The Analyst, publicado por el Institute of Chartered Financial Analysts of India (ICFAI), entrevistó a Joseph T. Salerno, editor del Quarterly Journal of Austrian Economics, respecto del caos financiero y bancario en Argentina:
P: ¿Son bastantes las reformas propuestas como para justificar que el FMI eche una mano a Argentina?
SALERNO: Para empezar, fue el FMI el responsable del desastre que ha ocurrido en Argentina. Al aprobar y ayudar públicamente a Argentina a cambiar a un régimen de “currency board” en 1991, el FMI dio una garantía implícita de rescate a los inversores internacionales en deuda pública argentina.
Esto precipitó una entrada de capital extranjero en Argentina, inducido por la perspectiva de altos retornos de intereses con poco riego de impago o de divisa. Estos fondos fueron absorbidos por el gobierno argentino y utilizados para una expansión enorme e improductiva del sector privado, incluyendo un enorme crecimiento en el gasto nacional y provincial, el empleo y los salarios en el sector público y financiando proyectos y programas que beneficiaban a grandes empresas y otros electores con conexiones políticas.
Entretanto, la inversión en negocios productivos de tamaño pequeño y mediano en la economía privada, especialmente en los sectores exportadores, se estancó y acabó disminuyendo. Este régimen fiscal insensato e inestable promovido directamente por el FMI se revela en el sorprendente hecho de que un cuarto de las tenencias internacionales de deuda de naciones de mercados emergentes consistían en deuda provincial y nacional argentina.
P: ¿Qué pasos hacen falta para la restauración de la salud fiscal y la prosperidad económica?
SALERNO: Primero, el gobierno argentino debe evitar cualquier consejo o ayuda adicional de las ineptas y torpes élites burocráticas del FMI.
Segundo, debe admitir abiertamente su insolvencia y repudiar unilateralmente toda la deuda pública anteriormente emitida. Esto permitiría al gobierno nacional librarse inmediatamente de su carga de atención de la deuda, permitiéndole recortar su presupuesto en un 20% y casi equilibrarlo. Como los mercados internacionales de capitales estarían cerrados a nuevas emisiones de deuda pública argentina, los gobiernos nacional y provinciales se verían obligados a operar dentro a las saludables limitaciones de los presupuestos equilibrados.
Sin embargo, esto también ahuyentaría temporalmente a posibles inversores en deuda argentina del sector privado, así que Argentina necesitaría implantar políticas para reavivar el ahorro y la inversión nacionales. Por tanto, el tercer paso es redcuir la absorción de fondos de inversión por el sector público implantando un recorte equilibrado adicional del 20% en los impuestos al gasto y la renta, con los recortes enfocados en las agencias regulatorias y el empleo público. Esto liberaría al sector privado y le proporcionaría recursos de capital y trabajo muy necesarios, sirviendo asimismo para invertir la expansión del sector público que se produjo en la década de 1990.
P: Las conversaciones del presidente con el FMI y el secretario del Tesoro de EEUU solo produjeron la noticia de que el FMI podría poder juntar un paquete de rescate solo a finales de junio. ¿Está la divisa argentina, así como la del gobierno, en disposición de esperar tanto tiempo?
SALERNO: Argentina no puede permitirse esperar a un paquete de rescate del FMI, que solo prolongaría el actual e insostenible régimen monetario. Debe actuar ya para reformar su paralizado sistema fiscal y monetario.
Por suerte, hay un programa que puede implantar unilateralmente y que permitiría a su divisa volver rápidamente a la circulación como medio de intercambio, especialmente entre sus ciudadanos más pobres, y al mismo tiempo restaurar la confianza en las instituciones y mercados financieros nacionales. Este implica el reconocimiento de la quiebra efectiva de todos los bancos y la entrega de sus activos a sus depositantes.
En concreto, los pasivos de cada banco, que incluyen ahorros, así como cuentas corrientes, deberían disminuirse al nivel de sus reservas de caja y prorrateados entre sus depositantes de acuerdo con el tamaño de sus depósitos nominales en cuentas corrientes y de ahorro. Como ahora estarían efectivamente respaldados al 100% por efectivo, los depositantes serían así capaces de redimir libremente sus depósitos en moneda o continuar accediendo a ellos mediante cheques o tarjetas de crédito no amenaza de un contagio de colapsos bancarios.
Además, la propiedad de los activos de préstamo e inversión de cada banco se transferirían a los depositantes distribuyendo participaciones iguales entre ellos, recibiendo cada individuo una cantidad igual a los pesos en del depósito bancario menos su cuota de las reservas de efectivo del sistema bancario. El valor de estas participaciones, que serían negociables en el mercado, estaría fijado por el valor de mercado de la cartera de activos y fluctuaría de acuerdo con las condiciones del mercado, cayendo más o menos por debajo del valor del peso, dependiendo de la calidad de la cartera de activos de cada fondo.
