1. La alternativa konkiniana
2. El problema de la organización
3. El problema del «Kochtópodo»
4. El problema del Partido Libertario
[Del Strategy of the New Libertarian Alliance, Número Uno, Mayo de 1981, 3-11, una crítica del New Libertarian Manifesto [NLM] del difunto teórico agorista, Samuel Edward Konkin III (1947–2004); reimpreso como «The Anti-Party Mentality» en Libertarian Vanguard, Agosto–Septiembre de 1981. Rothbard fechó su envío el 10 de noviembre de 1980]
Es bueno tener el New Libertarian Manifesto (NLM) [Manifiesto Neolibertario] de una forma más o menos sistemática para su evaluación y crítica. Hasta ahora la visión konkiana sólo ha sido expresada en disparos aislados hacia sus oponentes, a menudo contra mí.1 Resulta que la situación de Sam Konkin es en muchos aspectos como la de los marxistas. Igual que los marxistas eran mucho más convincentes en sus críticas a la sociedad existente que en establecer su vaporosa y bastante absurda visión del futuro comunista, Konkin es mucho más coherente en sus críticas al movimiento libertario existente que en diseñar su propia visión agorista positiva. Por supuesto esto no es casualidad. Primero porque es mucho más fácil descubrir defectos en las instituciones existentes que ofrecer una alternativa convincente y segundo es tácticamente más cómodo estar al ataque.
1. La alternativa konkiniana
En este caso concreto, Konkin trata de ocuparse del desafío que lancé hace años a los libertarios antipartido: Vale, ¿cuál es su estrategia para la victoria de la libertad? Creo que el agorismo de Konkin sería un fracaso total, pero al menos lo ha intentado, lo que tiene mérito, y le pone por delante de sus compañeros antipartido, que normalmente recurren a ayunar, rezar o a que cada uno encuentre formas de convertirse en una persona mejor y más pacífica, sin que ninguno empiece a responder al problema del poder de Estado y qué hacer con él. Así que antes de comentar las críticas de Konkin de las actuales instituciones libertarias, me gustaría tratar su alternativa agorista.
Primero, hay un defecto fatal que no sólo vicia la estrategia agorista de Konkin sino que le permite eludir todo el problema de la organización (ver más abajo). Es esta sorprendente visión de Konkin de que trabajar por salarios va de alguna manera contra el mercado o es antilibertario y desaparecería en una sociedad libre. Konkin afirma ser un economista austriaco del libre mercado y sobrepasa lo comprensible cómo puede decir que una venta voluntaria de nuestro trabajo por dinero es de alguna manera ilegítima o no libertaria. Además, es sencillamente absurdo que piense que, en el libre mercado del futuro, desaparecerá el trabajo asalariado. La contratación individual, por muy adorable que algunas puedan verla, es simplemente brutalmente antieconómica para la actividad manufacturera. Los costes de transacción serían demasiado altos. Por ejemplo, es absurdo pensar en la fabricación de automóviles por medio de subcontratados independientes y autoempleados.
Además, está claro que Konkin no está familiarizado con el hecho de que la aparición del trabajo asalariado fue un beneficio enorme para muchos miles de trabajadores pobres y les salvo de morir de hambre. Si no hay trabajo asalariado (como no había en la mayoría de la producción anterior a la Revolución Industrial) cada trabajador debe tener suficiente dinero como para comprar su propio capital y herramientas. Una de las grandes cosas de la aparición del sistema de fábricas y el trabajo asalariado fue que los trabajadores no tenían que comprar su propio equipo de capital: esto podía dejarse a los capitalistas. (Así, ver la brillante introducción de F.A. Hayek a su El capitalismo y los historiadores).
El rechazo falso y antilibertario de Konkin del trabajo asalariado, le permite sin embargo hacer varias cosas. Le permite presentar una visión tremendamente optimista del ámbito potencial del mercado negro. También contribuye a su curioso olvido del «mercado blanco» y su desprecio como algo sin importancia. De hecho, aunque el mercado negro realmente es importante en Rusia, Italia, etc., es comparativamente enano en importancia respecto del mercado blanco legal. Así que la visión konkiniana de instituciones del mercado negro creciendo, defendiéndose y así convirtiéndose en la sociedad anarquista de libre mercado, se derrumba por su propia base.
