Sistema legal

Quienes tienen la tarea de servir al interés público, pero están protegidos por la inmunidad legal, están bien posicionados para servir a cualquier interés que elijan.

Todo el sistema judicial federal debería ser abolido. Pero hasta entonces, la pena de muerte federal es un buen punto de partida.

Los jueces federales han servido como leales soldados de a pie para la policía que utilizan con entusiasmo todos los trucos del libro para violar y anular la Carta de Derechos.

La mayor contribución individual que podríamos hacer para acabar con la matanza y la violencia es acabar con las guerras exteriores de Estados Unidos.

Con sólo echar un vistazo a las políticas actuales de América Latina en materia de armas de fuego, vemos una región que necesita desesperadamente más leyes a favor de las armas de fuego. Países como Brasil, México y Venezuela ofrecen relatos espeluznantes de lo que sucede cuando la mayoría de la población está efectivamente desarmada cuando se enfrenta a amenazas criminales reales.

Los políticos mexicanos están diciendo que los ciudadanos mexicanos no están seguros en los Estados Unidos. Mientras tanto, la tasa de homicidios de México —alimentada por estrictas leyes de control de armas— se ha disparado a cinco veces la de Estados Unidos.

La mayoría de los estadounidenses dicen que el crimen ha empeorado en la última década. Están equivocados. Además, el enfoque sobre los tiroteos masivos parece estar fuera de lugar cuando las muertes por tiroteos masivos representan menos del uno por ciento de todas las muertes por homicidio.

Cuando se trata de que Baltimore sea un refugio de crímenes violentos, Trump no se equivoca. Aunque tiene leyes estrictas de control de armas, la tasa de homicidios de Baltimore es comparable a la de El Salvador y Venezuela.

La inmunidad cualificada es el ejemplo más claro de que el estado de derecho está muerto (o, tal vez, nunca existió); los funcionarios del Estado viven de acuerdo con un conjunto de reglas, y el resto de nosotros de acuerdo con otro.

Un futuro primer ministro debe tener una clara comprensión de su enemigo, el mito socialista, por qué fracasa y por qué el libre mercado tiene éxito.