Las intenciones del Foro Económico Mundial no son nuevas para los libertarios. A menudo hablamos de sus oscuros planes sobre el Gran Reinicio y de su apoyo a la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, cuyo lema es «No poseerás nada y serás feliz.»
¿Quiénes componen este foro? Las élites mundiales: líderes comerciales, ejecutivos de la banca y la tecnología, políticos, cabilderos y activistas de todo tipo. Estos individuos no sólo ostentan el monopolio de la violencia estatal, sino que van más allá, formando parte de una peligrosa cartelización público-privada que les otorga posiciones de poder inimaginables, moviendo los hilos de los gobiernos, el complejo militar-industrial y las corporaciones. Así es como gobiernan el curso de la humanidad desde las sombras.
En teoría, su propósito es «mejorar el estado del mundo», cuando en realidad es «mejorar el Estado del Mundo».
Cada año se reúnen en Davos para presentar sus propuestas sobre cómo piensan intervenir en nuestras vidas. Mientras los libertarios, considerándonos sus enemigos, leemos indignados sus descaradas declaraciones detrás de nuestras pantallas, y agitamos impotentes nuestros puños contra ellos, exclamando «¡malditos socialistas!» y volvemos a nuestros foros de debate.
Esta vez no.
Una figura autoproclamada anarcocapitalista subió al escenario. Hablamos probablemente del presidente más popular del mundo en la actualidad, Javier Milei. Incluso el FEM no pudo resistirse a contar con su presencia, ya que el propio fundador del foro, Klaus Schwab, condenó públicamente las ideas libertarias en el pasado.
Comenzó su discurso afirmando que Occidente está en peligro, cooptado por las ideas socialistas. Señaló a «los principales dirigentes del mundo libre» como responsables de aplicar ideas incorrectas o bien de querer formar parte intencionadamente de una casta privilegiada. A lo largo de los años, los cimientos de la civilización se han visto oscurecidos por una creciente maraña de delirios totalitarios y falsas atribuciones que nos han hecho olvidar cómo alcanzamos esta calidad de vida.
Partiendo de esta premisa, se dedicó a poner de nuevo sobre la mesa los elementos que definen a Occidente, empezando por el capitalismo de libre mercado, explicando empíricamente sus beneficios y su histórica erradicación gradual de la pobreza con una claridad cegadora.
No sólo hizo hincapié en su superioridad utilitaria, sino que también destacó su componente moral. Citando a Israel Kirzner para describir el proceso de descubrimiento del mercado en el que los empresarios arriesgan su capital para ofrecer al público bienes de mayor calidad a precios más bajos, y en una particular nota randiana, revendicó su función social ante un público dedicado a condenarlos.
Fue especialmente claro sobre la filosofía política del libertarismo centrado en el individuo y aún más sobre los errores del modelo económico neoclásico, culpado como responsable de la espiral descendente hacia la pobreza alimentada por intervenciones cada vez mayores, al mejor estilo hayekiano.
Quizá uno de los momentos más conmovedores de su discurso fue cuando metió en el mismo saco a todos los colectivistas: fascistas, keynesianos, nazis, socialdemócratas, populistas, globalistas, socialistas, etc., frente a los libertarios.
Incluso dedicó unos minutos a desmitificar los «fallos del mercado», ¡a sabiendas de que el FEM se fundó precisamente para «corregir» tales fallos!
Toda la élite del FEM se sintió herida. En un escenario en el que año tras año se predica sobre ambientalismo, feminismo, control de la natalidad y mayor intervención gubernamental en la economía, Milei glorificó el papel del ser humano en la naturaleza, la importancia de la cooperación voluntaria entre hombre y mujer, condenó el aborto y desmontó los argumentos neoclásicos a favor del intervencionismo.
Concluyó sus palabras advirtiendo una vez más sobre las terribles consecuencias de estas políticas, colocando a los argentinos como testigos de sus palabras. Invitó a todos los empresarios y oyentes del mundo a mirar a Argentina como tierra de libertad y oportunidades, último bastión de Occidente, reivindicación de las Provincias Unidas de Sudamérica como nuevo hogar del espíritu americano de libertad.
Desde que mostró intenciones de entrar en política, fue subestimado por toda la casta política a pesar de que su figura superaba con creces la de cualquier otro. Siendo sólo diputado, era el más popular de la cámara para el público, a pesar de que sus compañeros le ignoraban. El apoyo que recibía del pueblo era desproporcionado: ¡hasta los medios internacionales y la gente de otros países hablaban de él! Su presidencia se hizo inevitable.
Hoy, esa escena local se está reproduciendo en el escenario mundial. Con un apoyo tan creciente en todo el mundo, ¿pensó el FEM que invitándole intimidarían a un presidente sin experiencia? ¿Pensaron que una posible mala actuación en el escenario haría estallar la burbuja y la gente abandonaría a esta popular figura? Todo lo que hicieron fue avivar el fuego, y ahora, tienen un problema mayor.
En este momento, el vídeo del discurso de Milei supera diez veces o más al resto de los oradores. Periodistas de todo el mundo, que cubren el FEM año tras año, afirman no haber visto nunca una acogida similar a la que está experimentando el libertario.
Esto podría marcar un antes y un después en la historia política del mundo. Aún queda mucho por ver de Javier Milei, pero hasta este momento, podemos llamarle el líder mundial de las ideas de libertad.