Advirtamos que los mercados negros están concentrados en o en industrias de servicios o en productos que son a la vez valiosas y fáciles de esconder: joyas, oro, drogas, caramelos, medias, etc. Todo esto está bien, pero sigue sin resolver el problema: quién fabricaría automóviles, acero, cemento, etc. ¿Cómo funcionarían en el mercado negro? La respuesta es que no funcionarían en absoluto, igual que no funcionarían en el ágora contratante independiente.
Lo que pasa es que estos fallos fatales del la visión konkiniana están ligados. Al concentrarse en objetos como la marihuana como su paradigma del ágora (en lugar de en automóviles, acero, pan de molde o lo que sea) Konkin puede olvidar la abrumadora mayoría de la vida económica y concentrarse en la marginalidad. Sólo mediante este tipo de olvido puede empezar a postular un mundo de contratantes independientes o de mercados negros.
Y aquí hay otro punto vital. Toda la teoría de Konkin habla sólo de los intereses y preocupaciones de las clases marginales que están autoempleadas. La gran mayoría de la gente son trabajadores asalariados a tiempo completo: son gente con trabajo fijo. El konkinismo no tiene por tanto nada que decir a esta gente. Por tanto, adoptar la estrategia de Konkin sólo sobre esta base sería un callejón sin salida para el movimiento libertario. No podemos triunfar si no hay posibilidad de hablar de las preocupaciones de la gran mayoría de los asalariados en este y otros países.
Pasa lo mismo con la rebelión fiscal, que supuestamente sirve como parte de la estrategia agorista. De nuevo, es mucho más fácil para quien no gane un salario evitar que se conozca sus ingresos. Es casi imposible para los asalariados, cuyos impuestos por supuesto se deducen desde arriba mediante la infame retención. De nuevo es imposible convertir a los asalariados a la idea de no pagar impuestos porque literalmente no tienen alternativa. El displicente desprecio de Konkin a los impuestos como algo voluntario en algún sentido ignora otra vez la carga del asalariado.
De hecho me temo que sólo hay una manera de eliminar la monstruosa retención. ¿Me atreveré a nombrarla? Es la acción política.
Tampoco es casualidad que todo el espectro del movimiento del mercado negro, desde los rebeldes fiscales a los teóricos agoristas, sea casi exclusivamente autoempleados. Haciéndose eco de la distinción de Konkin, los partidarios del mercado negro probablemente se beneficiarían en el sentido micro, pero no tienen relevancia para la lucha «macro» por la libertad y contra el Estado. De hecho, en una especie de mano invisible inversa, podrían incluso ser contraproducentes. Es posible que por ejemplo el mercado negro soviético sea tan productivo que mantenga a flote todo el monstruoso régimen soviético y sin él el sistema soviético colapsaría. Por supuesto, esto no significa que desdeñe o me oponga a las actividades de mercado negro en Rusia: es sólo para explicar algunas de las desagradables características del mundo real.
Hay otros problemas con el concepto agorista. Tiendo a alinearme con Pyro Egon en su disputa con Konkin, porque el mercado negro, si se desarrolla, lo va a hacer por sí mismo y no veo ningún papel en absoluto para Konkin y la New Libertarian Alliance o la implicación de la Izquierda Libertaria. Konkin habla correctamente de la división del trabajo. . Bueno, en ninguna parte se manifiesta más claramente la propia división del trabajo que en quien tiene éxito empresarial. Si el mercado negro debería desarrollarse, entonces los empresarios de éxito no van a ser teóricos agoristas como Konkin sino empresarios de éxito y punto. ¿Para qué necesitarían a Konkin y a su grupo? Sugiero que nada en absoluto.
Hay una pizca de verdad en el NLM de que los libertarios, a priori serían mejores empresarios que cualquier otro porque son más dignos de confianza y más racionales, pero esta pieza de sinsentido reventó por la dura experiencia hace mucho tiempo. Tampoco quienes vayan a participar en el mercado negro necesitan a Konkin y sus colegas para animarles y liberarles de culpabilidad. De nuevo la experiencia ha demostrado que les va bien solos y pedirles que realicen actividades de mercado negro es como exhortar a los patos a que naden.
