[Este ensayo, nunca antes en línea, es de la magistral historia de 4 volúmenes de Rothbard del período colonial de los Estados Unidos, Concebido en Libertad]
En las vastas extensiones de los Estados Unidos, William Penn concibió una verdadera colonia cuáquera «un experimento sagrado (…) que pueda ser un ejemplo para las naciones».
En su búsqueda de tal carta, a Penn le ayudó el hecho de que la Corona había adeudado a su padre, el Almirante Sir William Penn, la enorme suma de 16.000 libras por préstamos y salarios atrasados. En marzo de 1681, el rey accedió a otorgar al joven William, el heredero del almirante, la propiedad de las tierras al oeste del río Delaware y al norte de la frontera de Maryland a cambio de cancelar la antigua deuda.
La tierra se llamaría Pennsylvania.
A Penn le ayudó mucho asegurar la carta por su amistad con el rey y otros altos funcionarios de la corte. La carta de propiedad no eran tan absoluta como las concesiones coloniales otorgadas antes ese mismo siglo. El propietario solo podría gobernar con el consejo y consentimiento de una asamblea de hombres libres (una provisión bastante satisfactoria para Penn). El Consejo Privado podía vetar las acciones de Pennsylvania y, por supuesto, la Corona podía atender apelaciones de litigios en el colonia. Tenían que aplicarse las Leyes de Navegación, y había una disposición ambigua que implicaba que Inglaterra podía imponer impuestos en Pennsylvania.
Tan pronto como Penn tuvo noticia de la concesión, envió a su primo William Markham como subgobernador de Pennsylvania. Este último informó a los alrededor de quinientos residentes suecos y holandeses de la ribera occidental del Delaware acerca de la nueva concesión. En otoño, a Markham se sucedieron cuatro comisionados y éstos fueron reemplazados por Thomas Holme como subgobernador a principios de 1682.
En mayo, William Penn hizo del Marco de Gobierno la constitución de la colonia. El Marco fue enmendado y racionalizado y se convirtió en el Segundo Marco en 1683, también llamado la Carta de la Libertad. El Marco proporcionaba, primero, una absoluta libertad religiosa para todos los deístas. No iba a haber ninguna religión obligatoria. Se puso en práctica el ideal cuáquero de la libertad religiosa. Sin embargo, solo los cristianos eran elegibles para cargos públicos; más tarde, ante la insistencia de la Corona, se eliminó a los católicos de los puestos públicos en la colonia.
El gobierno, tal y como los instituía el Marco, comprendía un gobernador, el propietario; un Consejo elegido, que realizaba funciones ejecutivas y judiciales supremas, y una Asamblea, elegida por los propietarios. Los jueces de los tribunales inferiores los nombraba el gobernador. Pero mientras que la Asamblea, como en otras colonias, tenía solo el poder de fijar impuestos, sus poderes estaban más restringidos que los de cualquier otra asamblea. Solo el Consejo podía promover leyes y la Asamblea se limitaba a ratificar o vetar las propuestas del Consejo.
El propio William Penn llegó a Estados Unidos en el otoño de 1682 para instaurar la nueva colonia. Anunció que las Leyes del Duque se aplicarían temporalmente y luego convocó una Asamblea para diciembre. La Asamblea incluía a representantes no solo de los tres condados de Pennsylvania, sino también de los tres condados del bajo Delaware. Pues Delaware (o New Castle y los condados de la orilla occidental de la Bahía de Delaware) se habían concedido al Duque de York en agosto. Aunque el título legal de Penn para ejerce funciones públicas sobre Delaware era dudoso, las buscó con insistencia. William Penn poseía ahora toda la orilla occidental del Río Delaware.
La Asamblea confirmó el Marco de Gobierno enmendado, incluyendo la declaración de libertad religiosa, y este código legal constituyó la «Gran Ley de Pennsylvania». Los tres condados del bajo Delaware se pusieron bajo una administración, separada adecuadamente de la propia Pennsylvania.
