La revista en línea Aeon actualmente presenta un artículo sobresaliente de nuestros eruditos Peter Klein y Nicolai Foss sobre la tendencia hacia estructuras de negocios “sin jefe”. Lejos de ser intermediarios redundantes, argumentan, se necesitan más gerentes que nunca en las empresas que aspiran a una organización plana, descentralizada y democrática.
Klein y Foss desafían la idea de que los gerentes se volverán obsoletos, reemplazados por trabajadores del conocimiento autodirigidos y súper conectados:
Este movimiento está ganando fuerza por un par de razones. En primer lugar, el modelo de la empresa sin jefe sin duda capta algunas tendencias, sin embargo, de manera inexacta. En segundo lugar, es una parte muy importante del Zeitgeist del siglo XXI en su énfasis en el desarrollo personal, la resiliencia y el cumplimiento a través del empoderamiento de los empleados y los procesos de decisión descentralizados y democráticos. También hay un fuerte trasfondo moralista y político en la narrativa; en Private Government (2017), la filósofa Elizabeth Anderson sostiene que las empresas son efectivamente Estados totalitarios, que gozan de derechos y privilegios que serían inconstitucionales para los Estados ordinarios imponer a sus ciudadanos. El historiador Caitlin Rosenthal ha argumentado que el sistema de fábrica, la jerarquía y la autoridad de gestión se derivan en parte del sistema esclavo. ¿Qué puede ser más moralmente defendible que deshacerse de los restos de la esclavitud?
Desafortunadamente, la narrativa de la empresa sin jefe está completamente equivocada. Entiende mal la naturaleza de la gestión, que no desaparece, y se basa en pruebas cuestionables. Dados estos defectos fundamentales, esta narrativa es potencialmente dañina para los gerentes, los estudiantes y los formuladores de políticas.
¿Los beneficios de la tecnología en el ensamblaje y la organización de empresas modernas se sobrevenden?
Si bien los milagros tecnológicos, como Internet, las comunicaciones inalámbricas baratas y confiables, las leyes de Moore, la miniaturización y los mercados de información han provocado grandes cambios en la fabricación, el comercio minorista, el transporte y las comunicaciones, las leyes de la economía siguen siendo las leyes de la economía. Y la naturaleza humana no ha cambiado. El problema básico de la administración y los negocios: cómo reunir, organizar y motivar a grupos de personas y recursos para producir bienes y servicios que los consumidores desean, sigue siendo el mismo. Desde la revolución industrial, los empresarios han estado organizando actividades extremadamente complejas en empresas que no están completamente centralizadas ni completamente planas. Imagine la complejidad del funcionamiento de un ferrocarril nacional, una fábrica de acero o una planta de ensamblaje de automóviles en el siglo XIX y principios del XX. Todas estas fueron “actividades basadas en el conocimiento” y se realizaron en equipos organizados en varias estructuras. ¿Son las cosas tan diferentes hoy?
Su conclusión:
En resumen, el panorama comercial actual presenta desarrollos interesantes en tecnología de la información, redes y colaboración que han llevado a nuevas formas de organización, producción y distribución. Sin embargo, lejos de hacer obsoleta la gestión, estos cambios hacen que una buena gestión sea más importante que nunca. El cambio de la gestión como dirección a la gestión a medida que se hacen y se hacen cumplir las reglas está entrando lentamente en la literatura de administración y el currículo de la escuela de negocios. Ese es un cambio de paradigma que vale la pena abrazar.
Este es un artículo que debe leerse a cualquier persona interesada en el tema candente de la gestión empresarial en el siglo XXI.