Luego cuando consideramos la importancia vital del trabajo asalariado, los mercados ya están severamente limitados y el escenario agorista para el objetivo libertario final se desmorona. Y luego está la etapa final en que las agencias del mercado negro utilizan la fuerza para defender transacciones ilegales, rebeldes fiscales, etc., contra el Estado. Aunque Konkin no lo reconozca como tal, es una revolución violenta y es sencillamente una verdad histórica sin excepción que ninguna revolución violenta ha estado cerca de triunfar en un país democrático con elecciones libres. Así que este camino también está cerrado. Y tampoco ha tenido éxito tan frecuentemente ni siquiera en una dictadura. El sistema soviético lleva ahora mismo oprimiendo a sus ciudadanos durante más de sesenta años y ha habido un mercado negro extendido todo este tiempo. Y ahí sigue el Gulag. ¿Por qué el mercado negro no se ha desarrollado como un ágora konkiniana o siquiera se ha parecido a ésta?
No. Por mucho que yo ame al mercado, rechazo creer que cuando realizo una transacción normal de mercado (por ejemplo, comprar un sándwich) o una actividad de mercado negro (por ejemplo, circular a 60 millas por hora) esté avanzando lo más mínimo hacia la revolución libertaria. El mercado negro no va a ser el camino a la libertad y los teóricos y activistas libertarios no tienen ninguna función en ese mercado. Creo que por eso la única actividad real de Konkin y sus colegas se limita a molestar a los miembros del Partido Libertario. Este acoso puede ser vigorizante para el ánimo de algunos miembros del partido, pero escasamente servirá para satisfacer el compromiso de por vida que los konkinianos tienen con la causa de la libertad. No, el agorismo es un callejón sin salida y, por usar el viejo término estalinista, es «objetivamente contrarrevolucionario».
2. El problema de la organización
Me ocupo de la crítica de Konkin al actual movimiento libertario, en el NLM y otros escritos. Hay tres líneas básicas en su crítica que son completamente distintas, pero que Konkin generalmente confunde y combina. Son (1) el problema de la organización jerárquica, (2) el problema del «Kochtópodo» y (3) el Partido Libertario. Generalmente Konkin las entremezcla todas y por tanto confunde todos estos asuntos. Debemos separarlos. Hagámoslo suponiendo antes que no hubiera Partido Libertario y que simplemente haya otras instituciones, organizaciones, institutos, revistas libertarios o cualquier otra cosa.
¿Desaparecerían las quejas de Konkin si desapareciera el PL? Está claro que no. Porque de sus escritos se produce un ataque no sólo a la organización jerárquica sino a la organización por sí misma. Está en contra de las sociedades anónimas porque están organizadas jerárquicamente y parece estar en contra de todas las demás organizaciones voluntarias por razones similares. No sólo se opone a los salarios, también quiere sólo alianzas individuales y no organizaciones en absoluto.
Primero, no hay nada contra el libertarismo o el mercado en una organización voluntaria, sea una sociedad anónima u otra cualquiera. La gente se organiza porque cree que puede hacer cosas más eficazmente de esa forma que a través contrataciones independientes o alianzas ad hoc. Por tanto pueden hacerlo. Así que
1. No son inmorales o no libertarios y
2. Son la única manera por la que casi todo puede lograrse, ya sea fabricando automóviles o haciendo torneos de bridge o ajedrez.
Konkin sugería que grupos flotantes afines pueden lograr muy poco y eso sólo cuando sólo está implicado un puñado de gente. Pero si más de un puñado quiere cooperar en tareas unidas, ya sea en fabricar acero o en torneos de ajedrez, se hace necesaria una organización.
Por supuesto que las organizaciones crean problemas y realmente no tiene sentido continuar con eso. Si más de tres o cuatro personas desean realizar una tarea conjunta, entonces algunas impondrán sus deseos a otras (por ejemplo, ¿debemos pintar la oficina de azul o de beige?) y están condenadas a luchas de poder, peleas entre facciones y todo lo demás. Incluso las empresas, que tienen que soportar una continua prueba de beneficios, tienen estos problemas y las dificultades están condenadas a aumentar en las organizaciones sin ánimo de lucro, donde no hay información instantánea de pérdidas y ganancias.
