Hacia finales del siglo XIX, la escena intelectual europea fue testigo de una notable contienda teórica conocida como la «batalla de métodos» o, en alemán, Methodenstreit. Este choque intelectual destacó por la confrontación entre los preceptos de la individualización metodológica y subjetiva, dotados de una cosmovisión subjetivista e individualizadora del método. Estaba representada por figuras como Carl Menger (considerado el fundador de la escuela austriaca y de sus bases teóricas) y la escuela histórica alemana, y se guiaba por las afirmaciones colectivistas e historicistas de la ciencia económica, entre cuyos exponentes se encontraban Gustav von Schmoller y Lujo Brentano.
El conflicto, que prevaleció en los 1880 y los 1890, estuvo motivado por diferencias fundamentales en cuanto al enfoque metodológico y la comprensión de la naturaleza intrínseca de la ciencia económica. El historicismo como herramienta metodológica propone que los fenómenos económicos pueden ser estudiados e incluso medidos de alguna manera a través del examen, estudio y comprensión de los hechos históricos. En otras palabras, la realidad histórica no estaría compuesta por interacciones entre individuos como seres aislados, sino por una intrincada red de acontecimientos, instituciones y contextos sociales analizados desde la semiótica de su propio periodo histórico subyacente.
El historicismo utiliza la base hegeliana para apoyar su planteamiento, incorporando la noción de que la comprensión de la realidad se produce a través de la evolución dialéctica de los acontecimientos a lo largo del tiempo. Pero a diferencia de otros modelos que incorporan la filosofía de la historia de Georg Hegel (todos de diferentes maneras), el historicismo se diferencia de los enfoques marxista y positivista en que no busca un determinismo rígido y universal.
Mientras que el pensamiento marxista ve la historia como una progresión inevitable hacia la revolución —con periodos definidos por las relaciones sociales entre los propietarios de los medios de producción y la clase trabajadora—, el zeitgeist de Hegel se encuentra en la teoría marxista en forma de una profunda influencia, una especie de inevitabilidad de las fuerzas históricas y deterministas de las relaciones sociales. Según la filosofía hegeliana, el concepto de zeitgeist (o «espíritu de la época») impregna la visión marxista al proporcionar una lente interpretativa que pone de relieve la interconexión entre las condiciones sociales, económicas y culturales de una época determinada. Así, el materialismo histórico marxista, que analiza los cambios sociales a través del prisma de las relaciones de producción, incorpora implícitamente el zeitgeist hegeliano al reconocer la importancia del contexto histórico en la formación de las estructuras sociales y la evolución de la lucha de clases.
El positivismo busca un enfoque que divida los periodos históricos basándose en la comprensión de los individuos a través de métodos de investigación. El positivismo incorpora la filosofía hegeliana pero lo hace de una forma más empírica, diferenciándose principalmente a través de relaciones científicas y generalistas.
El modelo hegeliano se ve limitado por prescindir del individualismo metodológico, una perspectiva que hace hincapié en la acción y la elección individuales como elementos fundamentales para comprender los fenómenos sociales e históricos. Hegel, en su enfoque dialéctico, concebía el desarrollo histórico como un proceso impulsado por fuerzas espirituales e ideas colectivas, descuidando a menudo la importancia de las acciones individuales.
Esta crítica fue realizada por Menger, que cuestionó a Schmoller basándose en la evidencia de que el enfoque historicista era limitado, ya que no tenía en cuenta el aspecto subjetivista y las decisiones individuales en la formación de los fenómenos económicos. Esta crítica fue fundamentada a través de su teoría subjetiva del valor. Además de refutar las bases filosóficas de los historicistas, esto distanció a Menger de la escuela clásica, que postulaba la teoría del coste de producción del valor e inauguró una nueva forma de ver los intercambios voluntarios y la negación del valor como medida absoluta.
Menger, al postular la teoría subjetiva del valor, negaba inexorablemente la creencia de los historicistas de que existiera una «realidad histórica» orgánica que funcionara según leyes objetivas y enclaustradas. Ludwig von Mises retomaría y ampliaría las ideas de Menger, consolidando aún más la posición de la escuela austriaca de economía al cuestionar las nociones historicistas y defender un enfoque radicalmente subjetivo de la teoría económica, inaugurando el concepto praxeológico, totalmente centrado en las investigaciones en el campo de la acción humana.
Es importante destacar que Menger no se niega a orientar el análisis de los hechos históricos y la catalogación de los acontecimientos históricos. Reconoce la relevancia de la investigación histórica como medio para comprender el contexto en el que se produjeron las acciones humanas. Sin embargo, la distinción crucial reside en el enfoque metodológico. Menger no se adhiere a la idea de que existen leyes objetivas e invariables que rigen los fenómenos económicos a lo largo del tiempo.
La categorización de «tipos ideales», por ejemplo, a pesar de ser el centro de atención de la filosofía weberiana, no fue utilizada por Menger en su conceptualización de la acción humana. Menger adoptó un enfoque diferente. Centró su análisis en la comprensión subjetiva de las elecciones individuales, las preferencias concretas y las acciones de los agentes económicos, diferenciándose también de esta tradición no por el enfoque hacia el sujeto sino por su método de análisis.
En resumen, la «batalla de métodos» representó un punto de inflexión en el desarrollo de la teoría económica, al perfilar distintos enfoques metodológicos que configuraron la comprensión de los fenómenos económicos. La disputa entre la individualización subjetiva propuesta por la escuela austriaca y el historicismo colectivista de la escuela histórica alemana puso de relieve la relevancia del enfoque metodológico en el análisis económico.
Las críticas de Menger y la posterior consolidación de la escuela austriaca, especialmente con Ludwig von Mises, reforzaron la importancia de la subjetividad en la formación de los valores económicos, destacando la formación de instituciones orgánicas y métodos empíricos. Las teorías propuestas por Carl Menger permitieron una nueva consolidación en el campo de la teoría económica, que posteriormente continuaron sus alumnos.
La victoria de la Escuela Austriaca en la «batalla de métodos» no sólo influyó en las corrientes de pensamiento económico, sino que también resonó en áreas interdisciplinares, sentando las bases de enfoques más individualizados y subjetivos en diversas disciplinas. La concepción de los agentes económicos como decisores racionales guiados por la subjetividad de sus preferencias se ha convertido en un elemento central del análisis económico contemporáneo.