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¡No se olviden de los individuos en el conflicto Israel-Hamas!

El libertarismo se opone al uso de la coacción no contractual y a la iniciación de la violencia no consentida, tanto si el perpetrador es un Estado-nación como cualquier otra entidad social. Esto incluye a los yihadistas y a otros tipos de islamistas. A diferencia de otros grupos musulmanes, los yihadistas son individuos que imponen violentamente los preceptos de la ley islámica (sharia), tal y como se muestra en el Corán y los hadices. Por lo tanto, esta clasificación se basa en acciones específicas, no en características raciales.

A la inversa, la existencia de conflictos sociales complejos no implica que debamos ignorar al individuo como unidad de análisis moral. Como se explicará más adelante, el uso de métodos o enfoques alternativos puede pasar por alto información relevante relativa a las interacciones individuales. Incluso cuando se desconoce la totalidad de los hechos que configuran la historia de un conflicto social, pueden extraerse inferencias válidas a partir de una información incompleta.

Las palabras no son violencia, las agresiones físicas sí

Si los datos presentados aquí son exactos, a fecha de 29 de octubre de 2023, más de 1.400 civiles israelíes han perdido la vida, 229 están actualmente cautivos y 5.300 han resultado heridos debido a la reciente serie de ataques de Hamás. Aunque esto es claramente violencia, si más bien la definimos como una estructura social en la que aumentan o persisten las desigualdades históricas entre grupos, estos hechos no fueron violencia sino una forma de resistencia. Según este criterio, difundir información que pueda perpetuar estereotipos sobre los musulmanes o los palestinos se considera una forma de violencia, dado que se consideran grupos históricamente oprimidos y excluidos. Además, si se aplica este criterio en el análisis del conflicto entre Israel y Hamás, disparar a niños no se considera una forma de violencia si los niños pertenecen al grupo opresor y los autores pertenecen al grupo históricamente oprimido.

Sin embargo, redefinir una palabra no conduce necesariamente a una comprensión más profunda del fenómeno al que se refería originalmente. Un ejemplo de ello es el término «racismo». Si dejamos de utilizar la palabra «racismo» para referirnos al trato desigual de las personas en función de sus características raciales y/o a la expresión de prejuicios raciales, y en su lugar optamos por utilizarla para describir la existencia de una estructura social que genera resultados desiguales entre grupos racializados, este cambio semántico no aumenta nuestra comprensión de ningún fenómeno social. Además, si consideramos que el significado de una palabra no se deriva de lo que dice un diccionario, sino de la forma en que se utiliza, el mero hecho de emplear ambas definiciones sería suficiente para considerarlas ambas válidas. Sin embargo, en determinadas perspectivas o análisis morales, este criterio semántico se emplea inicialmente para redefinir un término concreto (por ejemplo, violencia). Posteriormente, este mismo criterio se considera inválido, impidiendo así el uso de definiciones alternativas.

Expresar frases racistas o sexistas no es intrínsecamente una forma de violencia, si la definimos como cualquier acción en la que un ser consciente daña físicamente a otro mediante el uso de la fuerza física. Sin embargo, atacar a otra persona con un cuchillo sí es una forma de violencia, al igual que lanzar misiles contra ciudades o abrir fuego contra la multitud de un festival de música. Esto es cierto incluso si el agresor pertenece a un grupo que ha sido legalmente discriminado durante décadas.

El individuo como unidad de análisis moral

Centrarse en las acciones individuales no significa negar la existencia de grupos. Cuando debatimos exclusivamente si Israel o Palestina es el verdadero agresor, es decir, cuando nos centramos únicamente en las naciones o Estados como entidades sociales, pasamos por alto el análisis de las interacciones violentas entre los individuos que componen este conflicto. Con un enfoque individualista, el discurso pasa de determinar qué nación es la víctima y cuál es el agresor a identificar quiénes fueron las víctimas y los agresores durante interacciones individuales concretas.

Si queremos hablar del comportamiento de un grupo, es posible agregar datos relativos a interacciones específicas. Al hacerlo, es concebible que dos grupos presenten el mismo número de agresores y/o víctimas en interacciones individuales. Además, también es posible que el mismo individuo sea víctima en una interacción y actúe como agresor en otra.

Análisis moral más allá de la violencia

Evitar la violencia no es el único principio moral en el que el individuo sirve como unidad de análisis moral. Otros principios morales son la ausencia de coerción, la necesidad de consentimiento, la igualdad ante la ley, la prevención del sufrimiento de los seres sensibles, etcétera. Por lo tanto, cuando se aplican distintos principios morales, una persona puede ser víctima de violencia y, al mismo tiempo, alguien que no ha respetado el principio del consentimiento en su interacción con otra persona. Por ejemplo, una mujer que, tras ser tocada sin su consentimiento, golpea a un hombre para evitar que vuelva a suceder.

Una acción no tiene por qué ser necesariamente una forma de violencia para ser considerada inmoral según determinados criterios morales. Además, el uso de enfoques morales no individualistas puede pasar por alto comportamientos que contradicen claramente los principios morales libertarios. Por lo tanto, cualquier análisis del conflicto social que omita el comportamiento individual sería simplemente incompleto.

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