Así que las organizaciones crean problemas ¿y qué? Lo mismo hace la propia vida, o la amistad, las relaciones románticas o cualquier cosa. La mayoría de la gente piensa que los inconvenientes merecen la pena y están más que compensados por lo beneficios de trabajar y alcanzar objetivos comunes. Y si no, siempre pueden irse y no pertenecer a una organización; en una sociedad libre, tienen ese privilegio. Y por supuesto, estamos hablando de organizaciones voluntarias.
Sospecho que a Konkin y sus colegas no les gusta pertenecer a organizaciones. Está bien. Pero quienes queremos alcanzar distintos objetivos continuaremos haciéndolo. Y me parece que tenemos al menos el reconocimiento de que no hay nada mínimamente no libertario acerca de organización, jerarquía, líderes y seguidores, etc., siempre que se haga voluntariamente. Si los konkinianos no consiguen entender este punto libertario primordial, entonces su bona fides libertaria queda seriamente en cuestión.
3. El problema del «Kochtópodo»
Konkin también a atacado la beneficencia de Charles Koch, no sólo por ser pro-PL, sino asimismo porque han tendido a adquirir un «monopolio» del movimiento.
Todavía abstrayéndonos del PL, empecemos con cada uno de nosotros poniéndonos en el lugar de Koch. Supongamos que usted es multimillonario y se convierte al libertarismo. Le encanta y quiere hacer algo por la causa. Siendo como son las cosas, con lo mejor que puede contribuir es con su dinero. ¿Qué debería hacer? El problema con pedirnos hacer este acto de imaginación es que la mayoría de nosotros no podemos concebirnos como multimillonarios, y muchos hemos asumido la opinión populista primitiva de millonarios como personajes como el malvado Fu Manchú inclinados a la explotación. Pero veamos el caso de nuestro multimillonario convertido. ¿Realmente Konkin diría que no tendría que hacer nada, porque esto crearía un «monopolio» del movimiento? ¿No queremos convertir a multimillonarios? ¿No pensamos que el dinero es importante para avanzar en el movimiento?
Así que es indudablemente grotesco enviar a nuestro multimillonario a la porra. Evidentemente deberíamos dar la bienvenida a sus contribuciones a la causa y esperar tantas como sea posible. Vale, usted es un multimillonario convertido al libertarismo. ¿A quién o a qué debería dar su dinero? Bueno, es una responsabilidad considerable y como nadie puede ser omnisciente, nuestro multimillonario está condenado a cometer errores por el camino. Pero todo lo que podemos pedirle es que los haga los mejor que pueda, de acuerdo con su conocimiento.
Por tanto el multimillonario merece nuestra aprobación, nuestra bienvenida a la causa. En su lugar, lo que obtiene inevitablemente (siendo como es la naturaleza humana) son quejas y ataques incesantes. Pues si A, B y C (personas o instituciones) reciben su generosidad, esto inevitablemente deja a D, E y F a la intemperie y si por envidia o justa indignación por el camino erróneo tomado, D, E y F sin duda pedirán su ejecución.
Para nosotros pobres tipos podría resultar absurdo decir que la vida de un multimillonario es dura e ingrata, pero parece claro que es algo importante que hemos de recordar.
Pero hay más que decir. Los críticos del multimillonario podrían decir: vale, es estupendo que esté dando tanto dinero a la causa, pero ¿por qué tiene que controlarlo todo? De nuevo, usted es el multimillonario y quiere hacer lo más que pueda por la libertad con el dinero que entrega. ¿No querría controlar cómo se gasta su dinero? Claro que sí. Tendría que ser un idiota si no lo hace y asimismo no preocuparle mucho ni el dinero ni la causa libertaria. Hay pocos multimillonarios que sean idiotas.
