Este mismo año, la empresa Starbucks llegó a un acuerdo sobre una demanda con el Simon Property Group con respecto al cierre de varias tiendas Teavana de Starbucks. Como informaba The New York Post a finales de 2017, un juez de Indiana había prohibido a Starbucks cerrar 77 tiendas Teavana que estaban en quiebra porque “los Starbucks más rentables podían absorber el impacto financiero”.
Los expertos del sector dijeron que la sentencia enviaría un escalofrío a las espinas dorsales de los vendedores preocupados y con razón. La perspectiva de no poder cerrar una tienda que está chupando la sangre al resto del negocio puede tener innumerables consecuencias inintencionadas que afectarían no solo a los dueños, sino a los consumidores en general. Es probable que las empresas se tomen esto como una señal para ser más cautelosas a la hora de abrir más tiendas y sean más reticentes a invertir, asumir riesgos y emplear gente para empezar. Los clientes perderán.
En medio del debate sobre la decisión, algunos observadores adoptaron la postura de que las empresas tienen una responsabilidad social frente al público en su conjunto y no tendrían que poder tomar decisiones basadas únicamente en lo que es más rentable.
No es nada nuevo. Por supuesto, a lo largo de la historia muchos gobiernos han creído que estaban “sirviendo a la sociedad” (en lugar de la comunidad empresarial) obligando a las empresas a fijar precios, continuar funcionando con pérdidas o incluso subvencionándolas y rescatándolas con fondos públicos. Muchos han creído que esto es en interés del “bien superior”.
¿Puede ser que el que el gobierno obligue a Starbucks a mantener tiendas no rentables (en algunas circunstancias) sea bueno para la sociedad?
¿Qué es la “sociedad”?
Primero deberíamos examinar el uso de la propia palabra “sociedad”. En lugar de producir claridad, oscurece el problema, haciendo más difícil entender los hechos. ¿Quién es exactamente la sociedad y que es y no es bueno para ella? La sociedad está formada por todo un grupo de personas y grupos distintos, con intereses distintos y lo que es bueno para uno podría no ser necesariamente bueno para otro.
No es que mantener abierto un Teavana a pesar del deseo del propietario no sea bueno para alguien: está claro que el dueño del centro comercial estaba dispuesto a pelear duro por lo que pretendía ganar e indudablemente los clientes habituales estarán contentos de conseguir su taza habitual de chai antes de terminar un duro día de compras. Pero se trata de que ese movimiento privilegia a unas pocas personas que quieren que continúen estas tiendas a costa de todos los demás en la zona que ha demostrado que preferirían que se abriera otra cosa en su lugar. Así que Starbucks tendría que recuperar las pérdidas de una forma u otra, tal vez aumentando ligeramente los precios en todas las demás tiendas. Si la localidad solo puede mantener la demanda de tres tiendas de té y la no rentable Teavana resulta ser la cuarta, también se están llevando ingresos de las otras tres y así sucesivamente. Podemos continuar contando consecuencias negativas para otras partes.
Clientes y accionistas también son miembros de la “sociedad”
Si se priva a Starbucks de los millones que cuesta hacer funcionar 77 tiendas no rentables, eso es menos dinero que tienen para invertir en tiendas que sí quieren otros consumidores. También significa menos efectivo para accionistas que lo sacarán de las tiendas para gastarlo o reinvertirlo en otros negocios. Es menos para clientes de Starbucks que tienen que pagar un poco más por una taza de café y por tanto no tienen eso para gastar en otra cosa. Es menos para los empleados de Starbucks que podrían tener que renunciar a un aumento porque hay menos a repartir.
Está claro que el efecto de esta política no es algo que pueda reducirse a si beneficia o no a la “sociedad”. Todo lo que podemos decir es que beneficia a algunos grupos y perjudica a otros.
Parece paradójico que algunos de los que alabarían sentencias judiciales y regulaciones burocráticas obligando a una empresa como Starbucks a mantener abiertas las tiendas por el “bien de la sociedad” luego cambiarían de opinión y se quejarían de que Starbucks está “expulsando” a su competencia de tiendas de té con propietarios locales. ¡Más bien pensaríamos que esta masa estaría contenta con los cierres! Como llevan consigo un prejuicio seguro de que todo lo que moleste a las grandes empresas es necesariamente bueno para el resto de nosotros, solo podemos concluir que apoyar normas y regulaciones como estas se refiere menos a lo que es bueno para la sociedad y más a lo que es malo para la “gran empresa”.