En dos columnas, David Gordon reseñó mi próximo libro, Socialism: A Logical Introduction, y Poder y mercado me ha brindado muy amablemente la oportunidad de responderle.
Como explica Gordon, defino el socialismo (capítulo 2) como algo que puede graduarse en dos ejes: (i) el grado de propiedad y control colectivos de los medios de producción y (ii) el grado de distribución igualitaria de los recursos. A continuación, el libro analiza argumentos comunes a favor y en contra del socialismo, y en última instancia abogo por avanzar mucho más en la dirección socialista de donde nos encontramos en los Estados Unidos, aunque no estoy a favor ni del control democrático total de la economía ni de una distribución completamente igualitaria de los recursos. Argumento que avanzar en la dirección socialista no violaría los derechos (capítulo 4) y que promovería mejor el bienestar humano que la alternativa más capitalista (capítulos 6-12).
En primer lugar, Gordon discrepa de mi tratamiento (en el capítulo 5) de un argumento que muchos socialistas esgrimen contra el capitalismo: que al explotar a los trabajadores, el capitalismo viola los derechos. Reconstruyo y analizo versiones del argumento, pero al final no lo apoyo. No obstante, Gordon cree que doy al argumento más credibilidad de la que merece, y afirma que me baso en una teoría del valor del trabajo que los economistas suelen rechazar. Aunque podría defender mi análisis, dejaré de lado ese punto, ya que Gordon y yo estamos de acuerdo en que este argumento concreto contra el capitalismo no funciona claramente.
Algunas de las objeciones de Gordon parecen basarse en una interpretación errónea de mi punto de vista, aunque comenzó la reseña con un resumen correcto. Por ejemplo, dice que es una «omisión flagrante» que no responda al argumento de Ludwig von Mises, según el cual «una economía socialista —por la que él entendía una economía dirigida por planificadores centrales— se hundiría en el caos» porque «en ausencia de precios de mercado numéricos, los recursos no pueden asignarse racionalmente».
Gordon tiene razón en que ignoro este argumento, pero es por la sencilla razón de que no abogo por una economía de planificación centralizada sin precios de mercado numéricos. Una economía así sería la versión extrema del primer eje de mi definición de socialismo; nunca he dicho —de hecho lo he negado explícitamente— que defienda esta versión extrema.
Del mismo modo, cuando sostengo que el socialismo no tiene por qué violar los derechos políticos y señalo a los países escandinavos para ilustrarlo (el capítulo 2 muestra que los países escandinavos están mucho más lejos en la dirección socialista en los dos ejes), Gordon responde: «Sehon pasa por alto un punto fundamental. Los países [escandinavos] que menciona no son economías de planificación centralizada». Efectivamente, no lo son. ¿Por qué es eso relevante, dado que yo no defiendo una economía de planificación centralizada?
Además, en el contexto de los derechos y el socialismo, Gordon dice que ignoro el argumento de Friedrich von Hayek en Camino a la servidumbre «de que las economías de planificación centralizada suprimen importantes derechos políticos». De nuevo, no veo la relevancia de un argumento contra un punto de vista que no sostengo. Incluso en el «Estado actual del debate» de Hayek, un artículo que Gordon cita, Hayek no expone ningún argumento que sea directamente relevante para el tipo de socialismo que yo defiendo. (Esto no quiere decir que nada de lo que dice Hayek sea relevante o plantee un desafío; hablo de Hayek con cierta extensión en los capítulos 9-11 del libro).
Sinceramente, no sé qué pensar de las críticas que suponen que defiendo un punto de vista que el propio resumen de Gordon indica claramente que no apoyo. Con respecto al primer eje, es como si Gordon pensara que sólo hay dos alternativas: o una economía completamente planificada o un mercado completamente libre. Sin embargo, esto sería claramente erróneo: tanto en principio como en la práctica, vemos que existen diversos grados en los que podemos ejercer un control democrático sobre la economía.
Quizás el pensamiento de Gordon sea el siguiente: si una economía completamente dirigida y controlada por el Estado sería desastrosa, entonces cualquier alejamiento del control estatal es deseable, cuanto más lejos de la planificación central, mejor. Sin embargo, esto no es así. Es claramente posible que exista un punto óptimo con mercados y precios, pero con un control democrático significativo, particularmente en ciertas áreas. Eso es lo que sostengo, especialmente en el capítulo 9, donde abordo los argumentos inspirados en Hayek y Milton Friedman a favor de los mercados libres, y luego en los capítulos 10-12, donde considero las áreas en las que cabe esperar que el mercado fracase como mecanismo para aumentar el bienestar humano.
Hay un punto que Gordon plantea en el que voy a ceder algo de terreno. En el capítulo 4, respondo a un argumento de Matthew Harwood en el que (en una reconstrucción del argumento) Harwood simplemente asume que el socialismo es un sistema horrible. Harwood infiere entonces que los socialistas violarán los derechos políticos, con la idea de que los defensores de un sistema horrible necesitarán suprimir el discurso contrario para mantenerse en el poder.
Señalo que se trata esencialmente de una petición de principio: si se parte de la premisa de que el socialismo es un sistema horrible, no necesitamos el resto del argumento para saber que no debemos adoptar el socialismo. Gordon está muy de acuerdo con esto. Sin embargo, dice que esto «no hace que el argumento sea inútil», ya que «si tienes motivos para pensar que el socialismo es un sistema horrible», entonces el argumento de Harwood te permitiría inferir que también es probable que viole los derechos.
Es justo; si tuviéramos motivos para afirmar que el socialismo es un sistema horrible, entonces su carácter horrible se traduciría probablemente en el carácter aún más horrible de reprimir la expresión. Aunque es una concesión, no es gran cosa. Si estuviera dispuesto a admitir, como premisa, que el socialismo es un sistema horrible, obviamente no habría escrito un libro defendiéndolo.
Por supuesto, la mayoría de los lectores de Poder y mercado probablemente tengan la convicción previa de que el socialismo es horrible. Les invito a leer mi libro para ver si puedo convencerles de lo contrario.