Para España, 1492 fue un año trascendental. El descubrimiento de América y las enormes cantidades de oro y nuevas riquezas fueron el trampolín para que España pasara de ser un reino apenas conocido en la Europa medieval a la potencia global más influyente del momento.
Sin embargo, este proceso no fue inmediato. A pesar de las enormes entradas de oro que recibió España, el descubrimiento fue una bendición a medias. Durante este tiempo próspero, la corona española se declaró en bancarrota nueva veces: en 1557, 1575, 1596, 1607, 1627, 1647, 1652, 1662 y 1666. Las finanzas españolas no mejoraron significativamente hasta el final de la Guerra Española de Sucesión (1701-14), cuando los borbones sucedieron a los Habsburgo en el trono español.
Guerra e inflación bajo los Habsburgo
Las semillas de la España moderna se sembraron cuando los reyes Isabel y Fernando unificaron los reinos de Castilla y Aragón en el siglo XV. Su hija mayor, Juana, fue coronada tras sus muertes. Como el marido de Juana, Felipe, era austriaco, esto también significaba que los Habsburgo se convertían en la casa real de la España recién unificada.
Fue durante los reinados del hijo de Felipe y Juana, Carlos I (1500-58) y posteriormente su hijo, Felipe II (1527-98), cuando España alcanzó su cúspide de poder e influencia internacional. Ricos con el oro de América, los posteriores Habsburgo españoles dieron grandes cantidades de dinero al ejército e impulsaron una cruzada religiosa contra el creciente movimiento protestante en el norte de Europa.
El resultado de este flujo de oro de España al norte de Europa ha sido bien estudiado. Richard Cantillon describía los efectos perniciosos de la expansión monetaria con lo que hoy se llama el efecto Cantillon. La inflación causó que los precios altos se extendieran como una ola por toda Europa, siguiendo principalmente el camino de las tropas españolas marchando a redoble de tambor.
Sin embargo es importante señalar que la renta media española no aumentó en este periodo, ya que solo unos pocos se beneficiaron del comercio con América o estaban involucrados en la nueva economía de guerra. Los españoles en su conjunto estaban empobreciéndose desde el descubrimiento de América.
Durante el reinado de Felipe III (1578-1621), la corona declaró su cuarta bancarrota. Como economía mercantilista, se implantaron nuevas políticas en un esfuerzo vano por eludir los problemas financieros de la corona. El gobierno emitió una nueva acuñación de cobre dirigida a pagar sus créditos sin recurrir a impuestos directos. Para desesperación de la corona, el nuevo «vellón» no fue bien recibido porque no estaba hecho de oro y nunca tuvo una gran aceptación.
Monopolio, mercantilismo y más guerra
Durante el reinado de su sucesor, Felipe IV (1605-1665), las guerras españolas continuaron en toda Europa. Entretanto, en España, los granjeros luchaban contra frecuentes sequías que hacían cara y escasa la comida, mientras que los privilegios de las élites respaldados por el gobierno continuaban llevando al país en mala dirección en la mayoría de los lugares. El principal de estos privilegios era la «Mesta» (una asociación de ganaderos de ovejas), que disfrutaba del derecho a hacer pastar a sus animales libremente en cualquier lugar del reino. Para empeorar la situación, la peste negra hizo una breve reaparición.
Con una población que disminuía y frentes bélicos activos en Europa, el rey necesitaba una solución que aumentara las fuerzas militares de España. El primer ministro del rey, el conde-duque de Olivares, presentó la «Unión de Armas», una nueva ley que aumentaría la cooperación militar entre los reinos gobernados por Felipe IV (Castilla, Aragón, Portugal, Nápoles, Sicilia, Milán y los Países Bajos españoles).
Antes de esto, eran Castilla y su pueblo (más América) los que soportaban todos los gastos militares. La Unión de Armas distribuía el coste de la guerra entre todos los reinos y así difuminaba el coste completo de la Castilla nativa del rey. Pero al final del reinado de Felipe el oro que venía de América se seguía gastando en un ejército cada vez más ineficiente que estaba perdiendo las guerras. Estas derrotas llevaron a movimientos de independencia tanto en Portugal como en las Provincias Unidas (Holanda).
El imperio entra en sus décadas finales
El último monarca Habsburgo de España, Carlos II (1661-1700) no tuvo herederos. Después de su muerte, los pretendientes al trono de España fueron sus sobrinos-nietos Carlos (Austria) y el futuro Felipe V (Francia). La Guerra Española de Sucesión empezó con Francia y España unidas contra Austria. La guerra terminó en 1713 con el Tratado de Utrecht en el que España perdía sus territorios europeos en favor de Austria.
Como nación rota con una dinastía francesa recién establecida bajo los Borbón, España afrontaba muchos retos. La economía española se había hundido con Carlos II, particularmente en Castilla. La población del país disminuyó en casi dos millones de personas durante el siglo XVII, debido a epidemias y bajas de guerra, pero más debido a la emigración a América al buscar los españoles una vida mejor.
Los primeros monarcas borbones de España fueron Felipe V y sus hijos: Luis I, Fernando VI y Carlos III. Las estructuras del país eran todavía medievales, con cada región teniendo sus propias leyes y privilegios frente a la mentalidad centralista de los borbones, que creían firmemente en la uniformidad.
Pequeños pasos hacia la liberalización
A Carlos III se le considera o bien un déspota ilustrado o un reformista liberal, ya que sus reformas respondían a las deficiencias del anterior periodo mercantilista. Carlos adoptó una actitud relativamente pacifista hacia los asuntos exteriores. Al tener que recortar los gastos bélicos, buscó nuevas posibilidades para llenar las arcas del Estado.
Su primera medida fue construir nuevos astilleros para mejorar la marina española y acelerar la llegada de oro desde América. Carlos podría considerarse un liberal temprano en el sentido de que sus reformas estaban orientadas a abrir relaciones comerciales y eliminar privilegios especiales que tenían ciertos grupos. (Por supuesto, no todas sus políticas fueron beneficiosas: para estimular las industrias españolas, impuso aranceles a productos extranjeros, aunque al menos tuvo la previsión de eliminar las barreras internas en la Península Ibérica, de forma que los bienes podían intercambiarse libremente en todo el territorio).
Carlos también buscó mejorar la competitividad española en el comercio con las colonias abriendo el comercio con América a ocho nuevos puestos de España en 1765. Antes de la liberalización, Cádiz tenía un monopolio.
Con estas reformas, la economía española empezó a recuperarse. Carlos planeó más reformas en el sector agrícola y redujo los privilegios de los ganaderos de ovejas y expropió las tierras comunales del campo español para vendérselas personas privadas, acabando así con siglos de abandono creado por lo que hoy puede verse como una tragedia de los comunes.
El periodo de liberalización y prosperidad relativa duró hasta 1808, cuando Napoleón invade España.
Las lecciones de tres siglos de auges y declives
La Guerras Napoleónicas marcaron el fin de un largo ciclo de «auge-declive-auge» de tres siglos en España, que empezó con el descubrimiento de América en 1492 y se vio marcado por la inflación, la guerra, el mercantilismo y diversos monopolios e intervenciones públicos.
Aunque el país parecía rico en muchos momentos de este periodo, el español medio vivía en continua pobreza y solo tras las reformas realizadas por los primeros monarcas borbones muchos españoles empezaron a disfrutar de los beneficios del comercio y la liberalización que muchos otros europeos ya habían descubierto mucho tiempo antes.