Penn ansiaba promover los asentamientos tan rápidamente como fuera posible, tanto por razones religiosas (un refugio para los cuáqueros) como económicas (sus propias rentas). Penn anunciaba las virtudes de la nueva colonia en toda Europa. Aunque trató de imponer pequeñas rentas y ganar con la venta de las tierras, dispuso de los mismos con términos muy asequibles. Los precios de las tierras eran baratos. Se otorgaba cincuenta acres a cada sirviente al acabar su plazo de servicio. También se daba cincuenta acres por cada sirviente que llegara a la colonia. Las ventas de terrenos fueron principalmente en parcelas de tamaño moderado. Penn descubrió pronto que a un chelín por cada cien acres, las rentas eran extremadamente difíciles de recaudar a los colonos.
Inducidos por la libertad religiosa y las tierras relativamente baratas, los colonos arribaron a Pennsylvania a un ritmo notablemente rápido a partir de 1682. La mayoría de los inmigrantes eran cuáqueros: además de los ingleses, llegaron cuáqueros galeses, irlandeses y alemanes. Penn aportó fundó la capital, que iba a convertirse en la gran ciudad de Filadelfia, y cambió el nombre del antiguo asentamiento sueco de Upland a Chester. Los cuáqueros alemanes, liderados por Francis Daniel Pastorius, fundaron Germantown. Además de los cuáqueros llegaron otros grupos atraídos por la promesa de una completa libertad religiosa: luteranos alemanes, católicos, menonitas y hugonotes. El crecimiento de Pennsylvania fue rápido: 3.000 inmigrantes llegaron durante el primer año; en 1684, la población de Philadelphia era de 2.500 habitantes y la de Pennsylvania de 8.000. Había más de 350 viviendas en Philadelphia a finales de 1683. En 1689 había más de 12.000 personas en Pennsylvania.
Uno de los logros más notables de William Penn fue establecer un notable patrón de paz y justicia con los indios. En noviembre de 1682 Penn cerró el primero un varios tratados de paz y amistad con los indios delaware en Shackamaxon, cerca de FIladelfia. El logro cuáquero de mantener la paz con los indios durante bastante más de medio siglo se ha menospreciado: hay quien sostiene que se aplicó solo a los pacíficos indios Delaware, que estuvieron siempre intimidados por los fieros, pero pro-ingleses, iroqueses. Pero estos sin duda es solo una parte de la historia. Pues lo cuáqueros no solo insistían en la compra voluntaria de tierra a los indios, también los traban como seres humanos, merecedores de respeto y dignidad como cualquier otro. Por tanto merecían ser tratados con una amistad honrada y una justicia equilibrada. Por consiguiente, los cuáqueros fueron tratados exactamente de la misma manera a cambio. Los indios nunca derramaron una gota de sangre cuáquera. La confianza mutua entre las razas era tan fuerte que los granjeros cuáqueros dejaban sin problemas a sus hijos al cuidado de los indios. También originalmente la ley disponía que siempre que un indio se viera envuelto en un juicio, el jurado lo constituirían seis blancos y seis indios.
Voltaire, entusiasta acerca de los logros cuáqueros, escribió aguda e ingeniosamente que el tratado de Shackamaxon fue «el único tratado entre indios y cristianos que nunca se juró y nunca se incumplió». Voltaire llega a decir que para los indios «fue realmente algo nuevo ver un soberano [William Penn] a quien todos trataban de “tú” y con quien uno hablaba con el sombrero puesto en la cabeza, un gobierno sin sacerdotes, un pueblo sin armas, ciudadanos iguales a los magistrados y vecinos sin envidias». Otras características de las primeras leyes de la Asamblea fueron las leyes puritanas que prohibían el teatro, la embriaguez, etc.
Más liberalmente, no hacía falta el juramento y la pena de muerte solos e aplicaba al delito de asesinato. El castigo se consideraba con carácter reformador. Se abolió la primogenitura feudal. Para hacer más eficiente e informal la justicia, el gobierno nombraba a tres árbitros en cada distrito para resolver las disputas. Los cuáqueros, sin embargo, evadieron insatisfactoriamente el problema de qué hacer con una fuerza militar. Para no violar el principio cuáquero de portar armas, los Amigos rechazaron servir en la milicia, pero siguieron manteniéndola en la provincia y se nombraba oficiales no cuáqueros al mando. Pero si indudablemente los ejércitos son un mal, entonces votar a favor de impuestos y leyes en apoyo del mal es servir a ese mal y por tanto no puede justificarse.
