La caída del comunismo y el intento de transición de la planificación al mercado en la Europa central y oriental y la antigua Unión Soviética representaban un reto para los teóricos austriacos: aunque se habían realizado muchos trabajos sobre los problemas del cálculo socialista, ¿cómo podía una visión austriaca del mundo abarcar el cambio de un estado centralizado que arruinaba economías a un mundo de mayor laissez faire? ¿Y cuál sería el impacto en la sociedad?
Casi 20 años después de que cayera el Muro de Berlín, los economistas de la corriente principal continúan discutiendo acerca de la economía de la transición, poniéndola algunos como una parte de la «economía del desarrollo» (la misma sub-disciplina de moda que fue responsable de estimular el socialismo en las décadas de los cincuenta y los sesenta y luego cambió drásticamente a estimular distintos tipos de socialismo en la década de los ochenta). Otros han intentado poner la economía de la transición en la misma categoría como «economía del crecimiento», que ve a las economías dirigidas por el trabajo y el capital y su punto de partida en la curva de crecimiento, con poca atención a las instituciones. Como este argumento está de moda, han aparecido bastantes pocos análisis austriacos respecto de las economías transicionales y, lo que es más importante, cómo deberían ser estas transiciones (un escrito en 2002 se preguntaba incluso si había una aproximación austriaca).1
Por suerte, 20 años de experiencia nos dan un excelente punto ventajoso de vista del proceso de transición de comunismo al capitalismo, y, lo que es más importante, comparar políticas para ver qué ha funcionado y qué no. ¿Podemos explicar las diferencias en rendimiento porque estas sociedades se despojaron de sus atributos comunistas y se acercaron al capitalismo? ¿Hay un marco analítico que sea mejor que los modelos convencionales para explicar los resultados de la transición?
Divergencia
Aunque se hayan hecho pocos análisis austriacos, esto no significa que las economías en transición no hayan tenido éxito o fracasado según las ideas austriacas. Lo primero que sorprende a cualquier observador de las economías de transición es su enorme divergencia desde que se intentó dicha transición. Algunos países han crecido muy rápidamente y eliminado a conciencia la planificación centralizada: Estonia, Eslovenia y posiblemente algunos países de Europa central (como Eslovaquia) se han catapultado a la cabeza de la fila con excelente crecimiento del PIB, bajo desempleo y desarrollo de ricos sectores privados. Por otro lado, muchos países, incluyendo la mayoría de los antiguos estados soviéticos (excluyendo a los bálticos) han continuado estancados en diversos indicadores. ¿Cuál es el origen de esta divergencia?
La razón real es que, en muchos de estos países, la «transición» ha sido una expresión más que un proceso, un lema más que un reflejo de lo que ocurría a ras de tierra. Muchos de los antiguos países soviéticos están encabezados por líderes de la época soviética que pueden haber aflojado las riendas en la economía, pero las han apretado políticamente, llevando a burocracias entrometidas y corruptas que impiden el crecimiento del empleo. Países como Uzbekistán, Armenia y Azerbaiyán están gobernados por camarillas corruptas y muestran poca tolerancia ante la oposición, prestando al mismo tiempo favores económicos a través del estado. Algunos de estos países continúan mostrando crecimientos moderados del PIB (con países que son autocráticos, pero que poseen petróleo, como Turkmenistán, Azerbaiyán y Rusia mostrando impresionantes crecimientos de PIB), pero bajo este «emparejamiento» (crecimiento desde una base baja), un amplio abanico de indicadores muestra que el progreso es una ilusión. El desempleo es desesperanzadamente alto, hasta el 30% no oficialmente en algunos países, y no se están creando empleos a gran escala (el emprendimiento no puede florecer en una atmósfera de ahogo público).
No es sorprendente que los que mejor se desempeñan son los que han ido más lejos en la demolición del poder del estado (ver Gráfico 1). Hay una clara correlación entre el crecimiento medio del PIB y las calificaciones (medias) del país en la Freedom House a lo largo del periodo de transición.2 Aunque hay algunas excepciones, tienden a ser, o bien los estados ricos en petróleo mencionados antes o economías de transición tardía, como Albania (que ha oscilado mucho en la otra dirección en términos de liberalización, pero sigue viéndose afectada por su inicial falta de reformas). En general, eliminar el poder del estado en la economía ha mejorado las vidas de los antiguos ciudadanos comunistas.
Gráfico 1 – Crecimiento medio, 1991-2007 frente a media Freedom House en el mismo plazo
Fuente: Indicadores de transición EBRD, Freedom House.
Un buen ejemplo de cómo un país cambió de la corrupción al capitalismo lo muestra la diminuta República de Georgia: encabezada durante nueva años por el último ministro de exteriores de la Unión Soviética, Eduard Shevardnadze, el país era conocido por un ser pozo de corrupción y avanzaba con un crecimiento lento y un bajo nivel de vida. La «Revolución de las Rosas» de 2003 acabó sin embargo con Shevardnadze y sus compinches e implantó una excelente sería de iniciativas a favor del mercado (como una tasa única del 12%). El resultado ha sido un crecimiento acelerado en Georgia, un aumento en la inversión y una sociedad más libre. Sigue habiendo problemas, pero la rémora del comunismo se ha eliminado por fin: corresponde al sector privado reconstruir la casa.
