Estoy releyendo Un mundo feliz, ya que estamos viviendo en él. Me encantaba más en el colegio y lo prefería a 1984 porque los personajes estaban mejor desarrollados y el desarrollo de la trama era más hábil, aunque cada uno tuvo un profundo efecto en mí que ha durado toda mi vida, y a menudo recuerdo escenas clave de cada uno de ellos.
Es asombrosamente perspicaz y está repleto de significados sutiles que no se enuncian explícitamente. Las masas de la sociedad participan en actividades sin sentido con efusiones de emociones. Uno de los personajes lo ve tal y como es, y siente resentimiento por el hecho de que las personas se cosifiquen unas a otras, así como por su falta de capacidad —o de voluntad— para examinar críticamente los mantras sin sentido que repiten y que forman las normas sociales de su sociedad.
Sin embargo, el hecho de que pueda ver a través del vacío de su cultura no le hace inmune al dolor insoportable de ser un forastero sin nadie con quien conectar. Y eso no detiene su atracción natural por las mujeres, ni el dolor del rechazo que conlleva. En un momento dado, sintiéndose inadecuado, quiere sacar provecho de sí mismo ante un amigo, y le menciona que tiene una cita con Lenina, una mujer deseable. Pero su amigo es alto e importante y responde: «Oh, bien por ti», porque tiene chicas que se le lanzan para practicar sexo en grupo en el parque en virtud de su estatus social.
Tal vez te veas reflejado en Un mundo feliz, si eres un crítico del régimen Covid, o de la política dominante, o de lo que pasa por economía en estos días. Sabe que tiene razón, pero siente los zarpazos de los de fuera.
La novela no sólo capta la superficialidad de la sociedad («degeneración», como se suele decir ahora en Internet), sino lo cruel que es para quienes ven a través de ella y no tienen a quién recurrir. Demuestra cómo la zanahoria del éxito mundano y las recompensas verbales por el conformismo están respaldadas por el palo del rechazo social —que incluye la exclusión de las citas— enfrentando al hombre consigo mismo en una batalla interna entre el amor a la verdad tal y como él la ve y el deseo de experimentar la comunión y ser uno con su tribu.