Otra vez. Estados Unidos se ha visto sacudido hasta el extremo por un inconcebible acto de maldad perpetrado por alguien que odiaban la humanidad. Un hombre tranquilo, silencioso y rico alquiló una suite en un hotel de las vegas. La armó con plataformas de tiro y armas automáticas, echó abajo dos de las ventanas y disparó a personas inocentes 32 pisos más abajo. 59 personas fueron asesinadas y 527 resultaron heridas.
El asesino usó rifles que había comprado legalmente y alterado ilegalmente. En la práctica transformó varios rifles que emiten una ronda por pulsación de gatillo y preparan la siguiente ronda en el cañón para uso inmediato (semiautomáticos) en rifles que emitían rondas continuamente cuando se pulsaba el gatillo, cientos de rondas por minuto (automáticos). Aunque algunos rifles automáticos que se fabricaron antes de 1986 pueden comprarse hoy legalmente con un complejo permiso federal, las armas automáticas generalmente han sido ilegales en Estados Unidos desde 1934. Ni siquiera la policía y el ejército tienen permiso para usarlas aquí.
Presento este breve resumen de la reciente tragedia y las leyes implicadas de armas de fuego para tratar el tema de si el gobierno puede mantenernos a salvo.
Quienes lucharon en la Revolución y escribieron la Constitución sabían que el gobierno no nos puede mantener a salvo. Como usaron violencia contra el rey y sus soldados al independizarse de Gran Bretaña, entendían que todas las personas tenían un derecho natural a usar un arma con capacidades tecnológicas contemporáneas para protegerse a sí mismas y a su libertad y propiedad. Buscaron garantizar el ejercicio de este derecho aprobando la ahora muy conocida Segunda Enmienda, que prohíbe al gobierno inmiscuirse en el derecho de poseer y portar armas.
Cuando el Tribunal Supremo interpretó este derecho en 2008 y 2010, se refirió al derecho a poseer y portar armas como pre-político. “Pre-político” significa que el derecho preexistía al gobierno. Es un término secular para un derecho fundamental o natural. Un derecho natural es un derecho que deriva de nuestra humanidad (como las libertades de pensamiento, expresión, religión, autodefensa, privacidad, movilidad, etc.). No proviene del gobierno y existe en ausencia de gobierno.
El reconocimiento del derecho como fundamental o natural o pre-político no es un mero ejercicio académico. Es así porque los derechos en esta categoría no pueden ser abrogados por la voluntad popular. Dicho de una manera diferente, igual que nuestro derecho a pensar lo que deseamos y a decir lo que pensemos no puede verse interferido ni eliminado en Estados Unidos por la legislación, también el derecho a poseer, portal y usar armas de la misma calidad de las disponibles generalmente por los delincuentes y los agentes públicos no puede verse interferido ni eliminado por la legislación. Esta es al menos la teoría moderna de la Segunda Enmienda.
A pesar del juramento que han prestado todos en el gobierno de respetar la Constitución, muchos de ellos rechazan la Segunda Enmienda. Su ansia de poder y amor por el cargo se clasifica más alto en sus corazones y mentes que su fidelidad constitucionalmente requerida a la protección de las libertades personales. Creen que el gobierno puede corregir cualquier error y protegernos de cualquier mal y adquirir de nosotros cualquier bien solo para mantenernos a salvo, incluso si se violan normas constitucionales al hacerlo.
¿Puede el gobierno mantenernos a salvo? En una palabra, no.
No es una observación novedosa o arcana, sino una conclusión racional del conocimiento de la historia y la vida cotidiana. En Europa, donde el derecho a poseer y portar armas es prácticamente inexistente para los que están fuera del gobierno, los asesinos atacan con bombas y cuchillos y camiones. En Estados Unidos, los asesinos usan armas de fuego y solo se detienen cuando cae muertos por civiles cumplidores de la ley o por la policía.
La respuesta al fracaso del gobierno es un franco reconocimiento de que en una sociedad libre (una en la que todos seamos libres de ir y venir como nos parezca sin investigación ni interferencia del gobierno) debemos estar preparados para estas tragedias.
Debemos mantenernos seguros a nosotros mismos, así como a aquellos a los que invitamos a nuestras propiedades.
Indudablemente, si el presidente de los Estados Unidos hubiera aparecido en el lugar del concierto de Las Vegas para hablar a multitud, el asesino de Las Vegas no habría tenido éxito a la hora de portar su arsenal a su habitación del hotel. El gobierno siempre proteger los suyos. ¿No deberían hacer lo mismo los propietarios que invitan al público a sus instalaciones?
Añadamos a la incompetencia del gobierno su inútil omnipresencia intrusiva. En los actuales EEUU, la National Security Agency (la agencia interior de espionaje del gobierno federal) captura en tiempo real los contenidos de toda llamada telefónica, correo electrónico y mensaje de texto, así como todos los datos enviados por cables de fibra óptica en todas partes de EEUU. Así que todas las comunicaciones electrónicas que realizó el asesino de Las Vegas antes de sus homicidios están en posesión del gobierno federal.
La violación masiva está expresamente prohibida por la Cuarta Enmienda, pero gobierno la lleva acabo de todas maneras. Afirma que lo hace para mantenernos a salvo. Sin embargo, esta exquisita violación constitucional genera demasiada información como para que los federales la examinen de forma oportuna. Por eso las evidencias de estas masacres (de Sandy Hook a Boston a Orlando a San Bernardino a Las Vegas) siempre se descubren demasiado tarde. Cuando escribo esto, el gobierno todavía tiene que revelar lo que sabía acerca de los planes del asesino de Las Vegas antes de que los llevara a cabo y ejecutara inocentes.
Esto nos deja hoy en una situación muy precaria. El gobierno no puede mantenernos a salvo, pero afirma que sí puede. Quiere interferir con nuestros derechos naturales de autodefensa y privacidad, pero siempre que lo hace, nos mantiene menos seguros. Y en cada caso en el que nos mantiene menos a salvo y alimenta falsamente la impresión de que estamos a salvo, nos convertimos en menos libres.