Durante décadas, proporcionar a los estudiantes una educación de la más alta calidad fue un objetivo clave en muchos países, ya que de este modo se facilitaría el progreso científico y la innovación, se apoyaría el desarrollo social y económico y se elevaría el nivel de vida. En los últimos años, sin embargo, la izquierda ha ido adquiriendo un papel cada vez más destacado en los sistemas educativos de muchos países occidentales, y sus partidarios han ido alterando significativamente muchos de los objetivos y normas aceptados en las instituciones de enseñanza.
En particular, los partidarios de este dogma han estado impulsando agresivamente la idea de que se debe permitir a los profesores distraer, confundir o influir en sus alumnos hablando de sus creencias personales, ideas y actividades y elecciones privadas en el aula.
Además, el adoctrinamiento de los niños pequeños por parte de la Izquierda woke implica la defensa del racismo contra la población blanca, así como la promoción de contenidos sexualmente explícitos LGBTQ+ (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, queer/queer plus). Por ejemplo, apoyan que en las bibliotecas de las escuelas primarias y secundarias haya libros que contengan detalles gráficos «sobre la realización de actos sexuales e incluyan escenarios de pornografía, violación e incesto».
El papel cada vez más destacado de la izquierda woke podría acabar destruyendo el sistema educativo occidental, que no es el producto de un grupo de personas, una generación, una ideología, una disciplina, un gobierno o una nación. A lo largo de la historia, muchas personas con talento, de gran reputación y carácter distinguido han contribuido al desarrollo y la formación del sistema educativo y a la evolución de las ideas educativas en las sociedades occidentales. Estas personas procedían de diversos entornos y áreas de especialización.
De hecho, algunos de ellos tuvieron que luchar contra la oscuridad de su época para iluminar al pueblo, como Johann Gottlieb Fichte (1762-1814), Friedrich Wilhelm August Fröbel (1782-1852), Johann Friedrich Herbart (1776-1841), Johann Gottfried von Herder (1744-1803), Wilhelm von Humboldt (1767-1835), Immanuel Kant (1724-1804), Gotthold Ephraim Lessing (1729-81), Johann Heinrich Pestalozzi (1746-1827), Jean-Jacques Rousseau (1712-78), Johann Christoph Friedrich von Schiller (1759-1805) y Friedrich Daniel Ernst Schleiermacher (1768-1834), entre otros.
Estos visionarios, junto con muchos otros, inspiraron los cimientos del moderno sistema educativo occidental, incluidos los programas de jardín de infancia, las escuelas primarias, las escuelas secundarias, las escuelas de formación para profesores y las universidades. A pesar de las diferencias entre sus respectivos puntos de vista y especializaciones, estaban de acuerdo en que el desarrollo de un sistema educativo eficaz era una empresa seria que requería un gran compromiso, esfuerzo y responsabilidad. Entre sus principales recomendaciones figuraba que los profesores debían ser seleccionados de entre un grupo de personas con las mejores cualidades, ya que compartirían sus pensamientos y conocimientos avanzados con las generaciones venideras y serían responsables de guiar a la sociedad en el futuro.
Johann Gottlieb Fichte fue un célebre filósofo del idealismo y el nacionalismo alemanes que contribuyó al desarrollo del sistema educativo en Alemania durante el siglo XIX, además de ser uno de los fundadores, y más tarde rector, de la Universidad de Berlín. Según Fichte, los profesores deben tener una «estricta vigilancia sobre sus palabras y acciones» si quieren fomentar el máximo desarrollo de sus alumnos. Creía que era en interés de la humanidad que los profesores se esforzaran por «la más pura moralidad y adquirieran una sólida sabiduría práctica». Desde una edad temprana, el aspirante a maestro debe ser «colocado en una posición en la que le sea posible y necesario adquirir esta sabiduría práctica y la delicadeza de sentimientos, y que este cultivo de la mente y el carácter sea un elemento peculiar en la educación [de las generaciones futuras]». Rousseau apoyaba ideas similares, argumentando que el papel del maestro era «desviar la atención del niño de los detalles triviales y guiar continuamente sus pensamientos hacia las relaciones de importancia que un día necesitará conocer, para que pueda juzgar correctamente sobre el bien y el mal en la sociedad humana».