¿Pero qué pasa con el «monopolio» de Koch? Aquí Konkin debería haber vuelto a su economía austriaca. Supongamos que sólo una empresa produce aluminio. ¿Deberíamos empezar a quejarnos de ella por ser un «monopolio» o esperar que más empresas entren en el sector? Claramente lo segundo, salvo que el «monopolista» esté usando al Estado para mantener fuera a otros competidores, lo que por supuesto no está haciendo Mr. Koch. Muy al contrario. Koch estaría encantado, como todos nosotros, de encontrar a otros multimillonarios convertidos a la libertad y dando dinero al movimiento. Así que la respuesta al problema del «monopolio» de Koch es encontrar una docena más de multimillonarios libertarios. Es muy injusto y falso echar la culpa de su situación al monopolista.
Sostengo que Konkin ha sido notablemente injusto con Charles Koch. La única crítica legítima de Koch no es la existencia del «Kochtópodo», sino si el llamado «Kochtópodo» sigue un camino erróneo y equivocado. Por ejemplo, dentro de la perspectiva antipartido de Konkin, para él es perfectamente legítimo criticar la relación de Koch con el Partido Libertario, pero no la existencia de la generosidad de Koch por sí misma.
Sin embargo, en muchos de los escritos de Konkin uno tiene la impresión de que simplemente recibir una concesión o trabajar con Koch es algo malo o incluso aceptar cualquier trabajo fijo (pace, Konkin sobre los salarios).
Pero mientras que no hay nada en absoluto inmoral o ilegítimo acerca de la existencia de un monopolio kochiano en el movimiento, sí produce graves problemas sociológicos. Pues si un hombre u organización constituye o controla todo el movimiento, entonces cualquier error de ideología, estrategia o táctica que cometan tendrá graves consecuencias para el movimiento entero. Sin embargo, si una organización pequeña comete un error, las consecuencias al menos no son tan catastróficas. Aquí hay un problema real, que es imposible ver cómo curar, salvo encontrando una docena más de personas como Koch. (Seguramente la solución putativa de Konkin de que Koch desapareciera de la escena libertaria es un «remedio» mucho peor que la enfermedad).Lo único que puedo pensar es en tratar de persuadir a Koch para que establezca diversas instituciones «en competencia» en el movimiento, igual que las grandes empresas a menudo establecen centros de beneficio en competencia dentro de su propia organización. (Hasta cierto punto, esto ya se está haciendo, como en el caso de una institución tan estimable como el Council for a Competitive Economy).
4. El problema del Partido Libertario
Mucha de la crítica de Konkin al PL se ha compuesto de ataques a la organización y al «monopolio» por sí mismos y creo haber demostrado que todas estas críticas o son falsas o se equivocan, siendo lo principal que estas instituciones son voluntarias y dignas de los problemas que inevitablemente tienen, al menos para quienes participan en ellas. Ninguna de estas instituciones son no libertarias y las dificultades que generan son problemas de la vida.
Ahora nos ocuparemos de la bête noire de Konkin, el Partido Libertario. Hay dos cuestiones importantes a resolver acerca del PL:
1. ¿Es malo por sí mismo? y
2. Suponiendo que no lo sea, ¿es una estrategia legítima o incluso necesaria para que la adopten los libertarios?
Voy a suponer por el momento que un partido político libertario (o en cualquier caso otras formas de acción política como el cabildeo) no sea malo por sí mismo. Pero si eso es cierto, entonces todos los argumentos consecuentes de Konkin acerca de la naturaleza jerárquica del PL, sus luchas de poder, peleas de facciones, etc. no son más que los problemas propios de todas las organizaciones. Y ya nos hemos ocupado de eso.
Más importante es que no veo otra estrategia para alcanzar la libertad que no sea la acción política. La conversión religiosa o filosófica de cada hombre y mujer simplemente no va a funcionar: esa estrategia ignora el problema del poder, el hecho de que millones de personas tienen intereses creados en el estatismo y no es probable que renuncien a ellos. La revolución violenta no funcionará en un sistema político democrático. El agorismo de Konkin no es una respuesta, como he demostrado antes.
