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La queja de Polonia con la UE muestra los peligros de la centralización política

Al otro lado del charco, Polonia y la Unión Europea se encuentran en un punto muerto por una cuestión de primacía judicial. A principios de octubre, el Tribunal Constitucional de Polonia desató la polémica al dictaminar que la legislación de la UE no prevalece sobre la nacional.

En la disputa legal entre la UE y Polonia, estaba en juego la decisión de Polonia en 2018 de frenar su poder judicial y establecer una cámara disciplinaria para destituir a los jueces. Antes de emprender estas reformas, el poder judicial polaco se consideraba en gran medida corrupto e ineficiente, y poseía rasgos vestigiales del anterior orden comunista, cuando Polonia era miembro del Pacto de Varsovia. Lo que inicialmente comenzó como una reforma doméstica mundana pronto se transformó en una controversia internacional.

El Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas (TJCE) se opuso a las reformas de Polonia y dictaminó que la legislación de la UE prevalece sobre la polaca. Pero la sentencia del TJUE no ha disuadido a Polonia. En marzo, el Primer Ministro polaco, Mateusz Morawiecki, llevó el caso ante el Tribunal Constitucional polaco, lo que condujo a la controvertida sentencia del tribunal polaco en octubre. Tras la sentencia de octubre, la Comisión Europea tuvo unas palabras muy duras para el tribunal superior polaco y reafirmó su postura de «derecho de la UE todo incluido».

Poseída por un espíritu universalista, la UE aumentó la presión sobre Polonia abofeteándola con una multa diaria de un millón de euros (algo más de 1,1 millones de dólares) hasta que el gobierno de Derecho y Justicia (PiS, Prawo i Sprawiedliwość) modifique su legislación judicial para adaptarla a las normas de la UE.

Los polacos siguen siendo intransigentes. Saben lo que está en juego. Habiendo pasado por una serie de particiones a finales del siglo XVIII, además de haber estado bajo el pulgar de la Unión Soviética a través del Pacto de Varsovia en el siglo XX, el escepticismo de los polacos hacia las entidades supranacionales y los actores externos hostiles está justificado. El antiguo satélite soviético no cederá en su soberanía, tanto por una cuestión de principios como de identidad nacional.

La actual tensión entre Polonia y la Unión Europea ofrece una visión de los nuevos tipos de luchas a las que se enfrentan los Estados-nación en la época contemporánea. La erosión de la soberanía nacional se está convirtiendo en la norma en todo Occidente a medida que los gobiernos crecen y los planificadores políticos encuentran todas las formas posibles de construir superestados. La UE representa el ensayo más significativo de ese proyecto utópico. A pesar de sus intentos fallidos de crear unos Estados Unidos de Europa hasta ahora, los eurócratas siguen comprometidos con su visión fantástica.

Los mayores obstáculos a los que se enfrentan los planificadores centrales de Bruselas son los antiguos Estados satélites soviéticos, que se han vuelto escépticos ante el proyecto de la UE para el Viejo Continente. Polonia, el mayor miembro del Grupo de Visegrado, se ha convertido en un polo opuesto al globalismo de Bruselas.

Las reformas judiciales de Polonia forman parte de un conjunto más amplio de medidas populistas que abarcan desde la restricción del reasentamiento de inmigrantes de Oriente Medio en Europa hasta la defensa de las normas culturales tradicionales que han irritado a los bienpensantes desde Washington hasta Bruselas. Por su desafío a las normas políticas occidentales convencionales, Polonia se ha ganado la etiqueta de democracia iliberal, acompañando a su compañero del Grupo de Visegrado, Hungría, en esta dudosa distinción.

Lo curioso de la disputa de Polonia con la UE es que el país no quiere abandonar la UE, al menos por ahora. Según los resultados de varias empresas polacas de sondeos, el apoyo a la salida de la UE nunca ha superado el 20%. Desde su adhesión a la UE en 2004, los polacos han tenido en general una gran estima por la unión supranacional. Además, Polonia depende en gran medida del comercio intracomunitario para sus exportaciones. El comercio con los miembros de la UE representa el 80% del total de las exportaciones polacas. Incluso el Primer Ministro Morawiecki reiteró que un «Polexit» no está en las cartas por el momento.

Sin embargo, las intenciones políticas pueden cambiar. Los eurócratas no reconocen que la popularidad inicial de la UE se basaba en beneficios razonables como el libre comercio entre los Estados miembros, la liberalización de los viajes dentro de la UE y una mayor integración diplomática para evitar el tipo de guerras fratricidas que devastaron el Viejo Continente durante la primera mitad del siglo XX. El voto del Brexit de 2016 demostró al mundo que el poder de la UE aún no es monolítico y que, con la voluntad política adecuada, los Estados miembros de la UE pueden seguir caminos distintos.

Cuanto más microgestione la UE los asuntos internos de Polonia y la castigue por el simple hecho de ejercer su soberanía, más probable será que se plantee la idea de salir de la UE, un golpe potencialmente devastador para el quijotesco proyecto político de los eurócratas.

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Image Source: Getty
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