Los socialistas y otros izquierdistas apoyan la imposición de los ingresos y la riqueza de los ricos. Dicen que quieren promover la «igualdad» y la «justicia social», pero en realidad están motivados por la envidia. Quieren lo que otros tienen. No soportan la idea de que los demás tengan más dinero que ellos.
Esto es lo que dice Rob Larson, profesor de economía del Tacoma Community College, sobre ciertos apartamentos muy caros: «Además del regreso de las mansiones en la ciudad para los ricos y sus coches, Nueva York y Londres también han visto crecer las ‘puertas pobres’. Se trata de entradas a nuevos edificios de lujo, construidos con el requisito municipal de incluir algunas unidades de vivienda asequible para trabajadores normales, además de las unidades de «precio de mercado» que se venden a partir de siete cifras». The Guardian describe una lujosa urbanización londinense en la que la puerta principal se abre a lujosos alicatados de mármol y puertas de felpa, y un cartel en la pared avisa a los residentes de que el conserje está disponible. Por detrás, la entrada a las viviendas asequibles es un pasillo color crema, decorado únicamente con buzones grises y un cartel que advierte a los inquilinos de que están vigilados por cámaras de seguridad y serán denunciados si causan algún desperfecto.
Para mí, éste es un pasaje sorprendente. En el ejemplo de Larson, algunos «trabajadores normales» se alojan en algunos de los apartamentos más lujosos del mundo. Pero Larson se opone porque estas personas no pueden utilizar las entradas más lujosas hechas para los superricos que pagan las tarifas del mercado. Al leer a Larson, se puede sentir su odio hirviente hacia los ricos: le gustaría derribarlos, sólo porque son capaces de permitirse cosas que otros no pueden. No ofrece ninguna prueba de que los trabajadores de los pisos estén descontentos. Si tuviera que adivinar, me imaginaría que están contentos de estar recibiendo las ganancias inesperadas que resultan de la interferencia del gobierno con el libre mercado en su nombre; pero si estoy en lo cierto no importa en el contexto actual. La cuestión es simplemente exponer la emoción de Larson como lo que es. Como analogía, consideremos a alguien a quien le molesta viajar en avión en primera clase, no porque encuentre incómoda la clase turista, sino simplemente porque otros viajan en mejores condiciones que él. Y el argumento de que la envidia y el odio están implicados en el ejemplo de Larson es más sólido que en el caso del viaje en avión. Salvo por la entrada, los trabajadores obtienen el bien de lujo, pero esto no es suficiente para Larson.
Un economista mucho más destacado que Larson ilustra la misma actitud. La idea central de Thomas Piketty es que la desigualdad es el pecado social supremo y debe reducirse radicalmente. No niega que el capitalismo genera crecimiento económico y mejora el nivel de vida, pero los ingresos y la riqueza de los ricos han crecido mucho más rápido que los de los pobres. Cabría preguntarse por qué esto es importante, aun aceptando sus dudosas estadísticas: ¿No se preocupa la gente de lo bien que le va, mucho más de lo que le molestan los ricos, si es que les molestan?