Antes de que la izquierda woke tuviera un papel tan influyente en el campo de la educación, se esperaba que los profesores mantuvieran los detalles de sus vidas y elecciones personales confinados a su esfera privada. Esta noción fue apoyada por Humboldt, reformador del sistema escolar prusiano, cuando afirmó que el profesor debía «elevarse completamente por encima de cualquier impedimento aparente en su propio cuerpo, temperamento o hábitos, etc.». Por su parte, Fichte sostenía que la función del maestro es «familiarizar imperceptiblemente al joven con lo elevado y noble antes de que sea capaz de distinguirlos de lo vulgar; acostumbrarlo a éstos y alejarlo de lo bajo e innoble.»
Le preocupaba que los niños fueran muy propensos a abrazar las ideas y acciones perversas y vulgares de sus profesores debido a su deseo innato de buscar la aprobación de figuras en posiciones de autoridad que les infundan respeto. En este punto, también serían adoctrinados en la creencia de que la aceptación de tales ideas y acciones es un signo de progreso social.
Según Fichte, los profesores debían evitar enseñar ideas vulgares e innobles porque a menudo pueden despertar y estimular la naturaleza animal de los seres humanos y, al mismo tiempo, degradar las almas, los espíritus y las mentes de los niños y los jóvenes. Explicó además que la exposición regular a las ideas y comportamientos vulgares e innobles de un profesor podría llegar a embotar las mentes de los alumnos, que también podrían desarrollar un hábito de «letargo espiritual».
Así, insistió en que el fomento de ideas vulgares, perversas, innobles y deshonrosas acaba por robar «al hombre el respeto por sí mismo, la fe en sí mismo y el poder de contar con confianza en sí mismo y en sus propósitos». Fichte afirmaba además que la enseñanza de ideas vulgares e innobles en las aulas lleva a los niños a experimentar el «olvido de sí mismos» y a convertirse en esclavos de las opiniones de los demás, en lugar de desarrollarse como seres autorreflexivos, autodeterminados, independientes y libres. Con el tiempo, podrían perder la fe en sus propias voluntades, pensamientos y conciencias, o incluso abandonar sus religiones, culturas, costumbres y tradiciones en las sociedades multiculturales. Fichte concluyó que la indignidad de un maestro debe «reconocerse claramente» cuando existe. Nunca debe ocultarse ni respetarse porque un individuo así podría tener un tremendo impacto perjudicial en el desarrollo de sus alumnos.
En los últimos años, parece como si la Izquierda woke se hubiera comprometido a deshacer todo el trabajo racional, constructivo y sensato que han llevado a cabo las generaciones anteriores a lo largo de los siglos, cuyo objetivo era diseñar el mejor sistema educativo posible que priorizara los intereses, las necesidades y el desarrollo de los alumnos. Es decir, a los partidarios de este dogma no parece importarles proporcionar a los niños una educación adecuada durante sus años de formación, lo que les permitiría procesar el conocimiento de infinitas maneras, convertirse en individuos autodeterminados, tomar mejores decisiones a lo largo de sus vidas y desarrollarse como miembros activos de la sociedad.
Por el momento, parece como si todos los cambios sociales que se están implementando rápidamente en nombre de algunas versiones distorsionadas de progreso, inclusividad, equidad y diversidad demostraran que la iluminación del pasado no es capaz de penetrar en la oscuridad de la izquierda woke. En última instancia, la degradación y eventual destrucción del sistema educativo occidental impulsado por la izquierda woke elevará a una generación de profesionales no cualificados, irresponsables y corruptos a puestos de liderazgo en todos los ámbitos de la vida, lo que podría provocar silenciosamente el colapso del Estado-nación.
Nelson Mandela dijo una vez: «La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo». Parece que los globalistas que respaldan a la Izquierda woke lo han reconocido y están armando la educación para inducir al olvido de uno mismo, eliminar la libertad, borrar la historia, disminuir las creencias culturales, tradicionales y religiosas y, finalmente, destruir el Estado-nación para facilitar la transición hacia un sistema de gobierno de multiparticipantes.