La semana pasada publiqué algo en sobre cómo la confianza empresarial afecta a la inversión de capital. Son muchos los factores que pueden afectar a la confianza empresarial. La mentalidad psicológica de los empresarios puede cambiar por sí sola. Las políticas públicas también pueden afectar a la confianza empresarial. Estudiosos de la Universidad de Chicago han desarrollado un índice de incertidumbre sobre la política económica, que calcula la ambigüedad que sentimos respecto a las políticas públicas 1. El siguiente gráfico muestra los efectos retardados de las variaciones interanuales de la incertidumbre política sobre las variaciones interanuales de la inversión interior privada bruta.
Como cabría esperar, los niveles más altos de incertidumbre política se correlacionan con niveles más bajos de inversión privada (en un 27%). La teoría económica postula que las políticas fiscales y monetarias funcionan mejor cuando el público no sabe qué esperar a continuación. ¿Por qué? Las reacciones de las empresas y los trabajadores informados a las políticas de estímulo anulan los efectos estimulantes de estas políticas. En consecuencia, los responsables políticos evitan dar señales de sus políticas. Alan Greenspan se labró una reputación estelar en la prensa, basada en su habilidad para elaborar respuestas crípticas a preguntas sobre política en audiencias oficiales.
Muchos economistas de economistas dudan de la eficacia de las políticas de estímulo y con razón. Un gobierno abierto y totalmente transparente carece de capacidad para estimular la economía. La aplicación secreta de las políticas de estímulo resuelve algunos problemas de eficacia, pero también crea otros. La gente se anticipa a las políticas en cierta medida, y sus reacciones a las nuevas políticas hacen que los resultados reales de las políticas sean impredecibles (véanse los artículos anteriores sobre este tema aquí, aquíy aquí). En la medida en que los empresarios no sepan qué esperar de las políticas que afectan a las tasas de inflación y a la deuda pública total, algunos pospondrán sus planes de inversión.
Muchos responsables políticos y economistas creen que son lo suficientemente inteligentes como para manipular a todos los demás, de forma coherente y fiable. Esta creencia es un ejemplo de lo que Hayek y Bartley denominaron «la presunción fatal». Las economías modernas son complejas más allá de la comprensión de cualquiera. Esta complejidad se deriva de la realidad de que la sociedad moderna es el resultado de la competencia interesada entre miles de millones de personas pensantes. Quienes se creen capaces de gestionar la economía sobrevaloran enormemente su propio intelecto. El resto de nosotros debería considerar todos los esfuerzos de unos pocos por gestionar al resto de nosotros no simplemente como un ejercicio inútil, sino como una amenaza para nuestra prosperidad futura.