[Originalmente publicado en 1957. Republicado en Economic Freedom and Interventionism (1980)]
En la expresión “protección a los ahorradores”, la palabra “protección” tiene un significado distinto del atribuido usualmente a ella en los círculos políticos actuales. Hablando en general, la protección del “hombre pequeño” o de la agricultura significa proteger a las empresas de la competencia en el mercado, a costa de los consumidores. Se recomiendan privilegios para atender a los intereses creados de grupos concretos a costa de toda la población. Se proponen política que deben reducir la producción total.
La protección de ahorradores y ahorros implica algo muy distinto, que es la preservación de los mismos fundamentos de justicia sobre los que se basa el orden capitalista de la sociedad y, por consiguiente, el propio capitalismo. El aumento sin precedentes en el nivel de vida de las masas en el occidente capitalista se debe al hecho de que la formación de capital aumentó mucho más que la población. Los salarios reales aumentaron a causa de que la productividad marginal de los bienes de capital bajó en comparación con la del trabajo o, dicho de forma más popular, porque el trabajador, en una fábrica moderna y bien equipada, puede producir muchas veces más de lo que puede un trabajador con herramientas primitivas.
Peligros no reconocidos
Fue posible que los ahorros y la acumulación de capital aumentaran a una escala cada vez mayor en occidente debido a que el derecho a la propiedad privada, frente al poder arbitrario de gobernantes políticos y militares, se había establecido firmemente como consecuencia de un desarrollo gradual basado en el derecho romano. Las condiciones en el estado constitucional permitían considerables acumulaciones de ahorros e inversión de capital. Lo que diferencia a occidente de oriente es precisamente la idea que ridiculizan los reformistas como la “santidad” de la propiedad y que no ha penetrado en absoluto en oriente.1 Ahorro e inversión capitalistas no pueden desarrollarse en países donde se crea generalizadamente que la riqueza del hombre de negocios causa la pobreza de los más y donde se sacrifica al comerciante de éxito a deseos depredadores de los gobernantes y sus representantes. El corto interludio del “colonialismo” e “imperialismo” pertenece ahora a la historia. También algún día Estados Unidos interrumpirá sus donativos de miles de millones a los enemigos del capitalismo. Cientos de millones en Asia y África sufrirán mayores privaciones porque las políticas de sus gobiernos obstruyen el ahorro y la formación de capital y mantienen fuera el capital extranjero.
A la vista de la situación en Estados Unidos, indudablemente no cabe sorprenderse de que los orientales no comprendan el problema de la creación y preservación del capital. El hecho de que cada año la cantidad de capital recién acumulado en Estados Unidos exceda la cantidad consumida en producción y por tanto amortizada no se debe ni a las políticas del gobierno ni a las doctrinas propagadas por las universidades, los dos partidos políticos o la prensa. Es el resultado del hecho de que el capitalismo estadounidense aún opera satisfactoriamente a pesar de todos los obstáculos colocados en su camino bajo la engañosa etiqueta de la “economía del bienestar”.
La economía de mercado bajo la dirección del empresario nunca ha demostrado mejor su productividad sin paralelo que en su adaptación a este sistema tan lleno de trampas y cepos. Aún los economistas de la política oficial, autocalificados como “progresistas”, interpretan erróneamente este gran éxito de la iniciativa empresarial. Con los prejuicios de sus ideas socialistas, buscan descubrir en cada mejora del nivel de vida de las masas un nuevo argumento para las reformas del New Deal y el Fair Deal y las políticas relacionadas de inflación y expansión del crédito a través de bajos tipos de interés.
Durante un tiempo ha parecido que la opinión pública estaba empezando a reconocer los peligros de la inflación continua y que esto llevaría al fin de la política de expansión del crédito. Aún así, se permitió que se aumentara el tipo de interés de los bancos de la Reserva Federal muy poco antes de que se pusiera en marcha un movimiento contrario. Todos proclaman estar contra la inflación. Aún así, lo que quieren decir habitualmente con “inflación” no es un aumento en la oferta de dinero y crédito, sino un aumento en los precios. La gente no quiere oír que un aumento en los precios es la consecuencia inevitable de un aumento en la oferta monetaria. Para potenciar el poder adquisitivo, reclaman crédito barato y precios máximos.
Después de un periodo de decrecimiento en el ahorro, la cantidad de nuevo ahorro está creciendo de nuevo en Estados Unidos. También el aumento en la cantidad de seguros de vida retirados cada año es considerable. Sin embargo, sería prematuro concluir de esto que las masas no aprecian que el progresivo declinar del poder adquisitivo del dólar es una amenaza a sus ahorros y a sus provisiones para el futuro. Sin embargo no hay otro medio posible de ahorro abierto al empleado o trabajador que no esté familiarizado con los negocios o el mercado bursátil. (Incluso el completamente insuficiente recurso de atesorar monedas de oro es ilegal en Estados Unidos y prácticamente imposible).2 La gente se aferra a la esperanza de que no se producirá ninguna caída posterior en el poder adquisitivo del dólar.
“¿Sabe usted que es un acreedor?”
Los próximos años determinarán si Estados Unidos, cuyos portavoces nunca se cansan de advertir que el nivel de vida estadounidense es mucho más alto y mayor que el de cualquier otro tiempo o lugar, conseguirá gestionar sus finanzas sin inflación o expansión del crédito. El número de personas que comprendan completamente los peligros de la política monetaria pública erróneamente calificada como “expansionista” no es grande y solo unos pocos políticos están dispuestos a escuchar sus palabras de advertencia. La persona “práctica” no tiene interés en políticas “a largo plazo”. Para él, no importan nada más que las próximas elecciones al Congreso, que nunca están en un plazo mayor a dos años.
Cuando el nacionalsocialismo (nazismo) consiguió triunfar en Alemania con su eslogan “¡Acabemos con la esclavitud del interés!” un diario (creo que fue el Frankfurter Zeitung) publicó un artículo bajo el título “¿Sabe usted que es un acreedor?” El “hombre común” estadounidense como ahorrador y especialmente como propietario de pólizas de seguros de vida, es un acreedor en mucho mayor grado de lo que lo era el alemán medio de la república de Weimar. Sigue sin ser consciente de ello. Confía en los inflacionistas que le dicen que el “dinero barato” solo daña a los “banqueros internacionales”. Igual que apoya a los políticos, que gastan miles de millones de dólares de los contribuyentes en aumentar los precios de los alimentos, está apoyando una política monetaria que amenaza su futuro económico.
Solo hay una forma de mejorar la situación. Es tratar de explicar estos asuntos al votante.
- 1En China y Japón prevaleció durante siglos un rígido sistema de privilegios y castas: la riqueza era cuestión de rango y el hombre común tenía pocas oportunidades para mejorar su situación. Los ahorros en Japón y otras naciones de la costa del Pacífico muestran un desarrollo relativamente reciente.
- 2Durante más de 40 años, del 5 de junio de 1933 hastael 31 de diciembre de 1974, se les negó a los ciudadanos de EEUU el derecho a poseer oro monetario.