmente hacia la producción de alta tecnología, países como Corea del Sur, Taiwán y Singapur pasaron de ser economías en desarrollo a líderes mundiales en innovación tecnológica.

Las naciones africanas y caribeñas pueden repetir este éxito evaluando estratégicamente sus necesidades tecnológicas y asegurándose de que las inversiones en educación y formación profesional se ajustan a las demandas de la industria. Para mejorar la capacidad de absorción, sus empresarios deberían invertir en iniciativas que faciliten la transferencia de conocimientos de los líderes mundiales en innovación y tecnología.

Para que la transformación económica sea eficaz, los empresarios africanos y caribeños deben realizar evaluaciones de las necesidades tecnológicas de determinadas industrias. Este proceso identifica las tecnologías específicas que son esenciales para el avance industrial. Desgraciadamente, muchos países en desarrollo no examinan su capacidad para adoptar nuevas tecnologías, lo que a menudo se traduce en programas ineficaces de transferencia de tecnología. La pertinencia de la tecnología en un contexto local es fundamental para su integración con éxito.

Las auditorías de innovación pueden ayudar aún más a las economías en desarrollo a mejorar las políticas de innovación de las empresas. Estas auditorías evalúan la eficacia de las estrategias de innovación existentes e identifican áreas de mejora. Muchos países desarrollados, incluido el RU, tienen una amplia experiencia en la realización de este tipo de evaluaciones. Las naciones africanas y caribeñas deberían aprovechar estas capacidades negociando asociaciones específicas con naciones desarrolladas que den prioridad al desarrollo industrial y tecnológico frente a proyectos de ayuda no orientados al crecimiento.

Sin embargo, muchas naciones africanas y caribeñas siguen apostando por la financiación de proyectos sociales que no contribuyen al crecimiento económico a largo plazo. Sin embargo, estos programas no abordan los obstáculos fundamentales al desarrollo. En lugar de aceptar pasivamente la ayuda para iniciativas climáticas de tinte político o planes de bienestar a corto plazo, los países en desarrollo deberían exigir activamente que las organizaciones multilaterales financien programas que mejoren la capacidad industrial y la adopción tecnológica.

El Banco Mundial, por ejemplo, tiene experiencia en la realización de evaluaciones de necesidades tecnológicas, y el RU cuenta con un sólido historial en auditorías de innovación. Las naciones africanas y caribeñas deberían utilizar su influencia para garantizar que la ayuda exterior se destina a iniciativas que promuevan la competitividad industrial. Si se acepta la ayuda financiera de los países ricos, debe canalizarse hacia esfuerzos productivos que reporten beneficios económicos sostenibles.

Por ejemplo, uno de los ejemplos más elocuentes de los retos económicos a los que se enfrentan las naciones en desarrollo es la lucha de Nigeria por convertir sus ventajas agrícolas en una economía industrializada. A pesar de sus vastos recursos agrícolas, Nigeria sigue dependiendo de la exportación de materias primas agrícolas en lugar de desarrollar productos agroindustriales de valor añadido.

Ikechukwu Kelikume, director de agronegocios de la Lagos Business School, subraya esta ineficacia: «La mayoría de las cosas que exportamos en bruto, prácticamente las importamos de vuelta como productos acabados». Este ciclo ilustra que la principal limitación económica de Nigeria no es la falta de dinero, sino el déficit de conocimientos técnicos y capacidad industrial. Sin los conocimientos necesarios para transformar las materias primas en productos de alto valor, los países en desarrollo seguirán atrapados en un modelo de estancamiento económico.

Para corregir estos déficits, algunos defensores del desarrollo sostienen que las naciones africanas y caribeñas deben centrarse en ser más inventivas para potenciar el crecimiento económico. Sin embargo, la invención por sí sola no garantiza la prosperidad. El crecimiento económico se produce cuando las invenciones se comercializan y amplían con éxito. Incluso en un país innovador como Inglaterra, muchos inventos se comercializan en otros lugares. Esto no sugiere que los ingleses carezcan de perspicacia comercial, sino más bien que otras naciones han destacado en la monetización de las invenciones de forma más eficaz.

Para las naciones africanas y caribeñas, la lección es clara: la transformación económica exige pasar de ser consumidores pasivos de productos extranjeros a convertirse en participantes activos en las redes mundiales de innovación. Esto significa fomentar un ecosistema empresarial que dé prioridad a la aplicación industrial frente a la mera invención.

La era moderna de la globalización presenta una oportunidad sin precedentes para que los países en desarrollo se integren en la economía mundial. La difusión de la información y la tecnología ha reducido las barreras de entrada, facilitando a las economías emergentes el acceso a los conocimientos necesarios para el éxito industrial. Por lo tanto, los países en desarrollo de África y el Caribe deben alejarse de la narrativa de las reparaciones y centrarse en políticas económicas estratégicas que impulsen la industrialización y la adopción tecnológica. Este cambio requiere importantes inversiones en capital humano, una participación proactiva en las redes mundiales de innovación y la demanda de asociaciones productivas con el exterior.

Mediante la realización de evaluaciones de las necesidades tecnológicas, el patrocinio de auditorías de innovación y el aprovechamiento de la experiencia mundial, estas naciones pueden liberarse del ciclo de dependencia y convertirse en líderes de la producción económica de alto valor. La riqueza en recursos por sí sola no basta; sin los conocimientos y las capacidades para transformar las materias primas en productos acabados, el progreso económico seguirá siendo difícil de alcanzar.

El camino hacia la prosperidad no está en las reparaciones, sino en la innovación. En lugar de mirar hacia atrás, las naciones africanas y caribeñas deberían adoptar las estrategias que han impulsado a otros países hacia el éxito, asegurándose de que marcan tendencias en la economía mundial en lugar de ser suplicantes perpetuos.

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