Por supuesto, es vital la educación en la libertad, pero no es suficiente: debe actuarse para contener al Estado, especialmente revocar leyes estatales, como el control de precios o las retenciones fiscales. O incluso como las leyes de la marihuana. A pesar de su extendida inaplicación, siempre hay quien es imputado, especialmente si la policía quiere detenerle por otras razones. Los rebeldes fiscales son admirables, pero sólo en términos «micro»: los impuestos siguen ahí y los asalariados los pagan. La rebelión fiscal no es una estrategia para la victoria. Los grupos de presión de un solo asunto (por ejemplo, las organizaciones contra el servicio militar, organizaciones de contribuyentes, grupos por el patrón oro, etc.) están bien y son admirables, pero no completan el trabajo, por dos razones básicas:
- Porque son de un solo asunto y por tanto no pueden educar a nadie en el libertarismo en general, y
- Porque no pueden hacer el trabajo vital de revocar las leyes estatistas.
Sólo pueden reclamar la revocación del servicio militar, por ejemplo: no pueden realmente realizar la revocación. ¿Por qué deberíamos negarnos este paso necesario y vital de realizar la revocación? Por supuesto, si uno cree como Bob LeFevre que es tan inmoral revocar como imponer el servicio militar, entonces la revocación de cualquier cosa está fuera de lugar. Pero yo daría aleluyas por cualquier revocación del estatismo y no me preocuparía la «coacción» a aquéllos que quieren mantener el servicio y se les ve privados de ello.
Antes de la existencia del PL, las únicas revocaciones podían hacerlas los demócratas y republicanos y por tanto los libertarios que se dedicaban a esta forma de acción política tenían que tratar de encontrar al candidato más libertario o si no al menos antilibertario. Al contrario de lo que dice Konkin, sí ha habido partidos políticos en el pasado, especialmente en los siglos XVIII y XIX que, aunque no fueran anarquistas si fueron fuerzas admirables a favor del laissez faire. No aplastaron al Estado (tampoco tenían esa intención), pero lograron una enorme cantidad de libertad: prepararon la Revolución industrial y estamos todos en deuda con ellos. Pienso en el Partido Demócrata en Estados Unidos, los liberales ingleses, los progresistas en Alemania, etc. Históricamente, los partidos políticos liberales clásicos han hecho mucho más por la libertad humana que cualquier mercado negro.
Por supuesto, empíricamente ningún gran partido merece la pena en este momento, así que un Partido Libertario ofrece una alternativa bienvenida, al permitirnos realmente desarrollar una acción política libertaria.
Un Partido Libertario presenta muchas dificultades. En primer lugar, está la tentación constante de sustituir beneficios por número de votos como prueba de éxito y esto significa la dilución del principio para apelar al mínimo común denominador de los votantes. Esta tentación ha sido acogida con gran entusiasmo en la campaña de Clark. Pero el precio de la libertad es la vigilancia eterna, nunca más que en un partido político libertario. El PL necesita una autocrítica continua y, sí, también la crítica de Konkin.
Por suerte, tiene una base admirable: ahora debe producirse una lucha para hacer que los candidatos del partido se ajusten a esa base. La lucha contra el oportunismo no va a ser sencilla y puede que ni siquiera tenga éxito. Pero el PL es una institución suficientemente valiosa como para que la batalla merezca la pena. Por eso necesita el Caucus Radical.
Y por eso necesita libertarios formados en principios libertarios y preocupados por mantenerlos. Un problema con este PL concreto es que en un sentido profundo fue fundado prematuramente: antes de que hubiera suficientes activistas como para hacerlo funcionar y formar a los recién llegados. El PL creció como Topsy: en consecuencia, literalmente no había instituciones dentro del Partido (excepto el Caucus Radical) dedicadas a la formación o explicación de principios o asuntos políticos, lo que es muy extraño en un partido ideológico.
El PL es uno de los partidos ideológicos más extraños de la historia: es un partido político ideológico donde la mayoría de sus miembros no muestra ningún interés en la ideología ni en la política. Los grupos marxistas generalmente no fundan partidos durante mucho tiempo: primero crean «formaciones pre-partido» que recogen la fortaleza y el conocimiento para crear un partido normal. No tuvimos esa formación y estamos sufriendo las consecuencias. Pero aquí está el partido y tenemos que arreglárnoslas con lo que tenemos.