Sobre la cuestión de la libertad de expresión por criticar al gobierno, desafortunadamente se aprobaron leyes que prohibían escribir o declarar cualquier cosa maliciosa o que generara desagrado al gobernador o que tendiera a subvertir el gobierno.
La carga impositiva era extremadamente ligera en Pennsylvania. Las únicas leyes impositivas se aprobaron en 1683, estableciendo pequeños gravámenes a los licores y la sidra, una tasa general en los bienes y otra a las exportaciones de pieles. Pero el gobernador Penn pronto abolió todos los impuestos durante un año para animar los asentamientos. Sin embargo, en 1684 se presentó otra propuesta para aumentar los impuestos a la importación y otros conceptos para uso personal de William Penn, pero un grupo de líderes de Pennsylvania apuntó que la colonia progresaría mucho más rápido si no hubiera impuestos que dificultaran el comercio. Estos hombres prometieron heroicamente recaudar 500 libras para Penn como regalo si se echaba abajo la propuesta del impuesto. La propuesta se echó abajo, pero no se recaudó todo el dinero.
Como era previsible, el primer conflicto político en Pennsylvania se produjo como un protesta contra las curiosas disposiciones del Marco que limitaban a la Asamblea a ratificar proyectos de ley iniciados por el Consejo. En la primavera de 683, varios asambleístas pidieron que se concediera a la Asamblea el poder de promover legislación. Varios de los seguidores de Penn atacaron la solicitud por lo que consideraban «mostrarse ingratos con él por su bondad hacia el pueblo». La Asamblea también se opuso a conceder al gobernador poder de veto sobre ella. Hay indicios de que los elementos no cuáqueros en la Asamblea fueron particularmente activos a la hora de criticar los grandes poderes asumidos por el gobernador y el Consejo. Uno de los líderes de la incipiente oposición a Penn fue el no cuáquero Nicholas More, portavoz de la Asamblea en 1684. Y Anthony Weston, que aparentemente tampoco era cuáquero fue azotado públicamente en tres días sucesivos por su «atrevimiento y desprecio de este gobierno y autoridad».
Una vez fundada la nueva colonia y su gobierno, y conociendo la renovada persecución de los cuáqueros en su tierra natal, William Penn volvió a Inglaterra en el otoño de 1684. Pronto descubrió que sus expectativas de grandes beneficios como propietario de la enorme concesión real eran en vano. Pues la gente de la luchadora joven colonia de Pennsylvania extendió el principio de la libertad mucho más allá de lo que estaba dispuesto a permitir Penn. El pueblo libre de Pennsylvania no votaría impuestos y sencillamente no pagaría las rentas a Penn como señor feudal. Como consecuencia, los déficits de Penn como gobernante de Pennsylvania fueron grandes y su fortuna disminuían constantemente. A finales de 1685, Penn ordenó a los funcionarios utilizar la fuerza para proteger el monopolio de la producción de cal que se había otorgado a sí mismo, impidiendo que otros abrieran canteras de cal.
Respecto de las rentas, Penn, para estimular los asentamientos, había concedido una moratoria hasta 1685. La gente insistía en que el pago se aplazara otro año más y las amenazas de procesos legales de Penn no tuvieron éxito. A Penn le ofendía especialmente que sus agentes en Pennsylvania no presionaran con suficiente celo para recaudar sus impuestos a la gente. Presumiblemente, el aire libre de menos impuestos de Pennsylvania les había contaminado. Como se quejaba Penn en otoño de 1686: «Lo peor es que los que perdieron autoridad de una forma u otra en las almas del pueblo pueden hacer pocos sin sus poderes externos».
Después de que Penn regresara a Inglaterra en 1684, el Consejo le sucedió en la práctica en el gobierno de la colonia. El Consejo asumió todos los poderes ejecutivos y, como era electivo y no nombrado, esto dejaba a Pennsylvania como una colonia prácticamente autogobernada. Aunque Thomas Lloyd, un cuáquero galés, había sido nombrado por Penn como presidente del Consejo, éste no tenía en la práctica ningún poder ni podía tomar decisiones por sí mismo. Como el Consejo se reunía muy infrecuentemente y como ningún cargo tenía ningún poder para actuar entretanto, durante estos intervalos, Pennsylvania casi no tenía gobierno en absoluto, y no parecía sufrir con la experiencia. Durante el periodo desde finales de 1684 a finales de 1688 no hubo reuniones del Consejo desde el final de octubre de 1684 al final de marzo de 1685, ninguna de noviembre de 1686 a marzo de 1687 y prácticamente ninguna de mayo de 1687 al final de 1688. Y es que los consejeros tenían poco quehacer. Y al ser ciudadanos privados en lugar de burócratas y no recibir paga como consejeros, tenían que atender sus propios negocios. No había, bajo estas condiciones, ninguna inclinación a meterse en asuntos políticos. Las leyes habían establecido un pequeño pago a los consejeros, pero, normalmente, se consideraba casi imposible obtener del pueblo esos fondos.
