Algunas de nuestras suposiciones están tan profundamente encarnadas que no podemos percibirlas.
Un ejemplo apropiado: todos dan por sentado que es normal que un país de 320 millones esté dirigido por una sola autoridad centralizada. El único debate que se nos permite tener es quién debería ser elegido para desempeñar esta función grotesca e inhumana.
He aquí el debate que deberíamos tener en su lugar: ¿y si abandonamos sencillamente esta misión quijotesca y seguimos caminos separados? Es una idea que está ganando aceptación, es verdad que demasiado tarde, pero mejor tarde que nunca.
Durante mucho tiempo parecía como si la idea de secesión fuera improbable que se implantara en los Estados Unidos modernos. Después de todo, a los niños en las escuelas se les hace que asocien secesión con esclavitud y traición. Los periodistas americanos tratan la idea como si fuera evidentemente ridícula y desdeñable (una actitud que curiosamente no adoptan cuando se enfrentan a la propaganda bélica de EEUU, podría añadir).
Y aun así todo lo que hizo falta fue la elección de Donald Trump para que se desvaneciera completamente toda la supuesta toxicidad de la secesión. La oposición por principio de la izquierda a la secesión y la devoción a la sagrada Unión saltaron inmediatamente por los aires el 8 de noviembre de 2016. Hoy aproximadamente uno de cada tres californianos está a favor de la secesión de su estado de la Unión.
En otras palabras, algunas personas parecen estar llegando a la conclusión de que todo el sistema está podrido y debería abandonarse.
Es verdad que la mayoría los izquierdistas no han utilizado esta manera de pensar. Muchos han adoptado el preocupante lema “no es mi presidente”. En otras palabras, no quiero que esta persona concreta tenga el poder de intervenir en todos los aspectos de la vida y tenga en su mano la capacidad de destruir toda la tierra, pero indudablemente quiero que algún otro tenga esos poderes.
No es exactamente un desafío frontal al sistema, entras palabras. (Eso es lo que defendemos los libertarios). El problema en su opinión solo está en que son personas incorrectas las que están al mando.
De hecho, los izquierdistas que una vez dijeron “lo pequeño es bello” y “cuestionen la autoridad” tienen pocos problemas para aceptar grandes burocracias federales al cargo de la educación, la sanidad, la vivienda y casi todas las cosas importantes. Y, por supuesto, no hay que cuestionar estas autoridades (salvo que estén encabezadas por alguien nombrado por Trump, en cuyo caso pueden ser temporalmente ignoradas).
Al mismo tiempo, la derecha ha estado reclamando la abolición del Departamento de Educación prácticamente desde su creación en 1979. Como ya os habéis dado cuenta, eso no ha ocurrido. Tener la agencia en manos republicanas se ha convertido en una tarea más urgente.
Cada bando emplea enormes recursos para tratar de tomar el control del aparato federal y gobernar todo el país.
¿Y si pedimos que dejen de hacerlo?
No aún más feudos federales, no más poner en un solo molde a 320 millones de personas, no más órdenes a todos desde el estado central
Es radical, sí, e indudablemente no es una perspectiva que nos enseñen como escolares. ¿Pero es tan poco razonable? ¿No es en realidad algo razonable y con sentido? Y algunas personas, podemos esperar razonablemente pueden estar dispuestas a considerar estas preguntas sencillas humanos por primera vez.
¿Podemos entonces imaginar a la izquierda estando realmente tan descontenta como para estar a favor de la secesión como una buena solución?
He aquí lo que yo sé. Por un lado, la izquierda realizó su larga marcha a través de las instituciones: universidades, medios de comunicación, cultura popular. Su intención era rehacer la sociedad americana. La tarea implicaba una enorme cantidad de tiempo y riqueza. La secesión equivaldría a abandonar esta línea de éxito y es difícil imaginarlos renunciando de esta manera después de haber gastado todos esos recursos en la larga marcha.
Al mismo tiempo, es posible que la élite cultural haya llegado a despreciar tanto a la burguesía americana que esté dispuesta a tratar todo esto como un gasto perdido y sencillamente irse.
Sea cual sea el caso, lo que podemos y debemos hacer es animar toda charla sobre descentralización y secesión, de manera que estas opciones hasta ahora prohibidas vuelvan a revivir.
Ya puedo escuchar las objeciones de los libertarios de Washington, que no son conocidos por apoyar la descentralización política. Por el contrario, esperan al día en que jueces y legisladores libertarios impongan la libertad sobre todo el país. Y a un nivel más básico, creen que hablar de derechos de los estados, anulación y secesión (acerca de los cuales tienen las opiniones más exquisitamente convencionales y políticamente correctas) sería una fuente de problemas.
¿Cómo van a codearse con el presidente de la Fed si se les relaciona con ideas como estas?
Por supuesto, nos gustaría ver que la libertad florece en todas partes. Pero es una tontería no aceptar victorias y objetivos más limitados cuando son las únicas opciones realistas.
Los grandes libertarios (de Felix Morley y Frank Chodorov a Murray Rothbard y Hans Hoppe) siempre han estado a favor de la descentralización política; F.A. Hayek dijo una vez que en el futuro sería más probable que la libertad floreciera en Estados pequeños. Esta es indudablemente la vía que hoy tenemos delante, si queremos ver cambios tangibles durante nuestras vidas.
Thomas Sowell se refería a dos visiones en competencia que se encuentran en el centro de buena parte del debate político: la limitada y la ilimitada. En la limitada, la naturaleza humana no es realmente maleable, su existencia contiene un elemento de tragedia y hay poco que pueda hacer la política a través de planes grandiosos para perfeccionar la sociedad. En la visión ilimitada, la única limitación a cuánto puede rehacerse una sociedad a la imagen de sus gobernantes políticos depende de cuánto esté dispuesto a soportar el populacho en un momento concreto.
Estas visiones en competencia están llegando a un desenlace. Como observa Angelo Codevilla, la izquierda ha abusado de su mano. La gente normal ha llegado los límites de su tolerancia a la intimidación izquierdista y su control del pensamiento y está devolviendo el golpe.
Podemos pelearnos o podemos seguir vías distintas.
Cuando digo seguir vías distintas, no quiero decir que “la izquierda” vaya por un lado y “la derecha” vaya por otro. Quiero decir que la izquierda vaya por un lado y todos los demás (un grupo realmente muy diverso) vayan por otro. La gente que vive para el postureo moral, para proclamar su superioridad sobre todos los demás y para acabar con las diferencias en nombre de la “diversidad” debería ir por un lado y todos los demás que ponen los ojos en blanco ante esto deberían ir por otro.
“Ningún pueblo ni parte de un pueblo”, decía Ludwig von Mises hace casi cien años, “debe mantenerse contra su voluntad en una asociación política que no quiera”. Cuánta sabiduría en una opinión tan sencilla. Y cuánto conflicto y angustia podrían evitarse si la siguiéramos.