Todos los bancos e dividirían así en dos instituciones independientes: un banco de depósitos al 100% y un fondo mutuo de activos mixtos sin cargas. Los depositantes argentinos de todos los niveles de renta tendrían entonces un acceso sin limitaciones tanto a un medio para realizar intercambios como a sus ahorros. Los bancos depositantes estarían obligados bajo mandato judicial a retener reservas al 100% para todos los depósitos y el sistema sería capaz de emitir depósitos adicionales a la vista denominados en pesos en intercambio biunívoco con depósitos en pesos.
Todo fondo muto tendría poder para redimir y vender sus participaciones y comprar y vender activos financieros en el mercado abierto, así como a generar préstamos. Inicialmente, fideicomisarios nombrados por los tribunales estarían al cargo de operar estas instituciones, sufragando los costes operativos evaluando tasas de uso sobre depositantes y participantes en los fondos mutuos.
Es verdad que este programa implicaría una aguda deflación de una vez de la oferta monetaria al nivel de la base monetaria, es decir, la moneda en poder del público más las reservas en efectivo de los bancos de depósito. Sin embargo, la misma celeridad y capacidad de penetración de la contracción monetaria (todos los depósitos a la vista se reducirían de la noche a la mañana en el mismo porcentaje) facilitaría el correcto ajuste de precios y salarios a un nivel coherente con la nueva oferta monetaria.
Entretanto, una vez se haya logrado esto y el banco central argentino o la «caja de conversión» haya desembolsado sus existencias de reservas de caja a los bancos de depósito, se prohibiría comprar ningún activo adicional y la oferta monetaria quedaría permanentemente paralizada al nivel actual. El banco central se limitaría a intercambiar nuevos billetes por los estropeados en una relación de uno a uno y a recibir moneda fiduciarias a cambio de billetes de igual importe.
Este programa reavivaría el intercambio monetario y el cálculo económico en toda la economía, especialmente en el sector del comercio al detalle, y junto con la reducción de la carga fiscal del sector público estimularía una recuperación de la actual depresión.
Debería advertirse que este programa es solo un paso preliminar en el camino a una reforma monetaria, que debe llevar al final a la venta de los bancos de depósito y los fondos mutuos gestionados a instituciones o inversores privados, nacionales o extranjeros.
P: Considerando que nadie quiere tener los pesos devaluados, ¿resolvería el problema la dolarización? ¿O crearía una nueva serie de problemas? ¿No hay medicina para el país asolado por la deuda?
SALERNO: La dolarización es un truco que solo se diferencia formalmente del régimen de “currency board” que ha generado la actual crisis fiscal y monetaria de Argentina. Además, no resuelve el problema inmediato de dar a los argentinos acceso inmediato y completo a sus existencias de dinero y ahorros actualmente congelados en el sistema bancario.
El programa que he resumido antes no solo evitaría la devaluación sino asimismo fortalecería enormemente el valor externo del peso. Como apunté antes, la contracción monetaria inicial hará que los precios en Argentina caigan abruptamente, causando un correspondiente aumento en el poder adquisitivo local del peso.
Con el banco central alejado de cualquier operación en el mercado abierto o de cambio de moneda, los tipos de cambio del peso irán al alza para reflejar el aumento en el poder adquisitivo de la divisa, ya que los extranjeros tratarán de tener los pesos necesarios para comprar los productos argentinos que serían extremadamente baratos con los tipos de cambio (devaluados) prevalecientes.
Incluso después de que el valor externo del peso se haya ajustado al alza inmediatamente después de la contracción monetaria de una sola vez, el peso continuaría apreciándose lentamente frente a otras divisas, al irse recuperando la economía de Argentina de la depresión y empezar a expandirse la producción real, haciendo que los precios caigan y que el poder adquisitivo del peso aumente más.
P: Roberto Lavagna, último ministro de economía de Argentina, tiene una tarea realmente difícil, ¿Cuáles son las primeras cosas que debería hacer para tratar de dar cierto aspecto de sensatez a la tambaleante economía del país?
SALERNO: Lo primero de lo que debería ocuparse el ministro de economía es de la intromisión del FMI. Debería decir a los funcionarios del FMI en términos claros que sus consejos y ayudas no han servido para nada bueno en Argentina y que ya no son bienvenidos por el gobierno argentino.
Luego debe proceder inmediatamente, con el consentimiento del presidente y el parlamento, a proclamar la insolvencia de los gobiernos nacional y provinciales de Argentina y a repudiar toda la deuda del sector público argentino, recortando gasto e impuestos para equilibrar el presupuesto y estimular el ahorro y la inversión nacionales en el sector privado.
Finalmente, debe restaurar el completo acceso a su dinero y ahorros de los ciudadanos argentinos bajo el programa que expliqué antes, en el que la propiedad de los bancos insolventes se transfiere a los depositantes.