Si durante la mayoría de 1684-88 no hubo gobierno existente en la colonia, ¿qué pasó con los funcionarios locales? ¿No existieron proporcionando evidencias de la existencia continua del estado, que tanta gente a lo largo de los siglos ha considerado como vital para la misma supervivencia del hombre? La respuesta es no. Los tribunales inferiores solo se reunían unos pocos días al año y los cargos de los condados eran también ciudadanos privados que dedicaban poco tiempo a defender las leyes. No, debe afrontarse la realidad de que la nueva pero bastante grande colonia de Pennsylvania vivió la mayor parte de cuatro años en una condición de hecho de anarquismo individual y no parece haber sido una experiencia peor. Además, la Asamblea no aprobó ninguna ley después de 1686, ya que estuvo envuelta en una disputa continua en sus intentos de aumentar sus poderes y en enmendar legislación, en lugar de solo derogarla.
Hubo un poco de gobierno en 1685 en la persona de William Dyer como recaudador de las aduanas reales. Pero a pesar de las frenéticas reclamaciones de William Penn de colaboración con Dyer, la gente de Pennsylvania persistió en su anarquismo de hecho eludiendo alegre y regularmente las leyes reales de navegación.
William Penn tenía la fuerte y clara impresión de que su «experimento sagrado» se había alejado, había tomado un giro nuevo y desconcertante. Penn había creado una colonia que pensaría que se sometería tranquilamente a sus mandatos y le producirían buenos beneficios. Al ofrecer un refugio próspero a los cuáqueros, había esperado a cambio las recompensas de riqueza y poder. Por el contrario, se encontró son ambos. Incapaz de recaudar ingresos de la gente libre y de mente independiente de Pennsylvania, veía a la colonia deslizarse suave y directamente hacia el anarquismo (hacia un territorio creciente y floreciente sin impuestos y prácticamente sin estado). Penn decidió desesperadamente obligar a Pennsylvania a volver al molde familiar del antiguo orden. Por tanto, nombró a vicecomisionados de estado en febrero de 1687 «para actuar en la ejecución de las leyes, como si yo estuviera presente, reservándome la confirmación de lo que se haga, y mis derechos y ventajas peculiares». Otro propósito de los nombramientos, añadía, era «que pueda haber una residencia más constante de la parte honoraria y gobernante del gobierno para mantener en buen orden todas las cosas». Penn nombró a los cinco comisionados de entre los ciudadanos principales de la colonia, cuáqueros o no, y les ordenó aplicar las leyes.
Los colonos estaban evidentemente contentos con su anarquismo y se dedicaron sagazmente a la resistencia no violenta contra la comisión. De hecho, apenas le prestaron atención. Pasó un año antes de que la comisión fuera siquiera mencionada en las actas del Consejo. Las noticias de la comisión se retrasaron hasta el verano de 1687 y las protestas contra el plan llegaban a Penn. Los comisionados, y también los que protestaban, pretendían que habían asumido sus puestos como un ejecutivo continuista. Sin embargo, finalmente Penn empezó a sospechar y preguntó por qué no había recibido comunicaciones del supuesto cuerpo gobernante.
Incapaz de demorar más las cosas, los reticentes comisionados del estado asumieron sus cargos en febrero de 1688, un año después de su nombramiento. Habían acabado tres años y medio de un anarquismo sustancial. El estado había vuelto a su sitio, de nuevo todo iba bien en el mundo. Como es normal, Penn pidió a los comisionados que ocultaran con cualquier diferencia que pudiera haber entre ellos para engañar e intimidar a la gente: «Mostrad vuestras virtudes, pero ocultad vuestras debilidades; eso os hará terribles y reverenciados por el pueblo». Además les reclamaba que hicieran cumplir los impuestos reales y recaudaran impuestos para apoyar el gobierno.