Así que el Partido Libertario es vital, si no imprescindible para revocar el estatismo. Y contrariamente a la sugerencia de un calendario para un milenio de Konkin, un PL militante y abolicionista que controlara el Congreso podría acabar con todas las leyes de la noche a la mañana: todo lo que se necesitaría sería voluntad. Ninguna otra estrategia por la libertad puede funcionar. Y aún así, todo esto palidece ante el problema más importante: ¿Es malo por sí mismo un partido libertario? ¿Es malo por sí mismo votar? Mi respuesta es no.
El Estado es un Moloch que nos rodea y sería grotesco y literalmente imposible que funcione si le negamos nuestra «aprobación» general. No creo estar cometiendo ninguna agresión cuando entro en una calle propiedad del Estado y subsidiada por éste, conduzco por una carretera propiedad del Estado y subsidiada por éste o vuelo en una aerolínea regulada por el Estado. Estaría participando en una agresión si reclamara que continuaran estas instituciones. Yo no pedí estas instituciones, demonios, así que no me considero responsable si me veo forzado a usarlas.
De la misma forma, si un estado por razones propias nos permite una elección periódica entre dos o más amos, no creo que seamos agresores si participamos con el fin de votar por amos más amables o votar a gente que abolirá o revocará la opresión. De hecho, creo que debemos e nuestra propia libertad utilizar esas oportunidades para que la causa avance.
Digámoslo así: Supongamos que fuéramos esclavos en el viejo Sur y que por alguna razón cada plantación tenía un sistema en el que se permitía a los esclavos elegir cada cuatro días entre dos amos alternativos. ¿Sería malo y reconocería la esclavitud, participar en esa elección? Supongamos que un amo era un monstruo que torturaba sistemáticamente a los esclavos, mientras que el otro era amable, no aplicaba cas ninguna norma en el trabajo, liberaba un esclavo al año o lo que sea. A mi no solo no me parece una agresión votar por el amo amable, sino idiota el no hacerlo. Por supuesto, bien puede haber circunstancias (digamos que ambos amos son similares) en las que les iría mejor a los esclavos no votando para realizar así una protesta visible, pero ésta consideración es táctica, no moral. Votar no sería un mal, pero, en ese caso, menos eficaz que la protesta.
Pero si es moralmente lícito y no agresivo que los esclavos votaran para elegir amos, de la misma manera nos es lícito votar por lo que creemos el menor de dos o más males y aún más beneficioso votar a candidatos declaradamente libertarios.
Así que aquí estamos. La estrategia de Konkin acaba no siendo ninguna estrategia en absoluto. Konkin dificulta la eficacia libertaria creando problemas morales donde no existen: acusando como no libertarios o no de mercado a un montón de instituciones necesarias para el triunfo de la libertad: organización, jerarquía, trabajo asalariado, donaciones de fondos de millonarios libertarios y un partido político libertario. Konkin es lo que normalmente se llama un «tocapelotas»: siempre que alguna institución u organización parezca estar haciendo un buen trabajo por la libertad en algún lugar. Seguro que allí estará Sam Konkin con un ataque moral.
Y aún así, los escritos de Konkin han de ser bienvenidos. Porque necesitamos mucho más policentrismo en el movimiento. Porque él sacude a los «partiarcas» que tienden a caer en la autocomplacencia sin pensar en ello. Y especialmente porque le preocupa profundamente la libertad y puede leer y escribir, cualidades que parecen estar empezando a pasar de moda en el movimiento libertario. Al menos podemos contar con que Sam Konkin no se unirá a los cretinos sin cabeza de los anuncios en televisión de Clark cantando acerca de «Un Nuevo Comienzo, Amer-i-ca». Y eso vale mucho.
- 1Una de sus críticas (NLM, página 5) es falsa además de insultante. Ni yo ni el Libertarian Forum hemos sido «comprados» e todo o en parte por Charles Koch. El Libertarian Forum nunca ha obtenido un penique de fuentes externas: desde su concepción, se ha autofinanciado completamente. Y aunque mi estancia de dos años en el Instituto Cato la disfruté de muchas maneras, más bien perdí que gané dinero en el cambio.