Esta tendencia a un mejor rendimiento económico en países con una transición más libre no se ha producido sólo al nivel agregado, ya que las economías de transición se han diferenciado también a nivel sectorial. De hecho, hay un abismo entre sectores que han recibido menos atención estatal o han sido privatizados (o están en países que han reducido el poder del estado) frente a aquéllos que siguen protegidos o bajo control del estado. Por ejemplo, Uzbekistán sigue siendo uno de los antiguos países soviéticos que ha cambiado muy poco su legado de planificación centralizada y mantiene una «política industrial» compleja dirigida por la misma gente que dirigía la economía bajo el comunismo formal. Los resultados en la nueva «economía de mercado» son sin embargo los mismos que bajo la «democracia popular». Como muestra la Tabla 1, los sectores que el gobierno promocionaba más fuertemente en su primera política industrial desde 1996 se convirtieron rápidamente en los sectores que más sufrieron.
Tabla 1 – Primer Plan Quinquenal de Uzbekistán: Producción de bienes industriales seleccionados 1997-2000 (en miles)
| 1997 | 1998 | 1999 | 2000 |
Tractores | 2,8 | 2,6 | 1,7 | 1,0 |
Algodón | 1,0 | 0,4 | 0,3 | 0,3 |
Automóviles | 65,0 | 54,0 | 59,0 | 31,0 |
VCR | 141,0 | 50,0 | 7,0 | 0,0 |
TV | 268,0 | 191,0 | 45,0 | 28,0 |
Fuente: Asian Development Bank
Por el contrario, las empresas en países que han dejado el mercado al mercado se han abierto paso y, en algunos casos, son nuevos líderes mundiales. Por ejemplo, Skype, una herramienta indispensable que cualquiera que vida fuera de EEUU realice negocios globalmente, empezó en Estonia, mientras que Skoda, el fabricante checo de automóviles que fue en un tiempo objeto de muchas bromas, ha sido adquirido por Volkswagen y ahora fabrica automóviles de calidad, aunque asequibles para un amplio rango de mercados.
Estas evidencias anecdóticas se han visto respaldadas por la investigación empírica: un amplio examen de empresas en Europa central y oriental y países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) realizada por investigadores del Banco Mundial descubrió que privatizar una empresa no solo llevaba a reestructurar ésta, sino que asimismo añadía «varios puntos porcentuales a la tasa de crecimiento de la empresa».3
Más asombroso aún (pero bastante evidente para un economista austriaco) es que las empresas que afrontaban la competencia superaban a los monopolios estatales en un 20-30%, dependiendo del país.4 A los gobiernos que se han apartado del camino y permitido a inversores privados buscar rendimientos les ha ido mejor, con inversión privada o greenfield en las economías de transición provenientes de propietarios extranjeros «siempre las más eficientes (…) desde 1993».5 De hecho, las empresas de propiedad extranjera desempeñaron un papel vital en la transición, tanto reduciendo las rentas de monopolio en la breve fase de información asimétrica, liderando asimismo con el ejemplo a las empresas nacionales (que habrían igualado su eficiencia en su mayor parte alrededor de 2000).6
¿Qué hay que hacer?
Hay muchos ejemplos sorprendentes de cómo puede ser efectiva la transición y muchos deprimentes de cómo ésta se ha visto, en la práctica, detenida por la intervención del estado. Aunque se necesita más investigación de tipo austriaco para examinar los efectos concretos del cálculo en un estado en transición, de cómo evolucionan las instituciones en estados de incertidumbre y de cómo los sectores privados pueden liderar la transición en lugar de reaccionar pasivamente, está claro que los resultados que esperan los austriacos en todas las economías en la práctica también son ciertos en economías de transición. Dados los resultados de los últimos 20 años, es difícil para los políticos argumentar que el socialismo puede operar aquí cuando no funcionó allí.
- 1Enrico Colombatto, «¿Existe un enfoque austriaco para la transición?» Review of Austrian Economics, Volumen 15 No. 1 (2002).
- 2Freedom House califica a los países de 1 a 7, siendo 7 «no libres» y 1 «libres». Por lo tanto, una puntuación más baja es más deseable.
- 3Simeon Djankov y Peter Murrell, «Enterprise Restructuring in Transition: A Quantitative Survey», Journal of Economic Literature, Vol. XL (septiembre de 2002).
- 4Ibíd.
- 5László Halpern y Gábor Kõrösi, Corporate Performance and Market Structure During Transition in Hungary,«Descargar PDF (Documento de trabajo del Instituto William Davidson número 606, agosto de 2003).
- 6Ibíd.