Los comisionados se limitaron a llamar a sesión a la Asamblea en la primavera de 1688, y esta vez la Asamblea sí aprobó algunas leyes, por primera vez en tres años. Las dos propuestas esenciales presentadas por los comisionados y el Consejo regulaban la exportación de pieles de ciervos y de nuevo ponían tarifas aduaneras a importaciones para obtener fondos para financiar el gobierno (en resumen, ponían impuestos a una colonia sin impuestos). Después de casi aprobar la propuesta impositiva, la Asamblea desafiaba heroicamente de nuevo al gobierno y rechazaba las dos propuestas.
El Estado había reaparecido en una ráfaga de actividad a principios de 1688, pero no estaba capacitado y la colonia, aún sin impuestos, volvió rápidamente a un estado de anarquismo. Los comisionados de alguna manera no conseguían reunirse y el Consejo solo se reunía una entre la reunión de primavera y diciembre. Pennsylvania se contentaba de nuevo en un estado de cosas supuestamente terrible e imposible. Y cuando este idilio llegó a su fin en diciembre de 1688 con la llegada de un nuevo subgobernador, nombrado por Penn, éste «tuvo dificultades para encontrar a los funcionarios del gobierno… Encontró la sala del Consejo desierta y cubierta de polvo y papeles tirados. Las ruedas del gobierno habían estado casi a punto de dejar de girar».1
William Penn, al ver que la gente de Pennsylvania se había entregado felizmente a un anarquismo que prohibía impuestos, rentas y su poder político, decidió nombrar un vicegobernador. Pero el pueblo de Pennsylvania, habiendo probado las mieles de la libertad en estado puro, era casi unánimemente opuesto a renunciar a esa libertad. Hemos visto que los comisionados del estado habían fracasado en asumir sus puestos y casi renunciado a actuar después de que se presumía que habían aceptado. Nadie quería gobernar a otros. Por esta razón, Thomas Lloyd, el presidente del Consejo, rechazó ser nombrado vicegobernador. En este momento Penn decidió que no podía inducir a lo cuáqueros de Pennsylvania a instituir un Estado, así que se dirigió a un duro no cuáquero, viejo soldado puritano y no de Pennsylvania, John Blackwell.
Una vez un Estado se ha eliminado completamente, es extremadamente difícil recrearlo, como descubrió rápidamente Blackwell. Si Blackwell tenía alguna idea de que los cuáqueros eran gente sumisa y pasiva, se llevó una buena sorpresa. Iba a descubrir muy rápidamente que la devoción por la paz, la libertad y el individualismo en ningún sentido implica resignación pasiva ante la tiranía. Muy al contrario.
Al anunciar el nombramiento de Blackwell en septiembre de 1688, Penn dejó claro que su tarea primordial era recaudar las rentas de Penn y secundariamente restablecer un gobierno. Como indicaba Penn a Blackwell: «Gobierna suavemente a los sumisos y a quienes no quieran ser gobernado, gobiérnales con autoridad».
La recepción inicial de John Blackwell como vicegobernador fue un presagio de lo que iba a pasar. Enviando aviso para que alguien le recogiera al llegar a Nueva York, arribó allí solo para encontrar que no había nadie para recibirle. Después de esperar en vano durante tres días, Blackwell fue solo a Nueva Jersey. Cuando llegó a Philadelphia el 17 de diciembre, no encontró escolta, ni desfile, ni comité de recepción. Hemos mencionado que Blackwell no pudo encontrar al Consejo ni a ningún otro cargo del gobierno (y esto pasó después de haber ordenado que se reuniera el Consejo tras su llegada). Apareció solo un hosco escolta y rechazó hablar al nuevo gobernador. Y cuando Blackwell llegó a la vacía sala del Consejo, apareció un grupo de niños de la vecindad para reírse y burlarse.
