[Prólogo al nuevo libro de Mark Thornton, The Skyscraper Curse: And How Austrian Economists Predicted Every Major Economic Crisis of the Last Century (Auburn, AL: Mises Institute, 2018)]
Tras la crisis financiera de 2008, sufrió un golpe en la reputación que tenía. Pero al contrario que la mayoría de sus colegas, Mark Thornton se vio reivindicado por 2008. Mark ha sido la voz de la sensatez en momentos en los que las duras intervenciones de la Reserva Federal han hecho que personas con criterio pierdan la cabeza.
Una norma general que he adoptado es: cuando la idea de que el ciclo económico ha sido erradicado para siempre empieza a generalizarse, el declive está a la vuelta de la esquina.
Después de leer este libro, veréis por qué. Mark explica los muy distintos historiales de Irving Fisher y Ludwig von Mises en la década de 1920, con el primero diciendo (¡a finales de 1929!) que los precios de las acciones habían llegado a una “meseta permanentemente alta” y Mises advirtiendo que toda la creación artificial de crédito de los bancos centrales del mundo significaba que estaba llegando un ajuste de cuentas.
Al final de la década de 1960, el asesor económico presidencial, Arthur Okun, anunciaba que la sabia política fiscal y monetaria hacía de los auges y declives una cosa del pasado. Una semana después de que se publicara su libro sobre el tema, Estados Unidos estaba oficialmente en recesión.
La burbuja punto com de la década de 1990 continuaba este patrón. El presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, incluso especulaba con que habíamos entrado en una época en la que a los auges no les seguirían necesariamente los declives.
Adivinad qué pasó después.
La crisis financiera, que estuvo relacionada con una burbuja inmobiliaria especialmente destructiva, mostraba el mismo tipo de comentario absurdo: ¡los precios inmobiliarios nunca bajan!
Adivinad qué pasó después.
De hecho, Mark Thornton fue uno del puñado de economistas que advirtieron (ya en 2004) acerca de una burbuja inmobiliaria y sus consecuencias inevitables. Era una postura solitaria para adoptar en esos días. Nadie quería oír las palabras “insostenible” o “burbuja” cuando comprar múltiples propiedades y aposentarse sobre ellas parecía una vía segura a la riqueza. Por supuesto, Mark era la voz que más les hubiera convenido si se hubieran molestado en escucharle, porque podrían haber limitado su exposición al riesgo del declive que estaba llegando inexorablemente.
Pero cuando todas las voces supuestamente respetables aseguran a todos que todo va bien, el hombre sensato es el que parece el maniático.
Ahora, si a Mark no se le conociera más que por ser un historiador concienzudo de estos primeros ciclos económicos y como un certero pronosticador del declive inmobiliario y la crisis financiera, sería razón más que suficiente como para respetarlo como investigador digno de nuestra atención y respeto.
Pero, por supuesto, Mark ha hecho mucho más que esto. Por ejemplo, en este libro, encontraréis el trabajo de Mark sobre la llamada “maldición de los rascacielos”. No voy a explicar aquí la tesis de Mark sobre el asunto; el autor de un prólogo tendría que conocer su lugar y robar el protagonismo del autor es bastante impropio.
Ahora mismo puedo decir esto: aunque ciertos autores habían señalado una correlación entre el establecimiento de nuevos récords por un lado y las caídas en recesión por otro, la conexión había sido rechazada en general como poco más que una curiosa coincidencia. Por el contrario, Mark ha demostrado cómo están relacionados los dos fenómenos (Por supuesto, no es que los rascacielos altos causen el ciclo económico, sino más bien que encarnan numerosas características del periodo de auge descrito por la teoría austriaca del ciclo económico).
Por su parte, la teoría austriaca del ciclo económico es probablemente la parte más importante de información y comprensión económica que deben entender ahora mismo los estadounidenses y el resto del mundo. De nuevo dejo a Mark la explicación completa. Por ahora, lo que importa es que, de acuerdo con los economistas de la Escuela Austriaca, el patrón familiar de auge y declive económico no es una característica propia de la economía de mercado, sino más bien el producto de la intervención en la economía por parte de la autoridad monetaria. Cuando el banco central rebaja los tipos de interés por debajo de los que habrían alcanzado en el mercado, pone en marcha una serie de respuestas de los inversores y consumidores que resultarán ser incompatibles. El resultado es la recesión, que es el retorno de la economía a la salud: la configuración insostenible de la economía se desata y los recursos (incluido el trabajo) se reasignan a líneas de producción que tienen sentido en términos de disponibilidad de recursos y preferencias del consumidor.
En las páginas siguientes, Mark explica la teoría, la aplica a diversos casos históricos (y presentes) y responde a las objeciones más comunes.
En resumen, esta colección sirve al valioso propósito de defender la economía de mercado frente a la visión convencional de que la libertad nos ha fallado y necesitamos todavía más controles. Teníamos muchas normas y burócratas antes de la crisis económica. No nos hicieron mucho bien. Casi ninguno de ellos vio ningún problema en el horizonte y montones de normas y regulaciones se dirigían en la dirección errónea: mientras el sector privado funcionaba con el equivalente a una novela de Kafka, la Reserva Federal era capaz de desarrollar sin impedimentos todas sus maldades.
Un pensamiento absurdo: tal vez esta vez podamos pensar en un mercado libre real, con dinero fuerte y tipos de interés del mercado y acabar de una vez por todas con la gigantesca máquina de burbujas. Leed a Mark Thornton y entenderéis esto y otros pensamientos prohibidos.