Los cuáqueros, liderados por Thomas Lloyd, se dedicaron entones a una campaña hábil y decidida de resistencia ante la imposición de un Estado. Thomas Lloyd, como guardián del gran sello, insistía en que ninguna de las órdenes o comisiones de Blackwell eran válidas si no tenían estampado el gran sello. Lloyd, el guardián, rechazaban estamparlas. Es divertido ver a Edward Channing y otros concienzudos pero poco imaginativos historiadores profundamente confusos por esta resistencia: «Esta parte de la historia de Pennsylvania es inusitadamente difícil de entender. Por ejemplo, encontramos a un hombre tan fuerte e inteligente como Thomas Lloyd rechazando obedecer lo que parecía ser una orden razonable y legal por parte del propietario. Como guardián del gran sello de la provincia, Lloyd rechazaba sin rodeos fijar ese emblema de autenticidad en las comisiones que Blackwell le presentaba».2 Lo que no entendía Channing era que la gente de Pennsylvania estaba en una situación verdaderamente revolucionaria, que todos estaban firmemente decididos a impedir la reimposición de un estado gravoso sobre su floreciente sociedad sin estado. Por eso incluso las órdenes más «razonables y legales» se desobedecían, pues la gente de Pennsylvania había estado viviendo durante unos años en un mundo en el que nadie daba órdenes a otro.
Lloyd rechazó persistentemente entregar el gran sello o estamparlo en cualquiera de los documentos o nombramientos de Blackwell. Además, David Lloyd, secretario de los tribunales y pariente lejano de Thomas, rechazaba absolutamente enviar los documentos de casos a Blackwell aunque los jueces lo ordenaran. Por este acto de desafío, Blackwell declaró a David Lloyd inadecuado para servir como funcionario del tribunal y le destituyó, pero Thomas Lloyd repuso de inmediato a David en virtud de su poder como guardián del gran sello.
Al crecer e intensificarse una situación revolucionaria, nunca puede prevalecer la unanimidad: los tímidos y miopes empiezan a traicionar a la causa. Así que el Consejo, asustado ante los actos directos de rebelión de Lloyd, se alineó entonces con Blackwell. El bando pro Blackwell estaba encabezado por Griffith Jones, que había consentido en dejar a Blackwell vivir en su casa en Philadelphia. Jones advertía que «es a la autoridad del rey a la que se opone y me parece que estamos alentando a rebelarse a una fuerza». De los miembros del Consejo, solo Arthur Cook permaneció leal a los Lloyd y el movimiento de resistencia. De una docena de jueces de paz nombrados por Blackwell cuatro rechazaron rotundamente el cargo.
Cuando Blackwell descubrió el verdadero estado de cosas en Pennsylvania, su alma dedicada al estado se vio compresiblemente asombrada. Había un próspero comercio basado en continuas violaciones de las leyes de navegación. Sobre todo, aquí no había impuestos ni por tanto fondos para mantener el gobierno. Como dice Bronner: «[Blackwell] deploraba la falta de fondos públicos en la colonia que hacían imposible contratar un mensajero para llamar al Consejo, un portero y alguien que persiguiera a los barcos para que cumplieran las leyes de Inglaterra. 3 Creía que debería encontrarse algún medio para recaudar impuestos para el funcionamiento del gobierno». Su opinión general, como escribía a Penn, era la queja apelación estatista de que los colonos disfrutaban de una excesiva libertad: habían tomado más de la «miel de vuestras concesiones (…) de la que su estómago puede soportar».
Blackwell se las arregló para obligar al Consejo a reunirse cada semana durante los primeros meses de 1689, pero su sugerencia de que debía obligarse a cada condado a mantener un consejero permanente en Philadelphia generó una protesta del Consejo. Arthur Cook lideró la resistencia con éxito, manteniendo que el «pueblo no era capaz de de soportar la carga de una asistencia constante».
Como Blackwell continuaba acusando al Consejo y a Pennsylvania en su conjunto antes de acceder al cargo, la oposición de Pennsylvania a su reclamación de estatismo se intensificó aún más. En el Consejo, a Arthur Cook se le unió en el bando intransigente Samuel Richardson, que declaró que Penn no tenía poder para nombrar un vicegobernador. Por este desafío abierto, se expulsó a Richardson del Consejo.
El conflicto de opiniones continuó polarizando a Blackwell y la gente de Pennsylvania. El clímax acabó llegando el 2 de abril de 1689, cuando Blackwell presentó cargos para juzgar a Thomas Lloyd, acusándole de once delitos y faltas. (Blackwell había rechazado también aceptar a Lloyd cuando este último fue elegido canciller por el Condado de Bucks). En su discurso de acusación, Blackwell proclamó ante sus atónitos oyentes que los poderes de Penn, y por tanto los suyos sobre la colonia eran absolutos. Penn era un señor feudal que podía crear tribunales señoriales; además, Penn no podía transferir sus poderes reales delegados al pueblo, sino solo a un delegado como él. El Consejo, de acuerdo con la teoría de Blackwell, no existía en modo alguno para representar al pueblo, sino para ser un instrumento de la voluntad de Penn. Blackwell terminaba su arenga amenazando con desenvainar y empuñar su espada contra estos opositores insolentes e indisciplinados.
La proclamación del Blackwell del gobierno absoluto polarizó entonces de verdad el conflicto. Las alternativas se estrecharon entonces: el viejo anarquismo o el gobierno absoluto de Blackwell. Dada esta oposición, los que vacilaban tenían pocas alternativas salvo dar a Thomas Lloyd todo su apoyo.
Blackwell expulsó entonces del Consejo de forma sumaria a Thomas Lloyd, Samuel Richardson y John Eckly. El 9 de abril, mientras el Consejo (el poder judicial supremo de la colonia) estaba debatiendo la acusación contra Lloyd, Blackwell amenazó con destituir a Joseph Growdon. En este momento, el Consejo se rebeló y reclamó el derecho a aprobar sus propios miembros. Rechazando reunirse por más tiempo sin sus miembros apropiadamente elegidos, el Consejo fue disuelto en ese momento por Blackwell.
Con el Consejo de vuelta a casa, el desalentado Blackwell envió su dimisión a Penn, mientras que siete consejeros protestaron amargamente ante Penn por el intento de su delegado de privarles de sus libertades. Respecto de Blackwell, creía que los cuáqueros eran esos agentes del diablo que anunciaba el Nuevo Testamento, que «desprecian el poder y hablan mal de las dignidades».
A partir de este momento, la decisión estaba en manos del Gobernador Penn y Penn se decidió a favor de los cuáqueros y contra Blackwell. Durante el resto del año, Blackwell continuó formalmente en el cargo, pero perdió todo interés por hacer cambios o ejercitar su gobierno. Desde abril de 1689 hasta principios de 1690 estuvo esperando el final de su cargo. Blackwell escribió a Penn que «solo espero ahora la hora de mi relevo». Resumía sus quejas contra los cuáqueros: «Esta gente no tiene los principios del gobierno entre ellos, ni estarán bien informados».
Un logro notable
Entretanto, la asamblea, encabezada por Arthur Cook, se reunió en mayo y se distanció del asunto de la protesta por el arresto de uno de sus miembros. Entre mayo y el final del año, el Consejo se reunió solo dos veces. Pennsylvania estaba retornando a su estado previo de anarquismo. William Penn reanimó esta tendencia al decidir restablecer el viejo sistema de tener a todo el Consejo como su subgobernador. Escribiendo a los cuáqueros principales de Pennsylvania, Penn pedía perdón por su error de nombrar a Blackwell pero les recordaba con nostalgia que lo había hecho porque «ningún Amigo tomaría el puesto del gobernador».
Ahora les decía: «He pensado que es apropiado (…) dejar todo en vuestras manos, para que podáis ver la confianza que tengo en vosotros». Con Blackwell fuera del cargo, el Consejo, recuperando el control, recuperó sus maneras somnolientas. Encabezado de nuevo por Thomas Lloyd, se reunía raramente, no hacía prácticamente nada y decía aún menos a William Penn. El anarquismo había vuelto triunfante a Pennsylvania. Y cuando el secretario William Markham, que había sido del odiado bando de Blackwell, presentó una solicitud para recaudar impuestos para proporcionar alguna ayuda financiera a William Penn, el Consejo ignoró totalmente la solicitud.
- 1Edwin B. Bronner, William Penn’s “Holy Experiment” (Nueva York: Temple University Publications, 1962), p. 108. Al profesor Bronner se le atribuye el mérito de haber descubierto esta era de anarquismo en Pensilvania.
- 2Edward Channing, A History of the United States, 6 Vols. (Nueva York: Macmillan, 1905-25) 2:125.
- 3Bronner, «Holy Experiment», p. 119.